viernes, 29 de septiembre de 2017

Las Familias Locas




Hay familias locas. Familias que piensan que ellos son los únicos decentes, los únicos buenos y los únicos  cuerdos en todo el planeta. Mientras que ellos son los mejores,  todos los demás son sospechosos.  Estas familias creen que solo ellos saben cocinar, saben limpiar y saben pensar.  Ellos, y solo ellos, son bellos y exitosos. Todos los demás son un fraude. Su visión y proceder están en la cúspide de la existencia. Su casa es siempre la más bonita de la comarca.  Sus creencias son siempre  las más acertadas. Y su estofado es indudablemente el más sabroso de todos. Todo aquel que ose en  opinar  lo contrario será tratado como un vulgar hereje. Solo lo que impera en la familia es lo correcto  y natural. Más allá de la familia, solo existen salvajes, fealdad  y platillos sin sabor.  ¡Qué suerte, el haber nacido en esta familia!


Las familias locas nunca cometen errores y siempre tienen la razón. Lo saben todo. Bueno, sus jerarcas.  Los demás van bien solo en la medida que  obedezcan los sabios preceptos del orden familiar. La disidencia  solo lleva al fracaso, rotundo e inevitable.  Solo un insensato se niega a seguir  su sabiduría.   Los pensantes siguen consejo. Al fin y al cabo, es por su propio bien.


Esta locura, por supuesto, en la mayoría de los casos pasa  inadvertida entre los que  la padecen por el simple hecho de ser un delirio compartido.  Es decir, entre ellos se dan aliento. Este grupo por su propia naturaleza compacta y cerrada se retroalimenta de la confirmación mutua. O sea, ellos mismos se declaran mentalmente sanos por clamor popular. Y no es sorpresa que la votación siempre sea unánime. Sí,  unánime. Porque aquel que se atreva a refutar esta sagrada  premisa es despojado automáticamente de su  derecho al sufragio, por malagradecido y terco.  Su voto no cuenta.


Cabe destacar que en toda familia loca siempre existe un mito de origen. Cuentos mitológicos que narran las grandes  proezas  de un pasado heroico y lejano. Hechos increíbles realizados brillantemente por sus nobles fundadores.  Los padres y los abuelos. A veces incluso un hermano mayor. Seres de una trayectoria impoluta. Ilustres individuos cuyo prudencia se vio reflejada sin excepciones en su elevada moral sexual, en sus astutas decisiones profesionales y en su excelente gusto a la hora de escoger  pareja. Trabajadores incansables, desconocedores del vicio y la mala educación, poseedores de claros objetivos  y  dueños de una mente  lúcida e infalible. Verídicas historias de disciplina, obediencia, y triunfo. Sin lugar a dudas, dignos ejemplos a seguir.

El universo de las familias locas es inagotable. Se podrían escribir bibliotecas enteras sobre el tema. Es un mundo lleno de ritos extraños, costumbres exóticas y una fraseología terriblemente amplia. Reinos totalitarios ricos en risas y llantos. Absurdos,  pero con muchos encantos. Un ambiente opresivo y dulce a la vez.  La persona que descubra que ha crecido en medio de la locura debe aprender que para vivir entre locos lo mejor es sonreír y fingir ser uno de ellos.  Pretender otra cosa sería una verdadera locura.




Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 29 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas








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viernes, 22 de septiembre de 2017

Narciso y los Espejos




El  problema con los espejos es su carácter ilusorio. En realidad, son un engaño.  Cuando nos contemplamos en un espejo,  no vemos objetivamente.  Vemos solo una ilusión. Vemos la imagen que más nos complace.  He ahí la trampa.


Al nacer, sentimos que todo nos pertenece. Esa  fina línea entre lo interno y lo externo resulta algo borrosa. Para un recién nacido, lo subjetivo todo lo domina y el exterior es una mera extensión de sí.  De hecho, el  exterior no existe.  El yo y el todo son la misma cosa.  Esto es porque el infante carece de sentido de realidad.  No entiende cuál es su relación con el mundo porque el se cree el mundo en su totalidad.  Lo que no es él no  existe.  Lo interesante es que al crecer, con el tiempo, este fenómeno en vez de desaparecer se complica.


Un espejo es un objeto inquietante porque nos permite percibir al mundo como un simple reflejo de nosotros.  Nos convertimos en el universo entero.  En el espejo, vemos lo mejor de nosotros. El nos permite ver lo que queramos ver.  Ahí nadie nos contradice.  Es un lugar mágico donde la imaginación se transforma en realidad.  Sin embargo, hay personas que sienten vergüenza al verse en un espejo. Esto es cierto tanto para  los espejos como para las fotografías. Hay personas que sienten vergüenza de su imagen fotográfica.  ¿Por qué ?


Sin lugar a dudas, este planeta está plagado de locos. Y la variedad es innumerable. Hay de todo tipo. Estamos los vanidosos. Seres inseguros que necesitan de  los halagos para poder disipar sus  dudas internas. Estamos los egoístas. Seres miedosos que necesitan poseer todo para sentirse más tranquilos. Estamos los frustrados y deprimidos. Estos son los eternos insatisfechos que encuentran injusticias en todos lados y viven como víctimas en el retiro, llenos de rabia y tristeza. Estamos los idealistas.  Estos son los que se enamoran de algo para vivir de ese amor ingenuo. También estamos los narcisistas. Seres delirantes que han eliminado el mundo para poder interpretarse como mejor  les convenga.   Y  la lista sigue  infinitamente.  Pero lo más seguro es que todos somos una mezcla de todas estas tipologías.  Es difícil saberlo a ciencia cierta. Todo depende del individuo en cuestión.



El problema de los espejos es su carácter ilusorio. Y  nada es más difícil de soltar que una ilusión. A veces, nuestro único consuelo son nuestras fantasías.  Cuando Narciso se enamoró de su propia imagen en el espejo, toda su existencia se volvió familiar. Todo giró en torno a sus gustos,  sus valores y sus delirios. Dejó de existir lo desconocido, lo hostil y lo peligroso. Sorprendentemente,  el mundo se ajustó perfectamente a sus deseos  y de ese modo su realidad se convirtió en un dulce paraíso. Era una ilusión, pero una muy bonita. Incomprensible para los demás, pero fascinante para él.

El mundo es un gran espejo. Lo que vemos revela más de nosotros mismos que del mundo en sí. Narciso se dejó seducir por los misteriosos encantos de su pequeño universo.  Un universo fantástico pero, al mismo tiempo, hermoso. Siempre me he preguntado:De todos los finales posibles, ¿Por qué será que su final fue el de convertirse en una linda flor?



Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 22 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas








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viernes, 15 de septiembre de 2017

De los Héroes y sus Heridas




Detrás de todo héroe siempre se oculta  un dolor. Una vieja herida sin sanar que se lleva a todas partes. Una pérdida, un abandono, un menosprecio o un fracaso. Algo. El mundo puede ser un lugar sumamente cruel para el inocente y un héroe no está exento de esta cruda realidad. Él, al igual que todos, nunca espera contratiempos de buenas a primeras. Sin embargo, esto rara vez sucede. Nada llega sin reveses. La vida es así. A veces, es  la familia. Otras veces, es  la sociedad. Otras, puede ser el destino. Pero todos estas variables, ya vengan  juntas o por separado, con frecuencia, actúan de modos inesperados para frustrar nuestros planes y deseos más sentidos. Las injusticias nos hacen sentir pequeños y vulnerables. Entonces y de pronto, estos avatares fomentan la ilusión de que no somos suficientes. Las personas crecen inseguras, desconfiadas y ariscas como los erizos. Dejan de vivir y se esconden para no ser heridas nuevamente. Antes de sanar, lo que predomina es el miedo, la rabia, y las dudas.


El héroe antes de ser un héroe vive una vida de excusas y  evasivas. No afronta la realidad. Nunca asume  riesgos. Nunca se abierto a nuevos retos.  Simplemente, ahí, estancado en un círculo donde hay cambios pero no hay avances.  Impulsado por los temores, escondido en una cueva, esquivando el compromiso e ignorando su verdadero potencial y valor. Se miente a sí mismo diciéndose una y otra vez que todo está bien. Pero las cosas no están bien. De hecho, están mal. En realidad el momento ha llegado cuando hay que salir de la oscuridad y dar, de una vez por todas, un paso al frente.

Las mejores historias  comienzan con el protagonista teniendo todo en su contra. Al principio,  todo indica que los objetivos que se planean son casi imposibles de  lograr pero, a pesar de eso, se sigue caminando. Hay peligros y enemigos  por doquier, pero la voluntad puede más que la mala fortuna. Mientras más noble es el fin, mayores serán los sacrificios. No hay buena historia sin conflicto. No hay buen héroe sin valor. Una gran meta puede impulsar una historia hacia adelante pero los obstáculos son los que la hacen interesante. La gloria yace en el esfuerzo.

Una vez que el héroe ha demostrado su capacidad superando todas las pruebas, empieza a ver las cosas con mayor claridad. Sus valores cambian y crece en lo interno. Ahora su visión del mundo y de sí mismo es diferente. Al final de su largo viaje, llega a entender que estaba equivocado. Lo que anteriormente creía desear no era lo que realmente necesitaba. Nunca se trató de las grandes proezas y los grandes  triunfos. Desde un comienzo, todo siempre fue sobre algo mucho más sencillo y elemental. Amar y ser amado. He ahí el centro de todo. Tenía que aceptarse para poder dar de . Tenía que sanar sus heridas y poder realizar que sí era suficiente.  Su verdadero anhelo siempre fue  tener un hogar, pero el miedo y el orgullo se lo impedían.

Los héroes no son más valientes ni fuertes que los demás. Solo son los que no se rinden con el dolor. Son los que siguen luchando sin parar  por un mundo más amable. Son los que aman, como si nunca hubiesen sido heridos.


Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 15 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas







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viernes, 8 de septiembre de 2017

¿Quiénes somos?





Todos nosotros hemos sentido la presión de los demás por ser alguien que en realidad no somos. Tanto la sociedad en general como nuestro entorno en lo particular nos imponen constantemente una serie de exigencias. Siempre se espera algo de nosotros. Pero, para ser francos, nadie encaja perfectamente en estos modelos preestablecidos que nos colocan. Normalmente, son expectativas irrealistas o, en todo caso, insatisfactorias para el individuo. Sin embargo, si no podemos complacer a los demás asumiendo nuestro rol asignado, ¿quienes debemos ser, entonces?


El individuo siempre es un proyecto personal, no colectivo. El contexto podría ser compartido, pero el individuo con su presencia crea siempre una realidad singular. Ese yo en unión con su circunstancia compone una sinfonía de expresiones excepcionales. En otras palabras, todos somos distintos, a pesar de que el factor gregario tiende a querer eliminar los elementos diferenciadores. La batalla entre el ser y el deber ser es eterna. El deseo de la sociedad por establecer un orden predecible siempre se ha empeñado en destruir la belleza singular. Por otro lado, el individuo siente una necesidad natural por defender su autenticidad. A veces con algún éxito y otras veces no tanto. Esto se puede apreciar claramente en aquellas ocasiones cuando la persona desafía las creencias del grupo y por ello recibe la desaprobación de los más “correctos”. En cierto sentido, todos estamos solos en esta contienda existencial. Ya sea por ser  un extraño en el mundo, miembro de una minoría incomprendida o como parte de una mayoría oprimida. La aceptación total es una quimera.


El miedo a lo diferente ha dominado la historia desde que el hombre es hombre. No es fácil transitar la ruta no transitada. La sociedad tiene sus estructuras fijas y sus prejuicios. Si una joven decide sostener una relación sentimental con alguien del mismo sexo, es muy probable que esta relación sea motivo de escándalo en una sociedad tradicionalista. Su relación sería considerada como inapropiada según la moral aceptada. Su felicidad personal sería irrelevante. Si una señora de cierta edad quiere casarse con un joven considerablemente menor que ella, esto también sería causa de censura entre los más conservadores. O si una persona prefiere permanece soltera, seguramente también será cuestionada. O si alguien escoge un estilo de vida divergente, los críticos estarán ahí sin falta. Sin embargo, todo persona tiene el derecho irrevocable de escoger su propia identidad. Tiene la libertad de ser. La identidad es potestad de la persona, no de la sociedad.


¿Quiénes somos? Somos seres únicos. Seres ricos en matices y contradicciones. No esclavos de una norma, de una tolda ni de un dogma. A menudo nos vemos en la obligación de suscribirnos a un club para sobrevivir. Para decirlo de otra manera, nos vemos forzados a dar concesiones y a defender una identidad ajena. Asumimos  etiquetas en busca de apoyo pero al mismo tiempo estas  nos aprisionan. Las etiquetas nos limitan. Nunca nos definen absolutamente. Siempre hay mucho de artificial y falso en ellas. ¿Qué es ser gay? ¿Qué es ser negro? ¿Qué es ser latino? ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es ser hombre? ¿Qué es ser ingeniero?


De hecho, somos mucho más que una etiqueta. Somos una fuerza nueva  en el mundo y nuestro destino es forjar nuestro propio camino. Somos lo que somos.



Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 08 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas






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viernes, 1 de septiembre de 2017

La Fiesta de Edipo



Una fiesta en la casa de Edipo siempre era un gran acontecimiento. Y esta en particular prometía sobrepasar todas las expectativas y convertirse, una vez más, en un éxito total. Estas reuniones ya disfrutaban de una enorme fama en Miami porque la señora de la casa siempre se preocupaba por causar la mejor de las impresiones. Y esta noche no sería la excepción. En estas veladas, el hogar se transformaba en un majestuoso anfiteatro. La rutina daba paso al espectáculo, la sofisticación y la fanfarronería buscando deslumbrar audiencias. En aquel momento, el ambiente estaba algo tenso debido a todos los preparativos. Para la angustia de la anfitriona, los imprevistos iban brotado aceleradamente en la medida que se acercaba la hora del gran evento. En otras palabras, ya el pánico se había propagado como la pólvora en la casa de nuestro amigo. Al igual que en un teatro, no podía existir mayor contraste entre el caos tras bastidores, y el elegante show que se pretendía montar. Edipo estaba en la calle. Tenía que comprar el pan, las flores y recoger puntualmente a las niñas en la peluquería. Debía conseguir, a como dé lugar, algún tipo de queso azul y otro blando. Un par de botellas de merlot, helado de frambuesa, un manojo de cilantro, toallas sanitarias, un cable USB, cinta adhesiva, acetaminofén y el último DVD de Caetano Veloso. ¡Ah!, y un jabón para el baño de visitas, el de la caja azul celeste, no el de la verde.


Edipo estaba ahí en medio de un tráfico infernal, conduciendo del Dadeland Mall hacia  el Deli que está llegando al Doral, sitio donde vivía,  cuando sintió la necesidad de reflexionar. ¿Qué significaba todo este frenético recorrer de  tienda en tienda? Bueno, era una metáfora.  Una gran metáfora que resumía la totalidad  de su existencia como un fiel representante  de la clase media suburbana. Una vida igualada a un vulgar cliché.  Vivía para cumplir una  larga  lista de mandados y nada más. ¿Era ese su destino, el alcanzar mayores éxitos que su padre y casarse con una mujer tan neurótica como su madre? ¿Acaso ha podido  ser algo diferente? ¿O eso habría sido  una causa perdida? ¿Escogemos nuestra vida o la vida nos escoge? ¿Por qué la vida que no tenemos siempre resulta más atractiva?


Parece que en cada encrucijada,  solamente podemos tomar un  camino. Este nos abre nuevas posibilidades y, al mismo tiempo,  nos cierra otras. Un evento nos lleva a otro  al igual que  nos niega otros. Por eso da tanto miedo tomar decisiones. Estas duran para siempre. Mientras tanto, los demás caminos, los que nunca abarcamos, siguen ahí existiendo de manera invisible como fantasmas, para atormentarnos. Más allá de lo tangible también existen simultáneamente esas  múltiples dimensiones. Los senderos no tomados componen una infinidad de existencias paralelas para recordarnos lo que nunca fue.  Un hombre es lo que es y también lo no pudo ser. Todo eso está ahí latente en el subsuelo, como parte de nuestra identidad, oculto a los ojos, presente en el alma. ¡Vaya usted a saber! ¿En cuál de todos estos mundos posibles nos encontramos ahora? ¿En el mejor? ¿En el peor? ¿En el más desgraciado? ¿O en el más hermoso de todos?


Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 01 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas





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