viernes, 28 de diciembre de 2018

Los Idilios


Siempre es la misma historia. Es un patrón que se da una y otra vez. Un viejo cliché. Un hombre conoce a una mujer y, de pronto, surgen las primeras chispas de un mágico hechizo. Desde muy temprano en la relación ya saben que son el uno para el otro. Se disuelven en el otro. Pierden el control y no pueden parar de pensar en el otro. Todo es bonito y bello. Y el corazón parece que va a explotar con sentimientos y emociones. Ya nada más importa. Ha comenzado un idilio.

El problema con los idilios  es su corta duración y sus dañinos efectos secundarios. Los idilios son experiencias muy intensas. Sin embargo, duran muy poco. En un principio, todo va de las mil maravillas. Todo es genial. Pensamos que ese sensación de intoxicación valida nuestra unión. Pero, con el tiempo, la realidad se impone con gran dolor. Lo que antes eran rastros positivos y admirables, con la convivencia comienzan a mostrar su lado más oscuro. Si nuestra pareja “perfecta” nos resultaba graciosa al comienzo, esa misma gracia ahora nos parece falta de seriedad. Si antes era tranquila y despreocupada, ahora nos parece irresponsable. Si antes nos parecía inteligente, ahora es terca. Si antes la relación era un paraíso, ahora nos parece desprovista de compromiso y  entrega. El ideal se ha transformado en decepción; y la ilusión  se convirtió en una agonía. El objeto de nuestro deseo nos ha defraudado y nuestras expectativas simplemente ya no se cumplen. Resulta ser que ahora después de tantos momentos bonitos no somos suficientes.  El idilio se ha desvanecido y todo lo que queda son peleas, rabia y frustración. Las personas que antes no podían  vivir el uno sin el otro. Una vez que  ha desaparecido  el encantamiento, ya no se soportan. El abandono, el desamor, los reproches y los lamentos nos han roto el corazón.

Las rupturas son muy dolorosas. Y es sumamente complicado sanar una vez que se  ha roto el  corazón. La mayoría renuncia a los quereres. Creen no contar con las fuerzas suficientes para volver a amar. Algunas personas duran meses en recuperarse. Unas duran años. Otras jamás lo logran.

Los idilios son como una droga. Por lo general, se nos presentan como una solución ideal para tapar un vacío.  El adicto a los idilios es idéntico al adicto a las drogas. Se deja seducir por un bienestar ilusorio. Todo se forma en la fantasía. De hecho, es un fenómeno psicológico muy relacionado con la química cerebral. Es decir, un idilio es una sobredosis de dopamina. Casi todo transcurre en nuestra mente. Cuando el idilio se va, también se va la dopamina. Y ese sufrimiento que experimentamos no es otra cosa que un síndrome de abstinencia, muy similar por cierto a lo que siente un adicto a las drogas cuando deja de consumirlas. Una experiencia horrible.

Curiosamente, el mayor obstáculo para poder entender este fenómeno es uno semántico. Porque cuando comúnmente nos referimos al amor, en realidad estamos hablando principalmente de idilios. Utilizamos la misma palabra para hablar de dos cosas con significados muy distintos. En realidad, el amor y el idilio son dos condiciones complemente diferentes. Se parecen, pero de hecho son tan distintas como el agua y el alcohol. El agua nutre. El alcohol, por otro lado, hay que tomarlo con mucha prudencia. No son lo mismo.

Las personas buscan idilios para llenar una carencia interior. Pretenden reparar  las heridas que ha dejado el pasado con la supuesta fortaleza de la otra persona.  Entonces, compensan todos sus miedos e inseguridades en la pareja “ideal”, con mucha ayuda de las fantasías. Pero ese, en el fondo, es un plan sumamente insensato. Siempre termina en fracaso. No necesitamos que alguien nos arregle. Debemos arreglarnos nosotros mismos.

El verdadero amor no nace de una carencia. Todo lo contrario. Nace de la abundancia. Como una fuente que se desborda porque es muy prospera. No exige. Ofrece.  Es algo que debe crecer no de la fantasía sino de la realidad. No viene de golpe como los idilios. Se edifica poquito a poco. Con tiempo, detalles y pequeños actos de bondad. Se construye gradualmente con presencia, voluntad, respeto, generosidad, cariño, compresión, dialogo y madurez. Sobre todo, madurez. El amor es acompañamiento. No es idealización. No es perfección. Es paciencia. Apoyo y dulzura. Mejor dicho, ¿sabes qué? Estamos locos. Somos un desastre. Tenemos fallas y muchas veces no hacemos lo correcto. Sin embargo, aquí estamos. Nos aceptamos. Nos queremos. Nos estamos ayudando para  ser mejores personas. Hablando y llegando a sabios acuerdos compartimos un vínculo, noble y sincero. El amor es una creación. Una bella obra de arte.

Todos hemos tenido el corazón roto alguna vez. Y es una sensación terrible. Sentimos que nunca más podremos volver a amar. Después de tantos idilios. Sentimos que lo único racional en ese momento es renunciar a todas aquellas “tonterías” que en una etapa de locura llegamos a creer. Y ahora tenemos que permanecer solos para siempre. Así no volver a sufrir nunca jamás. 


Tal vez, la respuesta no sea esa. Tal vez, la respuesta yace en otro lado. Tal vez,  debemos  comenzar a amar, amar de una vez por todas. Amar de verdad. El amor no es sufrimiento, torbellino y frenesí. El verdadero  amor, en esencia,  es paz, tranquilidad y libertad.  Algo lindo… y para toda la vida. 

Gustavo Godoy

viernes, 21 de diciembre de 2018

Nostalgia




Y de repente nos invade la nostalgia. Surgen los recuerdos de un pasado perdido. De pronto, así de la nada,  el presente se nos llena con vivencias del ayer y sentimos el dolor de aquella felicidad de antaño, hoy tan lejana. Nos persiguen las sombras de lo ausente y sin poder evitarlo extrañamos lo que  el tiempo nos ha quitado. ¿Cómo seguir viviendo cuando lo mejor de nuestras vidas ha quedado atrás? Los momentos, las personas, los pequeños detalles, los grandes amores, las risas, los sabores, los abrazos, y  tantas canciones… dejan huellas imposibles de borrar. Recordamos. No podemos olvidar. Nuestra vida se convierte en un constante evocar.  Evocamos el pasado, que  ha partido para no volver jamás. La vida se nos ha hecho chiquita.  Ahora todo se reduce a una  obstinada y tediosa existencia del carajo.

Nos sentimos nostálgicos, y no podemos evitarlo. Nos pasa. A unos más, a otros menos, pero nos pasa. En un abrir y cerrar de ojos, transcurren los años y el camino recorrido se va volviendo cada vez más largo. Se nos van quedando las cosas en las orillas. Nos encontramos cada vez más solos.  Menos son las compañías y más son los recuerdos. Es cierto. El tiempo pasa y el fuego termina convirtiendo los días  en ceniza.  Aunque nadie lo quiera, envejece la vida; y lo que antes fue luz y verdor,  hoy solo es nostalgia. Es natural extrañar. Echar de menos. Sin embargo, hay que superar las viejas páginas y seguir escribiendo nuestra historia.  La nostalgia se cura con la esperanza de un  renacer.

La nostalgia nos llega también con  sus calladas preguntas:   ¿Tan feliz fue ese pasado que ahora nos impide  seguir viviendo? ¿Un pasado bonito nos codena a un futuro desdichado? ¿Acoso no podemos ya tener grandes anhelos? La nostalgia puede ser una excusa nuestra para justificar nuestros errores.  Aferrase al pasado  revela nuestra  incapacidad de adaptarnos al ahora. Nuestros obtusos esquemas mentales. El miedo a lo nuevo. Nuestra resistencia a crecer y asumir responsabilidades. Lo que pasa es que algunos nacimos extrañando. Siempre mirando atrás al caminar. Disfrutando a medias, queriendo a medias, viviendo a medias. Nos engañamos.  Transformando en la memoria felicidades parciales en paraísos terrenales. Pero nos mentimos. Idealizamos los recuerdos. Claro que sí.  Construimos a capricho un pasado de ilusión para poder compensar un presente frenado  y sin color. Nos empeñamos en añorar lo que supuestamente tuvimos pero en el fondo sabemos la verdad.  Nos apegamos a ideas falsas y sesgadas para no reconocer la verdadera realidad de las cosas. Nuestro secreto es que esa nostalgia probablemente es simplemente vergüenza. La vergüenza que sentimos de las oportunidades que perdimos y seguimos perdiendo.  No nos perdonamos que hemos vivido una vida de miedos y límites.  Mejor dicho, no hemos sido lo que podemos llegar ser. Nos han ganado los temores. Nos ha faltado coraje.

La mayor falta de una persona consiste en no ser feliz pudiendo serlo. El tiempo no nos quita nada. Simplemente nos educa. Nos brinda sus  lecciones. Nos ayuda a crecer. Nos forja  en etapas. No toma sin dejarnos algo a cambio. Por cada perdida, obtenemos cientos de oportunidades. Un familiar que se va puede llevarnos a que honremos  su ejemplo. Un error puede convertirse en una aventura de redención. Un amor contrariado puede dar paso al hallazgo del amor verdadero. Un fracaso; en un aprendizaje para futuros éxitos.   De las ruinas puede surgir el más bello de los templos. Las experiencias nos hacen más fuertes. El heroísmo nace de la adversidad.   Si los pasados fueron grandes, los futuros pueden ser gigantes. La vida es un eterno devenir. Una trasformación infinita.

Cada momento de nostalgia es  en realidad un susurro. Es una voz que nos invita a despertar. La vida es mucha más que un eterno lamentar. Ya está bueno de culpas y de excusas. Debemos perdonarnos. Debemos aceptarnos. Debemos dejar los llantos y avanzar. Hacer las paces con el pasado. Sanar la herida. Edificar un futuro. Abandonar de una vez por todas, esos temores ancestrales que nos detienen y nos impiden vivir. Dar un salto de fe. Confiar más. Entregarse más.  Empezar a soñar.

Yo a menudo caigo en la nostalgia. Prisionero del pasado. Lo confieso. Pero me encantaría pensar que lo mejor de mi vida no yace detrás de mí,  sino en frente de mí. Quiero recordar mi pasado con felicidad y crear sobre él una vida rica en esperanza e ilusiones. Vivir mirando al frente.  Sentir  la gran pasión del camino por delante. Quiero creer que lo mejor está por venir.


Gustavo Godoy

lunes, 17 de diciembre de 2018

El amor en los tiempos del cólera





El amor en los tiempos del cólera (1985), del escritor colombiano Gabriel García Márquez, es una novela dedicada al amor. Es una exploración profunda del tiempo, la memoria,  la espera, la muerte, la familia, la vejez y las contrariedades de los amores difíciles.  Según el autor, todo comenzó con una imagen, la imagen de dos viejitos bailando sobre un bote que navegaba plácidamente por un bello río tropical. Para los detalles del relato, el escritor se inspiró mayormente en la relación de sus padres, que entrevistó con la curiosidad de un reportero.     

La trama se desarrolla en una época llena de adversidades. A principios del siglo pasado, en una región costera del mar caribe donde  cundía la enfermedad del cólera, pero sobre todo los prejuicios  y los amores imposibles.  Florentino Ariza, un joven pobre e ingenuo,   después de una mirada fugaz, se enamora perdidamente  de Fermina Daza, una joven altiva y orgullosa.  Nunca llegaron a estar solos. Nunca se tocaron ni besaron. Solo se llegaron a enviar algunas cartas. Secretamente. Por un breve momento ambos experimentaron un enamoramiento muy intenso pero esto duró muy poco. Porque al poco tiempo, después de un viaje que realizó, ella perdió su amor por él.  Luego, Fermina aceptó casarse  con un importante doctor,  y    eventualmente lo aprendió a amar  (a su peculiar manera, claro). Una decisión que tenía mucho sentido según las creencias y los valores de la época y de su entorno familiar.  En los ojos de ella,  el amorío con Florentino nació de una efímera curiosidad adolescente destinada al fracaso. Sin embargo, para él sería un amor que duraría toda una vida.

El tiempo pasó y ambos  (Florentino y Fermina) construyeron vidas por separado. El doctor Juvenal Urbina y Fermina Daza vivieron un matrimonio tradicional ajustado a las normas religiosas y sociales de aquellos tiempos conservadores. Era una relación basada en la estabilidad y las costumbres. Florentino Ariza, por otro lado, vivió una existencia muy diferente, siempre  fiel a su amor platónico, pero llenando el vacío dejado por este con innumerables aventuras de cama, aventuras que anotaba siempre en un cuaderno.  Sobrevivió a los años sin su amada con trabajo y lujuria. Sin embargo, Florentino nunca dejó de pensar en Ferrmina,  ni nunca dejó de quererla.

Después que  el marido de Fermina murió, Florentino comenzó a pretender a la viuda. Ella sin dudarlo lo rechazó. Habían pasado más de 50 años desde aquel breve  idilio juvenil. Un amor no correspondido que creció en él  a distancia, sin hablarse, sin verse, sin tocarse. Pero tan intenso y real como  el más lindo de los amores. Para Fermina los avances de Florentino eran una mera impertinencia. Sencillamente, no era el momento. Por un lado estaba el luto, que como mujer de buenas costumbres debía respetar. Y, por el otro, la edad hacía (creía ella) que un amor como el propuesto por Florentino pareciera una ridiculez. ¡Estaban demasiados viejos para esas cosas! Una idea absurda por supuesto. El amor no tiene edad ni buen momento. Es siempre y para siempre.  Renunciar al amor es renunciar a la vida. Y, además, Florentino era muy “terco”.

Claro que esta historia de amor tiene un final feliz. Con el tiempo, la fuerza de los sentimientos de Florentino lograron finalmente  ablandar el corazón amurallado de Fermina. Ella al final decidió entregarse al sutil encanto de aquel amor tardío.  ¡Ah! definitivamente, se debe reconocer que esta obra posee una mágica sumamente seductora,  y  despierta en nosotros una fuente inagotable de emociones. La nostalgia de las oportunidades perdidas, la obstinación de un querer que se resiste al desgaste de los años, los miedos de una mente orgullosa, la esperanza de que el amor todo lo puede,  el triunfo final e imparable de la paciencia y la ilusión, la gran celebración del amor verdadero. Y ahí queda para siempre  esa escena inolvidable. La de  Florentino y Fermina finalmente después de tantos años bailando de amor sobre el río Magdalena.  La heroica victoria de un amor infinito que logró vencer  todas  las adversidades.   

Ahora bien, la gran pregunta que nos plantea la novela: ¿Puede un amor no correspondido  perdurar más de 50 años sin ser destruido por el tiempo o el desconsuelo?… Sí, lo creo. Y, en algunos casos, es simplemente inevitable. No hay remedio. Algunos amores son para toda la vida. Son eternos.

Gustavo Godoy


viernes, 7 de diciembre de 2018

¿Cómo adquirir mi nuevo libro?




Amigos Queridos

 Mi nuevo libro ha sido todo un éxito. Gracias por el apoyo.  Las ventas, tanto la versión paperback como  la PDF, de la primeras semana han superado nuestras expectativas.  Los reportes son muy alentadores. El Blog también ha obtenido nuevos patricinantes. Pero todavía hay libro por  un rato largo. No te quedes sin tu copia. Hagan sus órdenes. La distribución es mundial. Pa´ luego es tarde.   Ya hay libros llegando a Estados Unidos, a Europa y a América latina.  Pasa la Navidad leyendo. 

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El libro está disponible en su versión digital (PDF). Con un simple aporte  podrías recibir tu archivo en tu correo sin problemas. La información bancaria está en el blog y abajo. No importa el monto. Sería un gesto simbólico. No hay excusa que valga. Más complicado es comprar un caramelo.  Lo importante que es no te quedes  sin tu libro. Envíame tu correo.


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Gustavo Godoy
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lunes, 3 de diciembre de 2018

El trujillano Gustavo Godoy llega con su nuevo libro "Los Anhelantes"


https://diariodelosandes.com/site/el-trujillano-gustavo-godoy-llega-con-su-nuevo-libro-los-anhelantes/

por
 Andrea Briceño



Después de su primer libro “Sin Rumbo y con delirio” del año 2017, ahora con mucho orgullo presenta su más reciente obra: Los Anhelantes. Una antología de cuentos y reflexiones, cargada de relatos sobre la soledad, el amor y la esperanza.
Godoy comenta que escribir esta obra “es una experiencia íntima y muy reveladora, sería un excelente regalo durante esta Navidad”.
Está disponible en su versión física en Amazon, pueden ordenar su copia, entra en la categoría de Narrativa / Ficción y está disponible acá: http://entrelibrosymontanas.blogspot.com/2018/11/los-anhelantes-disponible-en-amazon.html?m=1
El autor comenta que duró un año y medio para darle vida a ese manuscrito, conformado por más de 40 cuentos breves.
Gustavo Godoy comentó que su próximo proyecto será un libro para niños “Ya la ilustradora está trabajando en eso, espero publicarlo a final del próximo año”.
Godoy es un joven escritor, actualmente vive en su casa de montaña en los Andes Venezolanos, Trujillo, escribe en un blog que recibe más de cinco mil visitas mensuales www.entrelibrosymontanas.blogspot.com y escribió por varios años la columna “Entre libros y montañas” publicada por El Diario El Tiempo de la ciudad de Valera en Venezuela.
Entre sus premios están: Articulista Revelación del Año 2015 de la Asociación Trujillana de Articulistas, Colaborador de Revistas y medios alternativos en países como Costa Rica, Alemania, Argentina, Venezuela, entre otros, Autor de dos libros publicado: Sin Rumbo y con Delirio (2017)
Los Anhelantes (2018) y actualmente es el editor en jefe del portal informativo criptoresumen.com.
“Con el tiempo descubrí que el escribir era el medio ideal para drenar muchas de las cosas que nos ahogan por dentro. Porque no sólo facilita un mejor pensar sino que también alivia muchos de los enredos del corazón. Es una terapia. Escribir es mi pasión y un consuelo”.