Cuando era niño, al crecer, quería ser un titán. No quería ser bombero, abogado, veterinario, ni doctor. Tampoco quería ser un empresario, un piloto, un explorador, ni siquiera un político. Solamente, un titán. Ahora que ya he crecido en edad, aún no lo soy. Sin embargo, todavía está entre mis anhelos el poder llegar a serlo algún día.
Los titanes son seres grandes, de corazón gigante y de enorme sensibilidad. Seres generosos, compasivos y tolerantes. Un amigo, un compañero, alguien que camina junto a ti, cuando más lo necesitas. Te saluda de frente, te mira directamente a los ojos, te estrecha la mano con firmeza y te sonríe con franqueza. Da las gracias, los buenos días, y se dirige a todos con cordialidad. Trata a los demás con cortesía, cariño y respeto. Se distingue por su nobleza y por sus valores superiores. Siente un interés sincero por tu bienestar. Busca tu crecimiento. Se preocupa por tu vida. Te apoya, te comprende, lucha a tu lado y desea tu felicidad. Nunca te abandona. Te escucha con paciencia y se coloca en tus zapatos. Nunca te juzga. Y siempre está ahí para darte un abrazo fraterno y solidario.
Un titán vive acorde con sus convicciones. Honra sus promesas. Práctica sus ideales en palabras y obras. Es puntual. Valora el compañerismo, la gentileza y el amor. Piensa en los demás y no como los seres pequeños que solo piensan en sí mismos. Se alegra por tu éxito y desconoce la envidia. Perdona. No se ofende con faltas menores. No guarda rencores. Y nunca espera un pago por los favores concedidos. Agradece lo provechoso. Sirve al bien común y rinde homenaje a los héroes y campeones de la bondad.
Es curioso y admite su ignorancia cuando desconoce algo. Siempre está aprendiendo y expandiendo su saber. No se escandaliza por lo diferente e inusual. Tiene criterio propio. Y no teme el contradecir a la mayoría para defender lo justo y verdadero. No se deja llevar por las voces del conformismo, sino que usa su propia cabeza para determinar qué es lo correcto y sabio. Reflexiona antes de actuar y actúa según un principio, que siempre es moral y genuino. Afronta compromisos, riesgos y peligros en pro de lo bueno. Asume la responsabilidad de sus decisiones. Nunca culpa a los demás de sus errores. Posee un alto sentido del sacrificio y el desprendimiento. Sus horizontes son amplios e inocentes. Reconoce sus imperfecciones y siempre busca mejorar. Quiere ser excelente en lo que hace y desea que eso sea beneficioso para todos. En lo posible ayuda a los menos afortunados. No se cree más ni menos que nadie. Desestima el halago exagerado de los demás hacia él pero aplaude con entusiasmo las virtudes y la belleza en el otro. Es considerado con todos y no le causa daño a nadie. Acepta las tristezas, los desafíos y las desilusiones con valentía y aplomo. Ante la adversidad, un titán simplemente realiza su parte. Cumple su deber con dignidad. Lucha y sigue adelante a pesar de las tormentas y las desgracias.
Las personas son tan grandes como el tamaño de su humildad. Son enormes en la medida que dan, que aportan, y que contribuyen. Así son los titanes. Flores exoticas, raras y hermosas creciendo inadvertidas junto a los caminos.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 25 de Agosto 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
|