martes, 23 de junio de 2020
Donny y la batalla de las bandas
Toda la escuela estaba frente a mí. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida. El micrófono y la guitarra funcionaban perfectamente, pero me quede sin voz en medio de un silencio absoluto. Los demás miembros de la banda esperaban por mí para comenzar a tocar. Todos me miraban extrañados, porque no hacía nada. Yo no estaba bien. Los huesos de mi cuerpo se volvieron una piedra. Estaba aterrado. Me congele por completo y parecía una estatua. ¡La humillación total! ¡Oh, no! ¡Un verdadero suicidio social! ¿Cómo llegue a este momento? ¿Por qué a mí? ¡Aaah!
Bueno, les contaré. Esta historia comenzó hace tres semanas. Seguro que sacan la película, porque es un cuento lleno de sueños y muchos enredos. La película sería todo un éxito. Ahora que cuento lo que pasó me resulta bastante increíble, porque aprendí cosas muy raras e inesperadas. Sí, tiene un final realmente sorprendente. Mi nombre es Donny Valiente. Valiente es solo mi apellido, porque de valiente no tengo nada. No sé por qué, pero soy muy tímido. Siempre ha sido así. Mi pasión es la música. Me gusta el Rock y toco la guitarra. Sueño con ser una estrella y viajar por el mundo con mi banda. El único problema es que siento un miedo terrible cuando estoy frente a un público. Mi mente se pone en blanco y pierdo todos los sentidos. Me vuelto ciego, sordo y, sobre todo, mudo. La vida de un músico tímido no es fácil. Bueno, esa es mi vida.
¿Han conocido a un rockero? Como estoy seguro que la respuesta es sí, probablemente ya conocen el estilo. Irónicamente, a pesar de que todos buscamos ser originales, todos nos parecemos. Zapatos desgastados, blue jeans rotos, cabello largo y franela negra con el logo de alguna banda de rock famosa son los elementos básicos de nuestro uniforme. Claro que yo no tengo el cabello largo. Mi cabello es corto, pero pincho como los pelos de un puerco espín. Mi cuarto se parece a mí. El cuarto de un rockero es un desorden. Solía ser más ordenado, pero eso era cuando mi mamá todavía estaba con nosotros, y lamentablemente ya no está.
Debería estudiar más, pero no me da tiempo. Mi guitarra no me deja ni un minuto. Practico todo el tiempo. Por lo general, mi único público es mi pececito. ¿Vieron la película del pececito? Sí, Nemo. Tiburón, el nombre de mi pez, es un pez payaso como el de esa película. Como público es genial, solo que no habla mucho. Claro que escuchando es muy bueno. Tiburón escucha y nada todo el día. Tal vez por eso es que lo cuido y lo quiero tanto. Su gusto musical es igual al mío. Aquella tarde, en mi casa, Tibu y yo estábamos solos. ¿Y qué estábamos haciendo? Bueno, ya les dije que toco la guitarra todo el tiempo. Siempre comienzo con canciones lentas y sencillas, pero después me vuelto loco. Sí, loco. Soy ese tipo de músico que después de tocar cuarto notas empieza a saltar haciendo caras raras. Me muevo de un lado a otro como si tuviera hormigas en los pantalones.
Aquella tarde está especialmente emocionado, porque, en la noche, debía tocar con mi banda. Había una fiesta en mi escuela, y estábamos anotados para deleitar al público con nuestras tonadas rockeras. Estaba muy nervioso, pero, como mi destino es ser un gran músico, sé muy bien que debo superar mis miedos. Si no era ese día, ¿cuándo? Mi cerebro decía: Tú puedes, Donny. Mi corazón decía: Hoy te vas a morir, Donny.
Por supuesto que mi miedo escénico no es mi único problema para alcanzar mis sueños. Mi deseo es grande, pero los obstáculos son igual de grandes. No es fácil. Mi padre me tiene prohibido el rock en todas sus formas y maneras. No puedo escuchar rock. No puedo tocar rock. No puede nada. Él quiere que yo sea un ingeniero como él, y que escuche música normal. Mi padre se llama Daniel Valiente y trabaja en una fábrica de jabones. Es un hombre muy serio y conservador que piensa que el orden y la disciplina son la gran receta para tener éxito en la vida. Tener un hijo rockero fue lo peor que le puede pasar. No me entiende y quiere que yo sea igual de aburrido que él. Entonces, todo esto de ser músico ocurre a sus espaldas.
-Un Valiente nunca será un rockero – Me decía rojo como un tomate y con el humo saliendo de sus oídos.
Sin embargo, mi pasión era más poderosa que él. No lo puede evitar. Nací para ser un músico de rock y cambiar al mundo con mis canciones. Es por eso que esa noche, mientras él creía que estaba en mi cuarto a punto de dormir, me escapé por la ventana para ir a dar un concierto con mis amigos.
Mi banda se llama “Los Amos del Rock”. Ahora les voy a representar a sus miembros. Somos cuarto. En la batería, tenemos al gran Mario Gonzales. Le llamo gran Mario, porque es muy bueno en la batería. Y también porque es un poco gordito. En el bajo, tenemos a Bob. Es Bob solamente, porque no recuerdo el apellido. Lo cierto es que todo el mundo lo llama Bob. Tal vez sea el mejor bajista del mundo. En la segunda guitarra, tenemos a la encantadora Marina Gonzales. Excelente con las cuerdas y es hermana de Mario. Quizás sean morochos. No sé. Por último, en la primera guitarra y en las vocales, estoy yo. Bueno, a mí ya me conocen. Ah, se me olvidaba. También está Joel. El hermanito menos de los morochos. Oficialmente, no es miembro de la banda, porque no toca ningún instrumento. De hecho, nunca habla. No es mudo en realidad. Simplemente, nunca habla. Asumo yo que es por elección. Lo podríamos llamar nuestro quinto miembro, porque siempre está con nosotros. Durante los ensayos, nos escucha con mucha atención y expresa su satisfacción con muchos aplausos. Joel es nuestro primer y único fan.
Esa noche la teníamos difícil, porque Marina nos anota para tocar en una fiesta organizada por la escuela y teníamos competencia. Por supuesto que no éramos los únicos que tocaríamos en el evento. Ya ni recuerdo las razones de la fiesta, pero era por algo. Pero recuerdo muy bien nuestros rivales. ¡Los Reyes de la Destrucción! Sí, así mismo es. Ellos son nuestros archienemigos en esta historia. Ellos son Jack, John, Chichi y Chicho. Los favoritos del público y nuestros bullies personales. Nos molestan todo el tiempo y nunca nos dejan en paz. Ellos son los chicos populares. Nosotros somos los raros. La verdad es que somos enemigos naturales. El único problema es que siempre nos ganan. Los detesto.
Cuando los muchachos y yo llegamos a la escuela, nos sentíamos muy seguro de nosotros mismos. Habíamos ensayado por mucho tiempo y estábamos listos para dar lo mejor de nosotros ante el público. Al principio, no estaba nervioso. Al contrario, me sentía muy emocionado. Era mi gran debut, y, por fin, el mundo conocería mi talento. Las primeras bandas tocaron muy bien y la gente disfrutaba el espectáculo. Nosotros tocábamos de último, justo después de los Reyes de la Destrucción. Con cada canción, mi calma se empezaba a convertir en miedo. Todavía no había entrado en pánico, pero casi.
Llegó el turno de los Reyes de la Destrucción, nuestros archienemigos. Como era costumbre en ellos, durante toda la noche, se burlaron de nosotros, nos decían cosas y nos ponían caras. Me gustaría decirles que tocaron malísimo, pero no sería cierto. Su presentación fue la mejor hasta el monumento y al público le encantó. La reacción fue increíble y los aplausos no paraban. El éxito de nuestros rivales, debido a sus burlas, me puso aún más nervioso. Era nuestro turno, y la mente ya se me estaba nublando. Los muchachos, que sabían muy bien sobre mis miedos, me dieron ánimos, pero darme ánimos en este momento era prácticamente una misión imposible. No sé cómo, pero, por fin, logre pararme en el escenario. ¿Sería mi fin?
Entre luces y sombras, no reconocía a nadie del público. El único que logre ver fue a Joel. Ahí estaba él, sentando mirándome atentamente sin decir una palabra. De algún modo, su mirada callada me tranquilizó. Estaba a punto de empezar a tocar, pero algo ocurrió. Yo no sé, pero me distraje por su segundo y cometí el error de mirar al fondo del salón. Ahí estában Jack haciéndome muecas extrañas. Si antes estaba nerviosa, ahora estaba mil veces más. Mi rostro se volvió blanco como un papel, y me congelé. Mis manos estaban frías como un tempano de hielo. De pronto, Jack sacó una marioneta con la cara de Chucky. ¿Se acuerdan de Chucky? Sí, ese mismo. El mismito Chucky en persona llegó para atormentarme la existencia en el peor momento posible. Me gustaría decirles que logre ignorarlo y tocamos como nunca. Me gustaría decirles que fuimos la mejor banda de la noche y nuestro éxito fue total. Pero eso no fue lo que pasó. ¿Qué pasó?
El desastre, eso fue lo que pasó. En el momento que vi a Chucky me desmayé. Caí largo a largo en pleno escenario como una rana platanera. ¡Vaya debut! Lo que puedo ser la noche de nuestras vidas se convirtió en nuestra peor pesadilla. Los Amos del Rock no tocaron esa noche, porque su estrella cayó tieso del susto. Mi gran carrera como leyenda del Rock terminó antes de comenzar. ¡Cómo te odio, Chucky!
Los días siguientes, fueron terribles, porque me convertí en el hazmerreír de la escuela. Jack y sus amigos no paraban de burlarse de mí. Hasta los maestros, de vez en cuando, hacían referencia a lo ocurrido. “Espero que no se desmaye hoy, Valiente”. Y todos en el salón se reían hasta más no poder. Me sentía muy malo. En parte, por las bromas que no paraban. En parte, porque todavía soñaba con ser músico, pero ahora era un sueño que parecía muy lejano. Claro que también me sentía muy malo, porque decepcioné a mis amigos. La banda había practicado mucho y tenía muchas esperanzas para esa noche. Sin embargo, mis miedos me vencieron y lo arruiné todo.
Este fue el momento cuando decidí renunciar a la música de una vez por todas. Tal vez mi papá tenía razón. De pronto, es mejor que me convirtiera en un ingeniero de una fábrica de jabones, y me olvide de ese sueño tonto de ser una estrella. Lo mejor será que renuncie a esa idea ilusa de viajar por el mundo y cambiar a la sociedad con mis canciones. En la fábrica de jabones, ahí estaré toda mi vida. Encerrado en una oficina y cumpliendo un horario como todos. Quizás, debo escuchar a mi papá.
Claro que cuando las cosas lleguen llegan todas juntas, porque resulta ser que la escuela organizó un concurso musical para celebrar su aniversario. Todos hablaban de eso, y todas las bandas de la ciudad se inscribieron. Al parecer, el alcaide sería uno de los jueces en el jurado. El señor Montañoso, el director de mi escuela, la Escuela Las Montañas, sería juez y presentador al mismo tiempo. En una reunión, donde estábamos todos, nos explicó las reglas del concurso. El asunto era simple. La mejor banda gana. Y gana un premio sorpresa. Por supuesto, todas las bandas querían ganar.
Yo había renunciado a la música. Entonces, el concurso no era asunto mío. Claro que mi mente no podía parar de pensar en este bendito premio sorpresa. Yo no iba, pero Marina y los muchachos no aguataron la tentación. Es decir, que Los Amos del Rock participarían en el concurso, contigo o sin mí. Al principio, trataron de convencerme, pero mi renuncia era irrevocable. La música era pasado para mí. No tocaría una guitarra nunca jamás.
Marina tocaba muy bien, pero no cantaba. O sea, que necesitaban un nuevo vocalista. Ya que mi renuncia será irrevocable, realizaron un casting. Muchos participaron en el casting, pero lamento decirles que los resultados no fueron muy buenos. Es decir, todos eran terribles. Es más, todos eran tan malos que lo más difícil del castings fue decidir cuál era el peor. Pero se necesitaba elegir a uno con urgencia. Era un asunto de vida o muerte. Entonces, eligieron a Jaime Rueda. Jaime tocaba bien la guitarra, pero cantaba fatal. No podía pronunciar la erre y hablaba como si tuviera la nariz tapada. Fue una decisión desesperada. Tápense la nariz y hablen. Bueno, así hablaba Jaime. El plan fue eliminar todas las palabras con erres de las canciones, y sustituirlas con palabras sin erres. Sobre el problema de la nariz tapada, no se podía hacer mucho, pero le recomendaron que gritara. Cuando gritaba, no se notaban tanto su peculiar forma de cantar.
Mis días sin música pasaban muy lento. Extrañaba tocar mi guitarra. Incluso, Tibu no era el mismo. Los dos estábamos muy cambiados. Nos habíamos quedado sin alma. Todo era más tranquilo, pero las cosas dejaron de tener sentido para mí. Todo era una rutina. No había luz. Extrañaba a la música. Extrañaba tener sueños. Y extrañaba a mis amigos. Pensaba en el concurso todo el día. Pero mi decisión no podía cambiar. Sería un ingeniero en una fábrica de jabones como mi papá. Seré un hombre serio y normal como todos los demás. ¿Un rockero? Nunca jamás. Nunca volveré a pasar por más humillaciones. La fecha del concurso se acercaba y yo firme con mi posición. Soñar es para ilusos. Mi camino es otro. Mi futuro está en los números, en las máquinas y en los jabones.
Llegó el día del concurso y yo no había salido para ningún lado. Por un momento, pensé en ir, pero no podía. Sería algo muy doloroso para mí. La mala noticia es que Jaime Rueda lo tuvieron que operar por su problema de la nariz y ya no podía tocar con los Amos del Rock. Lo que más me molestaba de todos esto era que Jack y los Reyes de las Destrucción seguro que ganarían el concurso y se llevarían el premio, un premio que ha debido ser para nosotros. Pero esta historia tomó un giro inesperado.
Mi papá estaba muy raro conmigo. Bueno, en realidad estaba muy extrañado por mi reciente cambio. Durante aquellas últimas semanas, no fue tan severo conmigo. Yo estaba siempre muy triste, y la casa parecía una funeraria. Ya no peleábamos, pero el ambiente estaba lleno de silencio y pesadez. Yo vivo solo con mi papá, porque mi mamá ya no está. Lamentablemente, mi mama murió en un accidente, justo el día de navidad. Los dos extrañamos mucho a mi mamá. Mi papá cambió mucho con su partida. Ya no sonríe. Se volvió mucho más serio y sobreprotector conmigo. Nuestra relación es muy fría y no hacemos casi nada juntos. Vivimos juntos y es mi papá, pero en realidad somos un par de desconocidos.
El día del concurso, exactamente media hora antes de su comienzo, me toca la puerta para empezamos a charlar. Me explicó que me veía muy triste, y eso le preocupaba mucho. Yo no podía decirle que los verdaderos motivos de mi tristeza, porque de hacerlo debía confesarle que tenía años desobedeciéndolo con respecto a la música. Luego, me confesó algo sorprendente. Me confesó que cuando tenía mi edad había sido rockero también. Es más, así conoció a mi mamá, porque los dos eran miembros en la misma banda. Aja, así mismo. De hecho, la música lo pone triste, pero le recuerda que ella ya no está con nosotros. Luego, sacó una caja muy grande envuelta en papel de regalo y me la dio. Era mi regalo de navidad. Nunca llegó a dármelo, porque esa fue el día de su muerte. Estaba la caja y un sobre.
Después de hablar conmigo, mi papá me dejó solo en mi cuarto. Y yo abrí el regalo. ¿Qué era? Se van a caer para atrás, porque era una guitarra. ¡De todos los regalos! ¡Una guitarra! El regalo de mi mamá. De pronto, sentí que el alma me volvía al cuerpo, y me acorde el concurso. Tomé la guitarra y el sobre, y salí corriendo para la escuela. Fue una lucha contra el tiempo. No corrí. Volé. Logré llegar y me encontré con los muchachos. Todas las bandas habían tocado ya. Era casi seguro que los Reyes de la Destrucción serían los ganadores. Pero ahora nos tocaba a nosotros mostrar nuestro talento. Sí, tocamos. Cambié de opción y volví a ser un rockero. Fue el momento más emocionante de toda mi vida. Marina habló con el señor Montañoso y nos dieron la oportunidad de tocar.
¿Saben lo que pasó? Bueno, pasó algo realmente increíble. Mis miedos volvieron. Este es el precioso momento donde comenzó este cuento. Toda la escuela estaba frente a mí y yo, muerto de miedo. ¿Cómo llegue a este momento? ¿Por qué a mí? ¡Aaah!
De pronto, vi mi mano y noté que tenía un sobre. Sentí el fuerte impulso de querer abrirlo. Y lo hice. ¿Quieren saber qué decía? Decía: “Donny, sé valiente. Eres mi estrella. Tu mamá.” Y luego surgió en el recuerdo. Lo pude ver todo como en una película. Vi cuando ella me cantaba. Vi cuando éramos felices todos juntos. Vi cuando me ponía música para dormir. También vi a mis amigos tocando Rock y disfrutando hasta más no poder. Sentí que la música no es sobre ser famoso y viajar por el mundo. Tampoco es para impresionar al público. La música es para ser feliz. La música es vida, amor y amistad.
Esta vez estaba paralizado, pero no de miedo. Estaba paralizado de esperanza. Ese fue el momento cuando reconocí al rostro de Joel en medio del público. Me miró y gritó: ¡Donny, tú puedes! ¡Joel habló! No lo podía creer. Y toda la escuela comenzó a aplaudir. Ahí fue cuando comenzamos tocar como los dioses. Nos convertimos en los verdaderos Amos del Rock. Las auténticas estrellas de la noche. Sacudimos la sala con nuestra música. Ese día el mundo cambió con el poder del Rock.
Para mi sorpresa, mi papá también estaba ahí. No estaba molestó conmigo. Todo lo contrario, estaba muy feliz y me apoyó con sus aplausos. Los dos estábamos muy felices esa noche. Ese concurso nos hizo los mejores amigos. Fue un día increíble y muy especial. ¿Quieren sabes si ganamos el concurso?
Bueno, la cosa no resultó ser tan fácil. El jurado se tomó más una hora para decidir. El público nos apoyaba. Pero la batalla estaba entre los Reyes de la Destrucción y nosotros. De pronto, el Alcalde de la ciudad salió con un papel en la mano. En ese papel, estaba el ganador. Los ganaderos son: ¡Los Amos del Rock! Ganamos. Después de tanto sufrir, ganamos el concurso y no podíamos parar de gritar de la alegría. Los Reyes de la Destrucción perdieron y estaban muy molestos. Salieron de una vez quejándose de la decisión. Fue lo máximo. ¡Ganamos!
Luego, todo se calmó. El evento terminó, y todos comenzaron a salir de la escuela por irse a sus casas. Nosotros queríamos celebrar, y decidimos irnos a la casa de los hermanos Gonzales. Le pedí permiso a mi papá, me dijo que sí. En la salida, nos encontramos otra vez con el Director y el Alcalde.
-Hey, un minuto. ¿Y el premio sorpresa?- Dijo Mario.
El Alcalde y el Director se miraron con asombro. El Alcalde nos dijo – Ah, lo siento, jóvenes. Se nos olvidó lo del premio. ¡Qué gran descuido! El premio es un viaje para representar a la ciudad en un concurso de bandas con todos los gastos pagos-
-¿Y para dónde?- Preguntó Marina.
-Para Hollywood, Los Ángeles, California- Dijo el Director.
Nosotros nos miramos y gritamos juntos: ¡¡¡Para Hollywood!!!
¡Nos vamos a Hollywood! Nunca paren de soñar. Es decir, amigos, esta historia continuará.
Niños en un taller literario ( Libreria El Clip 2019) en colaboracion con Gustavo Godoy