Lo social y lo personal están estrechamente relacionados. Existe un acuerdo implícito de ayuda mutua entre el individuo y su contexto. O, dicho de otro modo, un propósito de vida sano es lograr la armonía con nosotros mismos y nuestro entorno.
Algunas personas pueden sentir que han sido tratadas injustamente en el pasado y, por lo tanto, creen que tienen derecho a tomar más de lo que deberían, ya que sienten que la sociedad les debe algo. O, simplemente, deciden darle la espalda al mundo. Lo que rompe la armonía y crea antagonismo.
Estas actitudes o comportamientos se centran en el propio individuo y sus intereses, en detrimento de los demás o de la sociedad en general.
Cuando una persona no valora a los demás o los ve como una amenaza, puede desarrollar actitudes negativas como la vanidad, el narcisismo, el hedonismo, el egoísmo y el cinismo.
Quienes se sienten aislados del resto del mundo. Piensan que el mundo los ha dejado solos. Se llenan de rencor y no quieren colaborar. Por temor a ser abandonados o maltratados de nuevo, se vuelven solitarios y autosuficientes, y rehúyen las relaciones íntimas. Adoptan una actitud cínica e individualista ante la vida. Piensan que solo deben cuidarse a sí mismos y que nadie es digno de confianza. Su única salida es hacer lo que les plazca. Y eso es lo “justo” para ellos. Piensan que no tienen obligaciones con nadie y el mundo debe respetar su libertad y su voluntad. Su única meta es vivir para sí mismos y sobrevivir.
Pero ese mundo de uno solo puede ser muy triste. Nos falta algo. Al pasar el tiempo, nos damos cuenta de que vivimos en una isla desolada. Necesitamos conectar. Necesitamos encontrarnos con el otro. Añoramos la compañía. Pertenecer a algo más grande. Querer al mundo. Sentir compasión por los demás. El camino hacia la plenitud del uno que quiere ser parte del todo.
La historia de Jonás y la ballena es una de las más conocidas de la Biblia. Jonás era un profeta que recibió la orden de Dios de ir a Nínive y predicar contra la maldad de sus habitantes. Pero Jonás desobedeció a Dios y huyó en un barco en dirección opuesta. Jonás huyó de su destino por una vida sin timón, ni rumbo fijo. Una vida a la deriva.
Dios envió una gran tormenta que amenazaba con hundir el barco. Los marineros, al darse cuenta de que Jonás era el responsable de la tormenta, lo arrojaron al mar.
Fue entonces cuando una ballena gigante lo tragó. Jonás pasó tres días y tres noches en el vientre de la ballena, donde oró a Dios y se arrepintió de su desobediencia. Finalmente, la ballena lo vomitó en la playa, y Jonás se dirigió a Nínive para cumplir la misión que Dios le había encomendado.
El vientre de la ballena es una metáfora que se utiliza para describir un espacio de oscuridad y soledad que puede llevar a la reflexión y al cambio.
La historia de Jonás y la ballena nos enseña que no podemos escapar de nuestras responsabilidades y que debemos ser fieles a nuestros compromisos. En ocasiones, es necesario sacrificarnos por un bien mayor.
También nos recuerda que siempre hay una segunda oportunidad para rectificar nuestros errores y hacer lo correcto. Nunca es tarde. Siempre podemos sanar nuestras heridas con el mundo. La historia de Jonás y la ballena nos enseña cómo crecer y ser adultos de verdad.
Pienso que esta historia nos hace reflexionar sobre el deber social. Es una historia sobre los peligros de la irresponsabilidad. Y sobre la nobleza de cumplir con nuestra parte. Nos habla de la importancia de contribuir. Por increíble que parezca, una vida de cooperación y solidaridad es más rica que una vida ensimismada.