La realidad es un lugar de abundancia y escasez a la vez. O sea, la respuesta por defecto es 'no'. Sin embargo, para obtener un 'sí', ciertas condiciones aplican.
Ahora bien, el universo es como un enorme bazar persa, solo que en vez de alfombras voladoras y lámparas de Aladino, está lleno de puertas. Puertas que llevan a cosas que creemos necesitar: amor, éxito, pizza, tatuajes, Netflix y flips de dulce de leche. Es decir, es como si el universo fuera un repartidor muy ocupado que te ha enviado un millón de paquetes, pero los ha escondido detrás de puertas cerradas.
Todas esas puertas están cerradas con candado. La voz cósmica dice: '¡Quiéreme y dame un masaje antes de que te dé algo!' Y no es que el universo sea malo, es solo que no es muy generoso con los perezosos. Al parecer, todas las piezas de la gran máquina deben cumplir con una función.
Y ahí estamos nosotros, golpeando puerta tras puerta, suplicando, sobornando o simplemente esperando que alguien nos abra. Pero para que nos abran la puerta y nos inviten a comer, es necesario presentar una oferta atractiva. O sea, sin un buen trato, las puertas permanecen cerradas.
¿Por qué? Bueno, porque el universo, por alguna razón, decidió que la fruta no camina sola. O sea, si quieres un banano, no te quedes mirando el árbol. Trepa, lucha contra los monos, evita las abejas... ¡en fin, haz el esfuerzo! Porque abajo, lo único que te caerá encima serán hojas y, quizás, algún pájaro enojado.
Imagínate, necesitas un martillo. Pero tú no haces martillos, ¿verdad? Entonces, necesitas a alguien que sí los haga y que además esté dispuesto a darte uno a cambio de algo. Además, la persona que desea algo debe encontrarse con aquella que puede proporcionarlo. Por lo tanto, es un asunto de capacidad, voluntad y oportunidad. En pocas palabras: tienes que ser bueno, quererlo mucho y tener suerte de que no se te haya adelantado tu vecino.
Cierto. El universo es una máquina expendedora de sueños, pero tienes que saber el código secreto para cada botón.