domingo, 25 de agosto de 2024

El universo: ¡Un bazar persa con candado!


 


La realidad es un lugar de abundancia y escasez a la vez. O sea, la respuesta por defecto es 'no'. Sin embargo, para obtener un 'sí', ciertas condiciones aplican. 


Ahora bien, el universo es como un enorme bazar persa, solo que en vez de alfombras voladoras y lámparas de Aladino, está lleno de puertas. Puertas que llevan a cosas que creemos necesitar: amor, éxito, pizza, tatuajes, Netflix y flips de dulce de leche. Es decir, es como si el universo fuera un repartidor muy ocupado que te ha enviado un millón de paquetes, pero los ha escondido detrás de puertas cerradas. 


Todas esas puertas están cerradas con candado. La voz cósmica dice: '¡Quiéreme y dame un masaje antes de que te dé algo!' Y no es que el universo sea malo, es solo que no es muy generoso con los perezosos. Al parecer, todas las piezas de la gran máquina deben cumplir con una función.


Y ahí estamos nosotros, golpeando puerta tras puerta, suplicando, sobornando o simplemente esperando que alguien nos abra. Pero para que nos abran la puerta y nos inviten a comer, es necesario presentar una oferta atractiva. O sea, sin un buen trato, las puertas permanecen cerradas.


¿Por qué? Bueno, porque el universo, por alguna razón, decidió que la fruta no camina sola. O sea, si quieres un banano, no te quedes mirando el árbol. Trepa, lucha contra los monos, evita las abejas... ¡en fin, haz el esfuerzo! Porque abajo, lo único que te caerá encima serán hojas y, quizás, algún pájaro enojado.


Imagínate, necesitas un martillo. Pero tú no haces martillos, ¿verdad? Entonces, necesitas a alguien que sí los haga y que además esté dispuesto a darte uno a cambio de algo. Además, la persona que desea algo debe encontrarse con aquella que puede proporcionarlo. Por lo tanto, es un asunto de capacidad, voluntad y oportunidad. En pocas palabras: tienes que ser bueno, quererlo mucho y tener suerte de que no se te haya adelantado tu vecino.


Cierto. El universo es una máquina expendedora de sueños, pero tienes que saber el código secreto para cada botón.


Gustavo Godoy

De Einstein a TikTok: La googlelogia de la insensatez

 


Antes, para poder opinar sobre la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica, tenías que ser alguien con un doctorado, el cabello despeinado y una barba de tres días, en un cuarto lleno de libros y pizarras. Ahora, después de un TikTok y un café con leche, ya eres un experto en multiversos y agujeros negros. 


Nos anotamos por la democratización del conocimiento, pero nos ganamos la revolución de la estupidez. ¡Bingo! El premio es una entrada para una fiesta de cumpleaños donde todos traen su propio pastel. Lo que pasa es que el pastel está hecho de pura paja y plumas.  

En la era de la 'post-verdad', donde los hechos son opcionales y las opiniones son absolutas, no sorprende que alguien que no sabe ni sumar se atreva a desafiar a un premio Nobel. ¡Confía en mí, lo leí en un meme! Después de todo, quién necesita pruebas cuando tienes un perfil en Instagram. 

Un tipo dice que la Luna es un queso suizo gigante y que las vacas son espías extraterrestres enmascarados de bovinos. Y la gente lo sigue como si fuera el nuevo Mesías. ¿Qué sigue? ¿Qué los dinosaurios todavía existen, pero trabajan en Starbucks? El mundo está lleno de genios, y algunos incluso tienen público. ¿Qué será lo próximo? ¿Que los políticos son honestos y que los lunes son divertidos?

El pensamiento crítico es como hacer dieta: todos hablan de hacerlo, pero nadie realmente lo practica. Es decir, hasta que se dan cuenta de que la pizza de piña no es una buena idea.

Tener una opinión muy fuerte sobre algo que no entendemos es como estar seguro de que puedes volar después de ver a Superman en una película.

Ahora la verdad absoluta se encuentran en los comentarios de un meme. Al final, la única verdad que parece importar es la que nos hace sentir bien, aunque sea tan absurda como creer que los reptilianos controlan el mundo o que Bad Bunny canta mejor que Adele.

Hemos pasado de la era de la razón a la era de la irracionalidad social. Así que la próxima vez que alguien te diga que la Tierra está sostenida por una tortuga gigante y que todo lo leemos en internet es automáticamente cierta, no te sorprendas. Después de todo, ¿quién necesita pensamiento crítico cuando tienes una teoría de conspiración y una conexión Wi-Fi? 

Gustavo Godoy




viernes, 23 de agosto de 2024

La tragedia de querer estar en todo

 


Antes, nuestros antepasados se la pasaban cazando mamuts, trepando árboles y enfrentándose a osos. Hoy, pasamos ocho horas diarias frente a una pantalla, simulando productividad mientras actualizamos nuestro perfil de LinkedIn.

En busca de vidas más interesantes, llenamos nuestro tiempo libre (que ya no es tan libre) con clases de chachachá, yoga caliente y carreras de obstáculos. Hacer nada parece haberse convertido en un lujo inasequible. Lo peor es que nos sentimos culpables por descansar. ¡Incluso ir al baño descuadra nuestra agenda! ¿Quién hubiera imaginado que la evolución nos llevaría de cazar mamuts a cazar 'me gustas' en Instagram?

Buscamos la felicidad en gimnasios, clases de cocina internacional o en obras de teatro alternativo. Al final, ¿qué obtenemos? Un cuerpo dolorido, una mente exhausta y la sensación de no estar viviendo como una Kardashian (aunque, sinceramente, no me gustan las Kardashians).

Antes, ser vago era casi un arte. Te tirabas todo el día en el sofá, comiendo pizza y viendo películas de kung fu. ¡Era glorioso! Ahora, viendo videos de gatos en YouTube, te sientes como un fracasado existencial.  

Quiero ser Indiana Jones: escalar montañas, bucear con tiburones y aprender a tocar el ukelele. Pero, al mismo tiempo, quiero dormir hasta el mediodía sin consecuencias. ¡La paradoja del posmodernismo!

Se podría decir que ser un héroe en estos tiempos es como ser una estrella de Hollywood: todos anhelan el papel principal, pero nadie quiere lidiar con los paparazzi y los problemas de salud mental que conlleva. En otras palabras, el éxito es agotador. Quisiera ser el rey de la siesta, pero la sociedad me pide que sea Iron Man 24/7.

 

 Gustavo Godoy