Una cultura de cooperación, de integración y de interdependencia es
fundamental para el funcionamiento adecuado de un grupo social
avanzado y feliz. El uso de la agresión en las relaciones humanas es
un signo de barbarismo. El hombre violento esta frustrado, marginado,
aislado y sus lazos con los demás son débiles. Su visión del mundo es
triste y limitada. Este tiene una actitud antagónica ante el otro. Se
siente pequeño, amenazado y tiene miedo. Básicamente, la violencia
nace cuando el individuo inseguro siente que la fuerza es su única
opción para sobrevivir.
Necesariamente, las sociedades complejas requieren normas sociales
más refinadas y elaboradas que alcancen a todos, círculos éticos
amplios con una creciente importancia de una conciencia moral que
regule la acción para el bien individual y común. La violencia es un
problema cultural y debe ser abordada como tal.
La mejor manera de solucionar este problema es atacarlo desde la raíz.
Hay que fomentar una sociedad que reconozca a sus miembros, que los
incluya y los valore. La falta de una identidad bien definida, la
disparidad entre sectores, el aislamiento, la desintegración social, y
la inestabilidad política son factores que contribuyen a una atmosfera
violenta. Por otra parte, unas instituciones públicas
estabilizadoras, un alto nivel literario y artístico, el intercambio
beneficioso, y lazos sociales interconectadas fomentan un sentido de
identidad, de pertenecía que tienden a formar una estructura
psico-social común. Esta cohesión social reduce las expresiones
violentas entre las personas.
Por todo el planeta, las calles están llenas de pequeñas y grandes
disputas. En lo cotidiano, la contienda está siempre presente. Sin
embargo, ahora más que nunca es cuando, las personas públicas y
actores culturales deben ser ejemplos del ciudadano ideal. Su
retórica y conducta deben ser constructores de puentes, no muros. La
fraternidad y el respeto al otro son elementales. Para crear un
ambiente más agradable y armónico, los conflictos deben ser
transformados en el civismo y la compresión.
Es fundamental exaltar modelos positivos de conducta principalmente en
la figura de los padres, los maestros, y los líderes empresariales y
políticos cambiando así la familia, las escuelas, los sitios de
trabajo y las instituciones públicas, pilares de la sociedad. La
figura paternal inestable y autoritaria, los maestros arrogantes y
desmotivadores, y los líderes sábelo todo y prepotentes deben ser
sustituidos por modelos más civilizados, más humanos. Es necesario
usar nuestro carácter y actitudes personales para este cambio. Una
cultura violenta se modifica con muchos individuales no violentos.
Los países necesitan enfocar sus esfuerzos en fortalecer la sana
convivencia, la educación, la cultura. Vivimos tiempos donde reinan
las pasiones pero debemos recordar siempre que los somos amigos, no
enemigos, que por encima de nuestros intereses esta la solidaridad
humana. Como siempre, tenemos que empezar con nosotros. El poder del
ejemplo es el mejor camino hacia el mundo que queremos.
Solo cambiando nuestra actitud, podremos cambiar al mundo.
Gustavo Godoy
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 02 de octubre de 2015 en la columna Entre libros y montañas
Excelente...
ResponderEliminar