El problema con los espejos es su carácter ilusorio. En realidad, son un engaño. Cuando nos contemplamos en un espejo, no vemos objetivamente. Vemos solo una ilusión. Vemos la imagen que más nos complace. He ahí la trampa.
Al nacer, sentimos que todo nos pertenece. Esa fina línea entre lo interno y lo externo resulta algo borrosa. Para un recién nacido, lo subjetivo todo lo domina y el exterior es una mera extensión de sí. De hecho, el exterior no existe. El yo y el todo son la misma cosa. Esto es porque el infante carece de sentido de realidad. No entiende cuál es su relación con el mundo porque el se cree el mundo en su totalidad. Lo que no es él no existe. Lo interesante es que al crecer, con el tiempo, este fenómeno en vez de desaparecer se complica.
Un espejo es un objeto inquietante porque nos permite percibir al mundo como un simple reflejo de nosotros. Nos convertimos en el universo entero. En el espejo, vemos lo mejor de nosotros. El nos permite ver lo que queramos ver. Ahí nadie nos contradice. Es un lugar mágico donde la imaginación se transforma en realidad. Sin embargo, hay personas que sienten vergüenza al verse en un espejo. Esto es cierto tanto para los espejos como para las fotografías. Hay personas que sienten vergüenza de su imagen fotográfica. ¿Por qué ?
Sin lugar a dudas, este planeta está plagado de locos. Y la variedad es innumerable. Hay de todo tipo. Estamos los vanidosos. Seres inseguros que necesitan de los halagos para poder disipar sus dudas internas. Estamos los egoístas. Seres miedosos que necesitan poseer todo para sentirse más tranquilos. Estamos los frustrados y deprimidos. Estos son los eternos insatisfechos que encuentran injusticias en todos lados y viven como víctimas en el retiro, llenos de rabia y tristeza. Estamos los idealistas. Estos son los que se enamoran de algo para vivir de ese amor ingenuo. También estamos los narcisistas. Seres delirantes que han eliminado el mundo para poder interpretarse como mejor les convenga. Y la lista sigue infinitamente. Pero lo más seguro es que todos somos una mezcla de todas estas tipologías. Es difícil saberlo a ciencia cierta. Todo depende del individuo en cuestión.
El problema de los espejos es su carácter ilusorio. Y nada es más difícil de soltar que una ilusión. A veces, nuestro único consuelo son nuestras fantasías. Cuando Narciso se enamoró de su propia imagen en el espejo, toda su existencia se volvió familiar. Todo giró en torno a sus gustos, sus valores y sus delirios. Dejó de existir lo desconocido, lo hostil y lo peligroso. Sorprendentemente, el mundo se ajustó perfectamente a sus deseos y de ese modo su realidad se convirtió en un dulce paraíso. Era una ilusión, pero una muy bonita. Incomprensible para los demás, pero fascinante para él.
El mundo es un gran espejo. Lo que vemos revela más de nosotros mismos que del mundo en sí. Narciso se dejó seducir por los misteriosos encantos de su pequeño universo. Un universo fantástico pero, al mismo tiempo, hermoso. Siempre me he preguntado:De todos los finales posibles, ¿Por qué será que su final fue el de convertirse en una linda flor?
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 22 de Septiembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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