El filósofo alemán Friedrich Nietzsche en una de sus primeras
publicaciones “El origen de la tragedia”, explora el origen y el
desarrollo de la tragedia griega, y plantea la dicótoma de las
mentalidades apolínea y dionisíaca presentes en el arte.
Por un lado, esta Apolo. Es el dios del sol, la belleza y la forma. Es
símbolo de la luz, la medida, la estructura y la mesura. Representa
el proceso de individuación y el racionalismo al estilo socrático.
Por otro lado, en diametral oposición, esta Dionisio. Es el dios del
vino, la intoxicación y la vida. Es el símbolo de lo oscuro, lo
informe, el instinto y la pasión. Representa el rompimiento con
todas las barreras y todas las limitaciones.En los ritos Dionisiacos
de la Grecia antigua y en los bacanales de Roma, los devotos ebrios
pasaban a ser uno con el flujo de la vida misma. La división
sujeto-objeto desaparecía. En estas orgias, el ser era uno con el
mundo en una especie de clímax orgásmico.
Nuestra imagen y nuestros hábitos siempre están asociados con
nuestras ideas sobre la sociedad y el mundo. En la Grecia antigua,
mientras los pitagóricos se vestían de blanco, usaban ungüentos
perfumados y se bañaba regularmente, los filósofos llamados cínicos
ostentaban una apariencia muy distinta. La estética cínica estaba en
coherencia con su concepción de la realidad.
Los cínicos desdeñaban la higiene corporal, los cosméticos y la moda
en rechazo al orden social convencional. Se vestían de manera
desaliñada con un simple pedazo de tela rustica que contrastaba con
las telas finas de los comercios griegos de la época como signos de
renuncia, sencillez y desprendimiento.
Los filósofos cínicos usaban una larga barba para afirmar su
proximidad a las bestias del mundo animal. El cabello largo y
descuidado recordaba los patrones del reino vegetal. Su deseo era
volverse salvaje. La densa cabellera y la barba tupida es la barbarie
en el repudio a la civilización. Los cínicos vivían como vagabundos
solitarios e itinerantes como señal del distanciamiento que buscaban
con mundo formal de los hombres.
Otro ejemplo. El célebre novelista León Tolstoi nació dentro una
familia de nobles en la Rusia del siglo XIX. Durante su infancia y
juventud vivió como un típico hidalgo ruso. Pero, luego, se convirtió
en asceta. Leía mucho a Rousseau, estudio a Schopenhauer, alababa a
Lao-Tzu y decidió parecerse a los cinicos. Quería vivir en estrecho
contacto con la naturaleza y desafiaba constantemente las normas de
la sociedad establecida. El excéntrico conde usaba una barba
larguísima, era sucio como un santo y vestía como el más humilde de
los campesinos.
La estética de los cínicos y los elementos dionisiacos siempre se
han interpretado como símbolos de irreverencia y formas de expresión
utilizadas por todo crítico del sistema. La noche, el color negro,
la música, las drogas, el sexo y el nudismo, entre otros, son símbolos
de desenfreno, caos y rebeldía por su carácter dionisiaco. Por ello,
las comunidades filisteas con fuertes mentalidades apolíneas desean
controlarlo todo y censuran vehemente los elementos dionisiacos para
someter al ser humano en el conformismo e imponer un orden mecánico a
la vida.
El famoso escritor y premio nobel de literatura Albert Camus dice “Me
rebelo, luego existo”
Gustavo Godoy
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 31 de julio de 2015 en la columna Entre libros y montañas