El
escritor Hermann Hesse en su novela el Lobo Estepario nos narra el conflicto
interno de su personaje Harry Haller que vive como un extraño dentro del mundo
burgués. La novela inicia el día que Harry alquila una habitación en una
urbanización de clase media en la casa de una dulce señora burguesa. El hogar
del burgués es seguro, ordenado, limpio, rutinario, y decente. Todos son
trabajadores, familiares y ciudadanos ejemplares. Los domingos van a las
iglesias y siempre pagan sus impuestos. Todos siguen las reglas y están
ansiosos por hacer las cosas de la manera más perfecta posible. Harry Haller
detesta lo burgués. Para el, es un ambiente asfixiante. Vive entre ellos, pero
no es feliz. Siente que no pertenece a ese mundo. Es un lobo estepario.
Como
lo uso aquí, el término burgués es intercambiable con el de filisteo. No lo
empleo con su connotación política y económica dentro de la teoría marxista
sino como es usado a menudo en los clásicos de la literatura, sobre todo en el
siglo XIX. Un burgués o un filisteo es una persona que toma en serio todos los
convencionalismos sociales tradicionales, preocupado solo por el dinero y
carente de toda sensibilidad para la literatura, las artes y lo intelectual. En
este contexto, su antítesis seria el bohemio o el artista. Nada que ver con el
sentido comunista o socialista de la palabra. Es un estado del alma, no es una
realidad política o económica. La palabra burgués viene del francés bourgeis que quiere decir ciudadano.
Mientras que la palabra filisteo viene del pueblo de comerciantes del
mediterráneo en la antigüedad. Por otro lado, bohemio viene de la región de
Bohemia en Europa asociada con los gitanos y su vida errante.
El
filósofo alemán Arthur Schopenhauer presenta “El filisteo como un ser que se
deja engañar por las apariencias y toma en serio todos los dogmatismos
sociales: constantemente ocupado de someterse a las farsas mundanas.”
La
santa trinidad del mundo de los filisteos es el trabajo, la familia y la
sociedad. Su vida consiste exclusivamente en trabajar, casarse, criar niños y
seguir las normas de la sociedad establecida.
Sus
ideas son obtenidas de la iglesia, el Estado y la opinión pública. La burguesía
descansa su moral en la policía y su arte en las corporaciones. La existencia
burguesa busca lo práctico, lo conveniente, lo seguro y lo cómodo.
La
rivalidad entre la burguesía y la bohemia es eterna. En la novela Ulises del
irlandés James Joyce nos encontramos que el personaje del intelectual Stephen
Dedalus tenía más de seis meses que no tomaba un baño. Ha renunciado a la
religión, ha acudido al arte y a la filosofía por consuelo. El excéntrico grupo
de escritores llamados los beats en
el barrio neoyorquino de Greenwich Village de los 50s. Eran ociosos melenudos
de barba rala que vestían de forma desaliñada, dormían en un colchón en el
piso, tenían una vida disipada, desordenada, sin rutina, sin trabajo y sin
familia. Consumían marihuana y alcohol mientras bailaban jazz y tenían sexo
hasta el amanecer. Para satisfacción de los bohemios, este tipo de
comportamiento siempre escandalizan a los burgueses.
El
bohemio abraza la vida, el filisteo el dinero. Uno escoge calidad, el otro
cantidad. El bohemio crea, el filisteo imita. El bohemio ama la libertad y
busca ser autentico. El filisteo ama la seguridad, sobrevive sometiéndose al
grupo y cuidando su apariencia. Uno tiene su personalidad, el otro tiene sus
propiedades.
La
vida bohemia es sobre sensibilidad, expresión, libertad, creatividad y la
originalidad del individuo. La vida del burgués o filisteo es sobre todo lo
contrario.
Gustavo Godoy
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes17 de julio de 2015 en la columna Entre libros y montañas
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