El escritor checo Franz Kafka consideró
que para poder escribir era mejor permanecer soltero y decidió nunca casarse.
El filósofo Danés Søren Kierkegaard rompió
su compromiso con su prometida Regin Olsen por creer que no estaba hecho para
el matrimonio. El controversial filósofo alemán Friedrich Nietzsche
probablemente nunca tuvo una genuina experiencia amorosa. La vida del novelista
ruso Fyodor Dostoyevsky fue una sucesión de infortunadas
aventuras con las mujeres. Nadie dijo que sería fácil ser un
solitario escritor y poder mantener al mismo tiempo una
equilibrada vida sentimental.
Los verdaderos compañeros de un escritor
son sus libros y el mundo que ha creado. Está y no está. En
realidad, siempre está en otro planeta. El escritor, como muchos otros
creadores, frente a los demás siempre se ve un poco
ausente, un poco distante, algo distraído. Eso es porque el
escritor habita en un lugar de ideas y sueños. El hecho es que el
oficio del escritor es el más solitario de todos los oficios porque nadie puede
pensar por uno, nadie puede escribir por uno. El escribir atrae como la miel a
los solitarios porque es una vía donde pueden expresar su ser
interior como ninguna otra vía. Si publica lo escrito o
no, es solo un detalle de poca importancia. Realmente, escribe solo
para sí mismo y solo de sí mismo.
Convivir con un escritor es como convivir con un gato. Es estar en la presencia de un ser desconectado, autónomo, y ensimismado. Para estos personajes, el sentido de la vida no necesariamente depende de la interacción con las demás. Su rico interior le aporta todo lo que necesita. La mayoría trabaja desde la sensibilidad y desde lo vulnerable. Entonces, requieren mucha soledad y tiempo libre. Para él, el oficio de escribir es un encuentro perenne consigo mismo. Escribir lo convierte en un dios, un creador de mundos. Y simplemente no tiene tiempo para las pequeñas cosas de lo cotidiano. En vez de estar buscando el pan para la cena o reparando el lavamanos, está buscando la palabra adecuada para expresar sus sentimientos, o tal vez ideando el trágico desenlace de la historia de amor que está escribiendo. Su intención no es causar daño a los demás. Es solo que a pesar que lo vemos junto a nosotros, la verdad es que no está ahí. Está en otro planeta. Él sencillamente vive en su imaginación.
Para el creador, la vida real resulta gris al
compararla con la brillante realidad que ha creado para
sí. Debido a su carácter soñador y libertario rara vez goza
de una vida funcional. En otras palabras, es un desastre. Visita el exterior
como un turista y únicamente para cazar material para edificar su obra. Es el
hecho de crear algo nuevo y fantástico su verdadera recompensa. Su obra a pesar
de su valor artístico y filosófico tal vez no tenga valor comercial o social.
Por lo general, descuida con facilidad los aspectos prácticos de la vida. Es
por eso que la vida del escritor es una senda llena de frustraciones,
excentricidades y desafíos financieros. No es fácil estar junto a uno de estos
seres.
Para el alma dispuesta a convivir con un escritor,
la vida es un constante reto. Comprender a un escritor y sobre todo llegara
quererlo toma un esfuerzo adicional. Convivir con
él es difícil. Sin embargo, si se presta la suficiente atención
y se llega a descubrir su mundo interior, uno
será parte de algo mágico y extraordinario. Y lo más seguro que como
recompensa por soportarlo, por medio de su obra, te haga inmortal.
Serás la musa de sus historias. Serás la protagonista de su mundo de amor,
fantasía y resplandor.
Gustavo Godoy
Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 29 de marzo 2016
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