Muchos de nosotros vivimos de distracción en distracción. Saturamos nuestras agendas con actividades. Ostentamos nuestro supuesto éxito con el objetivo de convencer a los demás de algo que en muchos casos no nos convence mucho a nosotros mismos. Corremos sin parar para no pensar. Siempre le hacemos el juego a la negación pero en el fondo reconocemos que existe una brecha , a veces pequeña , a veces grande, entre nuestros anhelos más profundos y la dura realidad. Nos ocupamos totalmente como un mecanismo de defensa. Sin embargo, cuando se apagan las luces y la gente se va ,a veces , no queda otro opción que ser sinceros con nosotros mismos en nuestra propia soledad. ¿Soy aquel quien quiero ser ? ¿Es mi vida la vida que verdaderamente quiero tener?
Pocos son los afortunados que se sienten completamente realizados. Por lo general, somos invadidos por el deseo de algo más. La plenitud total es algo muy raro. La insatisfacción es mucho más común. Nada parece estar completo. Siempre hay un pero. A veces sabemos lo que queremos pero eso por el momento parece no ser posible. Tal vez queremos cambiar algo pero sentimos que no podemos. La impotencia de no poder tener lo que queremos tener a veces resulta demasiado intimidante. Querer un mundo que no es nos puede llevar a un mar de frustraciones. Creemos no tener las fuerzas suficientes para resistir la tormenta. Entonces, preferimos renunciar a los grandes anhelos. Preferimos reprimir nuestros deseos escondiendonos detrás de las distracciones y construyendo una zona de comodidad.
Es difícil abandonar el lugar fijo para caminar a cielo abierto. La rutina no es una compañera fácil de dejar. Es la costumbre y los prejuicios una prisión invisible tan fuerte como el miedo. El hábito de hacer lo mismo todo el tiempo es el principal culpable de nuestro letargo, ese territorio seguro pero tan espantoso como el infierno de Dante. Nos empeñamos obstinadamente a que las cosas solo deben que ser de una forma. Entonces, encontramos defectos hasta en el paraíso. Creamos problemas imaginarios debido a nuestros obtusos esquemas mentales. Y realmente no arriesgamos lo suficiente. Nos cerramos a la posibilidad de que nuestra vida sea otra. Evadimos el amor, los sueños y lo nuevo para escondernos en ese mundo predecible que hemos construido para justificar nuestras inseguridades.
Existen momentos en la vida cuando debemos saltar al abismo sin muchas consideraciones. Ya se verá si nuestras alas han madurado o no. Estar vivo implica exponerse al peligro de veces en cuando. A veces hay que simplemente decir que sí y no mirar para atrás. Adiós al pasado! Adiós a los viejos rencores y a los eternos temores! Adiós a la tiranía de lo conocido! Dar el paso hacia adelante y aventurarse a territorios inexplorados. Ahí está el crecimiento personal. Ahí está ese ideal aun no encontrado.
Con frecuencia, me pregunto si realmente soy feliz con la vida que escogí. Y siempre mi honesta respuesta ha sido la misma: Si , no y tal vez. En algunos aspectos sí, en otros no, en otros no se. En cada momento feliz siempre hay una tristeza , en cada tristeza hay una esperanza, y en cada esperanza hay una duda. Mi vida tiene muchas satisfacciones pero también muchas desilusiones. Errores muchos, aciertos algunos. Supongo que cada quien a su manera está ocupándose poco a poco en buscar su felicidad. Nadie dijo que sería fácil. Pero se debe seguir insistiendo y nunca rendirse. En el fondo, seguramente todos somos un trabajo en proceso.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 17 de Marzo 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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