Era una epoca dificil en la vida del joven Paris porque aún no había encontrado su verdadera vocación. Estaba algo desorientado y carecía de un plan concreto. No sabía lo que quería realmente porque aún estaba conociendose. Los moldes que le imponía la sociedad no se ajustaban a su medida. Y no hacía otra cosa que participar en un lento viaje de autodescubrimiento. Sus familiares ya estaban frustrados. Al principio fueron muy comprensivos pero debido a la larga duración de este supuesto viaje ya últimamente estaban perdiendo la paciencia. Los argumentos de la familia de hecho eran muy sensatos. El muchacho debía crecer y asumir la responsabilidad de su vida. El no podía vivir sin aportar a la economía doméstica de forma indefinida . O por lo menos debía hacer algo productivo. Estudiar, trabajar, mudarse, o algo. Las semanas se le pasaban tocando la guitarra, leyendo libros de poesía, visitando a los amigos y refrescándose con la buena cerveza mientras el resto de las personas trabajaban duramente durante todo el día. En su hogar, ya se sentía la tensión. Era el objeto de moda de numerosos sermones moralistas por parte de las figuras de autoridad de su entorno que aprovechaban la ocasión para jactarse de sus glorias pasadas, a veces reales pero en muchos casos ficticias, y su reputación de holgazán ya estaba establecida dentro de su casa.
Irónicamente, más allá de los límites de su morada familiar, su fama no podía ser mejor. Disfrutaba de la estima de todos y poseía la aprobación de la opinión pública. El chaval en realidad era muy agradable. Era amigo de todos. Gracias a su gran corazón y su trato divertido se había ganado a todos los vecinos, sobre todo a los niños. Como era muy atento y disponía de mucho tiempo libre, en el vecindario era considerado un personaje de suma utilidad. Sus servicios gozaban de enorme popularidad dentro de la comunidad. Sus proezas eran muy variadas, desde cargar objetos pesados en una mudanza, hasta resolver una crisis de plomería, desde cuidar a los más chicos, hasta escuchar las historias del abuelo, desde cambiar un bombillo, hasta bajar el gato del árbol, desde ser árbitro en los juegos deportivos, hasta ser el animador estrella de las fiestas infantiles. Su nombre se podía escuchar por toda la cuadra como la consigna más sentida en tiempos de una revolución. Paris, ven un momentito! Y el controversial joven ,con su relajado andar y su generosa sonrisa, llegaba listo para afrontar cualquier misión.
Un elemento muy característico de la compleja y contradictoria personalidad de París era su elegante afición por la belleza femenina. En otras palabras, el hombre era un gran enamorado. Se la pasaba de amorío en amorío. Lamentablemente, sus temerarias aventuras sentimentales siempre terminaban estruendosamente. Sin embargo, de algún modo u otro, y con la fortaleza de un valiente guerrero, su corazón roto sanaba rápidamente y su fe en el amor renacía de los cenizas como nunca antes, preparado para una nueva ilusión. Era un romántico empedernido y no tenía remedio.
Se encontraba en una encrucijada. Y de las muchas soluciones que existían para hacer desaparecer a la manzana de la discordia que yacía dentro su casa como un gran elefante blanco las había reducido a solo tres. Podía buscar un trabajo. Podía inscribirse en la universidad. O podía fugarse con la bella vecina para viajar de mochileros por el mundo. Aún lo estaba pensando porque todavía no estaba muy seguro. Solo estaba seguro de que , fuese cual fuese su decisión final y cualquier cosa que terminara haciendo con su disipada vida, deseaba vivir con desenfreno. Paris quería una vida extraordinaria y sumamente apasionada.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 09 de Junio 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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