viernes, 9 de marzo de 2018

Rayuela






En Rayuela (1963), de Julio Cortázar, leemos sobre muchas cosas.  La novela es un entretejido de múltiples búsquedas, concepciones y lamentos. De hecho, tiene mucho de surreal. Leyéndola, al poco tiempo, nos damos cuenta que abordarla con absoluta seriedad es absurdo.  Hay una historia, sí. Pero mucho de la trama  se nos presenta más como posibilidades que como hechos concretos  y definitivos.  Porque coherente, coherente, no es.  Parece más un juego inquietante, participativo y abierto que una pieza literaria  formal. A veces, incluso, hasta ilegible es.  En efecto, Cortázar le gustaba llamarla una “contranovela”. Ya que rompe con las reglas comúnmente asociadas con  la novela “tradicional”. Normalmente, la novela tradicional nos muestra una realidad fija, ordenada y acabada. Pero Rayuela es diferente. Ella nos mostrará un mundo mucho más caótico, engañoso y movedizo,  y menos realista que otras,  las novelas (tradicionales).

Tiene un total de 115 capítulos. Y estos pueden leerse de muchas maneras. Uno puede elegir la secuencia. De modo lineal, claro. Es decir, de principio a fin. Pero, también, del modo como al lector se le antoje. Ahora bien, esto es lo que propone el autor. Sin embargo, honestamente, creo que, en la práctica, los lectores (en su mayoría),   escogen ignorar este elemento (como yo). Bueno, es algo curioso, sí. Pero no considero que sea  gran cosa. Para mí, Rayuela es una novela genial, no por ese asunto  del orden  variable de los capítulos, sino, principalmente,  por la magia de su prosa, que  es majestuosa (léase Cap.7). La obra se abre plenamente  a la experimentación y la libertad del lenguaje. Es más,  el texto está lleno de  frases en otros idiomas, palabras inventadas, y entretenidas ocurrencias lingüísticas. Una gloria estética.  

Esto es lo que “ocurre”, si hacemos una reducción: Todo gira en torno a Horacio Oliveira, un intelectual argentino, y su peculiar amorío  con la Maga (Lucía), una joven uruguaya, que tiene un bebé (Francisco pero apodado extrañamente: Rocamadour). Ambos viven en París como “falsos estudiantes” y son parte de un grupo de bohemios autodenominados el “Club de la Serpiente”. El club mata el tiempo conversando, fumando cigarrillos, tomando mate y escuchando jazz. Claro, la Maga es muy distinta a todos los demás. Ella es  tierna, ingenua,  espontánea, sentimental y valiente. Contrasta radicalmente con las actitudes y pedanterías del resto de la banda. Lo cierto es que una noche,  Rocamadour muere repentinamente, y, luego, la Maga desaparece. Entonces, Oliveira se traslada a la ciudad de Buenos Aires. Ya en Argentina, trabaja con su viejo amigo Traveler y su pareja (Talita). Pero, eventualmente, Oliveira, turbado por el recuerdo,  entra en una crisis emocional. Piensa en el suicidio. Lo intenta, pero finalmente Traveler y Talita le frustran el intento.

Lo interesante aquí es la vasta exploración psicológica de los personajes más que sus  acciones. Los temas: el amor, la ausencia, el exilio, el desarraigo, la muerte, los celos y el arte. 

Como insinúa su título, la novela retrata al típico hombre en busca de algo sin poder hallarlo (pero con la sensación que ya tiene lo que busca). Acierta en captar una sensibilidad muy particular. Hay algo muy juvenil en la obra. Un tipo de  atmósfera muy seductora. Dista mucho de la novela latinoamericana tradicional. Rayuela: Los bohemios, París,  la ciudad (sus calles, sus puentes y sus cafés), el arte, el jazz, la vanguardia, la inconformidad. ¡La Maga! Ah, uno se enamora de la Maga, de sus imperfecciones, de sus divertidas locuras, de sus absurdas manías y de sus ganas de vivir. “¿Encontraría a la Maga?...”


Gustavo Godoy



Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 09 de Marzo 2018 en la Columna Entre libros y montañas


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