viernes, 21 de diciembre de 2018

Nostalgia




Y de repente nos invade la nostalgia. Surgen los recuerdos de un pasado perdido. De pronto, así de la nada,  el presente se nos llena con vivencias del ayer y sentimos el dolor de aquella felicidad de antaño, hoy tan lejana. Nos persiguen las sombras de lo ausente y sin poder evitarlo extrañamos lo que  el tiempo nos ha quitado. ¿Cómo seguir viviendo cuando lo mejor de nuestras vidas ha quedado atrás? Los momentos, las personas, los pequeños detalles, los grandes amores, las risas, los sabores, los abrazos, y  tantas canciones… dejan huellas imposibles de borrar. Recordamos. No podemos olvidar. Nuestra vida se convierte en un constante evocar.  Evocamos el pasado, que  ha partido para no volver jamás. La vida se nos ha hecho chiquita.  Ahora todo se reduce a una  obstinada y tediosa existencia del carajo.

Nos sentimos nostálgicos, y no podemos evitarlo. Nos pasa. A unos más, a otros menos, pero nos pasa. En un abrir y cerrar de ojos, transcurren los años y el camino recorrido se va volviendo cada vez más largo. Se nos van quedando las cosas en las orillas. Nos encontramos cada vez más solos.  Menos son las compañías y más son los recuerdos. Es cierto. El tiempo pasa y el fuego termina convirtiendo los días  en ceniza.  Aunque nadie lo quiera, envejece la vida; y lo que antes fue luz y verdor,  hoy solo es nostalgia. Es natural extrañar. Echar de menos. Sin embargo, hay que superar las viejas páginas y seguir escribiendo nuestra historia.  La nostalgia se cura con la esperanza de un  renacer.

La nostalgia nos llega también con  sus calladas preguntas:   ¿Tan feliz fue ese pasado que ahora nos impide  seguir viviendo? ¿Un pasado bonito nos codena a un futuro desdichado? ¿Acoso no podemos ya tener grandes anhelos? La nostalgia puede ser una excusa nuestra para justificar nuestros errores.  Aferrase al pasado  revela nuestra  incapacidad de adaptarnos al ahora. Nuestros obtusos esquemas mentales. El miedo a lo nuevo. Nuestra resistencia a crecer y asumir responsabilidades. Lo que pasa es que algunos nacimos extrañando. Siempre mirando atrás al caminar. Disfrutando a medias, queriendo a medias, viviendo a medias. Nos engañamos.  Transformando en la memoria felicidades parciales en paraísos terrenales. Pero nos mentimos. Idealizamos los recuerdos. Claro que sí.  Construimos a capricho un pasado de ilusión para poder compensar un presente frenado  y sin color. Nos empeñamos en añorar lo que supuestamente tuvimos pero en el fondo sabemos la verdad.  Nos apegamos a ideas falsas y sesgadas para no reconocer la verdadera realidad de las cosas. Nuestro secreto es que esa nostalgia probablemente es simplemente vergüenza. La vergüenza que sentimos de las oportunidades que perdimos y seguimos perdiendo.  No nos perdonamos que hemos vivido una vida de miedos y límites.  Mejor dicho, no hemos sido lo que podemos llegar ser. Nos han ganado los temores. Nos ha faltado coraje.

La mayor falta de una persona consiste en no ser feliz pudiendo serlo. El tiempo no nos quita nada. Simplemente nos educa. Nos brinda sus  lecciones. Nos ayuda a crecer. Nos forja  en etapas. No toma sin dejarnos algo a cambio. Por cada perdida, obtenemos cientos de oportunidades. Un familiar que se va puede llevarnos a que honremos  su ejemplo. Un error puede convertirse en una aventura de redención. Un amor contrariado puede dar paso al hallazgo del amor verdadero. Un fracaso; en un aprendizaje para futuros éxitos.   De las ruinas puede surgir el más bello de los templos. Las experiencias nos hacen más fuertes. El heroísmo nace de la adversidad.   Si los pasados fueron grandes, los futuros pueden ser gigantes. La vida es un eterno devenir. Una trasformación infinita.

Cada momento de nostalgia es  en realidad un susurro. Es una voz que nos invita a despertar. La vida es mucha más que un eterno lamentar. Ya está bueno de culpas y de excusas. Debemos perdonarnos. Debemos aceptarnos. Debemos dejar los llantos y avanzar. Hacer las paces con el pasado. Sanar la herida. Edificar un futuro. Abandonar de una vez por todas, esos temores ancestrales que nos detienen y nos impiden vivir. Dar un salto de fe. Confiar más. Entregarse más.  Empezar a soñar.

Yo a menudo caigo en la nostalgia. Prisionero del pasado. Lo confieso. Pero me encantaría pensar que lo mejor de mi vida no yace detrás de mí,  sino en frente de mí. Quiero recordar mi pasado con felicidad y crear sobre él una vida rica en esperanza e ilusiones. Vivir mirando al frente.  Sentir  la gran pasión del camino por delante. Quiero creer que lo mejor está por venir.


Gustavo Godoy

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