"Las relaciones nunca son fáciles, tienes que construir, no irte". Dos almas, dos mundos distintos, con sus virtudes y defectos a cuestas, se encuentran y deciden compartir el viaje. Nunca es fácil.
Un día, uno de los viajeros, absorto en sus propios pensamientos, olvida una fecha crucial, un aniversario que simboliza el amor y el compromiso. Al día siguiente, el otro, herido en su amor propio, pronuncia palabras hirientes, como flechas envenenadas que se clavan en el corazón del compañero.
Pero una relación puede resistir la adversidad. El diálogo cicatriza las heridas. Las disculpas sinceras lavan las asperezas. Y la enmienda crea el cambio. Así, la relación, fortalecida por la prueba, sigue adelante.
En las relaciones, todos cometemos errores. Lo importante es que la voluntad sea más fuerte que las equivocaciones. Aprendamos a distinguir lo que necesita ser reparado de lo que no tiene solución, y al reconstruir lo que se ha roto, nuestra relación se fortalecerá.
Es cierto que en este viaje compartido, ambos viajeros se hieren mutuamente en algún momento. Pero también es cierto que la sensatez tiene el poder de curar las heridas más profundas. El amor no es un sentimiento que viene y se va. El amor es una decisión.
En las situaciones difíciles, la tentación de abandonar la nave es grande. Pero es precisamente en esos momentos cuando la relación se pone a prueba. El orgullo, el rencor y los malentendidos, cuales gigantes del mar, amenazan con hundir la embarcación. El amor es la decisión de luchar contra los gigantes.
"El barco no se deja en alta mar. Se reparte y cuida". Es necesario reparar las averías, fortalecer el casco y mantener el rumbo, trabajando juntos, como un equipo de marinos expertos, para superar la tempestad.
En definitiva, las relaciones humanas son un desafío constante, un aprendizaje continuo, una oportunidad para crecer y evolucionar como personas. No son fáciles, pero tampoco imposibles. Si los dos están a bordo, siempre es posible salvar el barco.
Gustavo Godoy