martes, 11 de febrero de 2025

Palabras hirientes

 



En la vida, un simple error, una palabra mal dicha, un acto impulsivo, puede ser suficiente para destruir el amor y la felicidad que creíamos tener asegurados. Es como si un castillo de arena, construido con risas y momentos, se desmoronara en un instante ante la fuerza de un tropiezo. 

En un segundo, todo se esfuma, se desvanece como el humo, y nos encontramos de repente en la oscuridad, rodeados de los fragmentos de lo que una vez fue. Ya no hay vuelta atrás. Solo quedan los recuerdos y el arrepentimiento.

En el afán de liberar el dolor, se busca un desahogo en palabras hirientes, creyendo que así se aliviará la carga del corazón. Pero el resultado es el opuesto: el dolor se multiplica, la relación se quiebra, y el vacío se hace aún más profundo. 

Dicen que lo que importa no son las palabras hirientes que se dijeron, sino el amor que las inspiró. Hablan de la capacidad de perdonar para trascender el dolor. Pero, lamentablemente, no hay perdón. Solo consecuencias. 

Gustavo Godoy

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