viernes, 27 de agosto de 2021

La verdad de las palabras



El texto por sí solo no revela el significado de las palabras. El texto es tan solo una superficie. Las palabras no siempre son el mensaje. Más importante que el texto es el subtexto. Porque, tanto en el arte como en la vida, lo que cuenta es la demostración. La vida es mejor vivirla como un teatro de mimos. Sin palabras, tendríamos que dramatizar nuestros sentimientos. Tendríamos que comunicarnos con gestos, detalles y acciones. Habría que representar nuestra relación con el mundo como si se tratara de un arte escénico. No es lo que digo. Es lo que hago. Son las acciones las que nos definen. 


El lenguaje es engañoso. Las palabras no siempre significan lo que significan. Porque existe algo llamado ironía. La palabra “nada” significa la ausencia de todo. Pero si nuestra pareja dice que no le pasa “nada” con clara expresión de enojo, obviamente, en ese contexto, la palabra “nada” no significa “nada”. En realidad, aquí “nada” significa “de todo”. El texto es “nada”, pero el subtexto es “todo”. Se podría decir que, si un texto dista mucho de su significado formal, estamos ante un texto rico en subtexto. Lo que implica que la palabra tiene múltiples dimensiones. Es decir, los actores no están hablando por sus narices. Y hay que ver más allá de lo evidente. Las comunicaciones más ricas son las que se descifran leyendo entre líneas. El texto es forma. El subtexto es intención. 


Hablamos por un momento de la palabra “gracias”. ¿Qué significa? Por lo general, es algo que comúnmente decimos cuando alguien hace algo por nosotros. Nos sentimos agradecidos por la deferencia. Digamos que es una expresión de aprecio hacia una persona que nos ha hecho un bien. Pero la palabra “gracias” también puede significar “aléjate de mí”. Si alguien nos ofrece un servicio no deseado podemos batir la cabeza y decir “gracias” como una forma de negación. En un instante, entenderán el mensaje. La palabra “gracias” también puede significar decepción. Después de un evento desafortunado, podemos decir “gracias” de modo irónico, sabiendo perfectamente que es una queja y no una expresión de satisfacción. Estamos retrasados para una cita importante y se produce un accidente en la vía. Se forma un tráfico gigantesco y, para colmo de males, comienza a llover. ¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto! En fin, el lenguaje no siempre es textual. 


Hablemos ahora de la palabra “amor”. “Te amo”, dice el joven ingenuo. “Gracias”, dice la muchacha. He aquí la historia de un amor no correspondido. Ese - te amo- seguramente se podría traducir como: Eres muy bonita y me gustaría conocerte más a fondo (sexo). Y ese –gracias- seguramente significa: aléjate de mí, perdedor, tengo pretendientes mejores. Esta breve escena es bastante simple en cuanto a su texto, pero bastante profunda en cuanto a su subtexto. Muy poco sucede en la superficie, pero en el subsuelo hay rayos y centellas.

 

El amor es acción, no sentimiento. Un –te amo- verdadero es en realidad un -te estoy cuidando-. Más acción que palabra. ¿Cómo podría demostrar el amor un mimo? ¿Cómo agradecería un mimo? ¿Recuerdan las historias de amor en el cine mudo? El acto de pronunciar palabras es sencillo. Lo difícil es plasmar la palabra en acción. El texto lo pronuncia cualquiera. Pero el texto revela su auténtico significado en el contexto de las acciones. 


Somos las decisiones que tomamos. Lo que hacemos.  ¿Aprecias a alguien? ¿Quieres a alguien? ¿Se lo dijiste o se lo demostraste? ¿Qué acción acompañó ese texto? En la Grecia Antigua, una persona se dirige a la casa de Demóstenes. “Estoy muy molesto”, le dijo el hombre en tono pausado. “No, no estás molesto en lo absoluto”, le respondió Demóstenes. “¿Qué?” “¿Cómo vas a decir eso?”, afirma indignado el hombre esta vez visiblemente bastante molesto. “Ah, ahora sí hablas como un hombre molesto”, recalcó Demóstenes. 


Lo que decimos normalmente proviene de nuestra mente consciente. Sin embargo, nuestros gestos, nuestras reacciones, y nuestras acciones concretas son más reveladores, porque suelen ser más sinceras. Los pequeños detalles suelen ser más elocuentes a la hora de describir la realidad, porque las palabras son baratas. Solo las palabras acompañadas de acción son palabras creíbles. ¿Agradecido? ¿Qué has hecho para hacer su vida más feliz? ¿Amas? ¿De qué manera estás cuidando a esa persona? ¿Cometiste un error? ¿Cómo estás enmendando la falta? ¿Tienes un sueño? ¿Qué pasos están dando hacia ese sueño? ¿Eres puro texto? ¿O tu vida tiene contenido?



Gustavo Godoy


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