El héroe y su archienemigo
Todo héroe necesita un villano. En muchos sentidos, el héroe es definido por el villano que combate. Lo que, naturalmente, implica que la elección de un villano es de vital importancia. En otras palabras, uno no puede pelearse con cualquiera. La grandeza del protagonista va en directa proporción al tamaño de su antagonista. El antagonista debe ser igual o superior al protagonista. De lo contrario, no se genera la presión suficiente para el crecimiento. El cambio exige un desafío. Es el enfrentamiento de las fuerzas opuestas lo que permite la evolución personal. Sin conflicto, no hay historia. Sin dolor, no hay renacer. La adversidad es el destino del héroe que busca realizar su verdadero potencial.
¿Qué significa todo esto? Por un lado, significa que la pasividad es la derrota del alma. Y, por el otro, significa que las capacidades se desarrollan con la práctica. El enfoque nos lleva a la devoción total a una meta perfectamente definida. La sencillez de una única obsesión. Se requiere valor, trabajo duro e ingenio. Pero la motivación de todo es la conquista de lo imposible. Lo que aspiramos es la gloria. Es decir, la superación de uno mismo.
El mundo es una lucha de voluntades. Todo avance genera una resistencia. Para el lector ingenuo, todas estas metáforas podrían parecer en exceso belicosas. ¿No es la meta de la paz y la satisfacción? ¿Villanos? “Yo no tengo enemigos”, dice la persona amable. Bueno, me temo que la vida está llena de pequeños y grandes conflictos. Así es la existencia. No hay opción. Lo que no lucha muere. La quietud es decadencia. El éxito es una construcción. La vida se edifica superando obstáculos. Vivir es desear lo que aún no existe. Las luchas de fuerzas crean los procesos que llamamos universo.
En un principio, la vida, en su forma más elemental, es un conflicto físico. La necesidad es el enemigo. El clima, la naturaleza, las enfermedades, el hambre, la sed, la falta de aire, las leyes de la física, los animales y los objetos son un gran peligro o pueden convertirse en un gran peligro. Se requiere de bastante suerte y mucha destreza para llegar a viejo. En el cine, el conflicto físico se desarrolla muy bien, porque el mundo físico ofrece un gran espectáculo visual. Ciertamente, ver en la pantalla grande a un personaje como Superman desafiando a las leyes de la física es ciertamente todo un espectáculo. Una novela sobre Superman seguramente no sería muy popular.
Curiosamente, lo físico se vence con técnica. Y, en esta época técnicamente avanzada, el conflicto físico resulta interesante únicamente, si se sobredimensiona. Entonces, tenemos al Superhéroe deteniendo al meteorito o salvando al avión de la tormenta. En el mundo de hoy, el gran conflicto es social. El enemigo natural del ser humano es el otro ser humano. En estos casos, el villano es una persona muy parecida al héroe, pero con propósitos irreconciliables. Lo que normalmente se busca es la dignidad del ser, comprometida debido a los juegos de poder. En la televisión, en la radio y en el teatro, el diálogo permite un profundo desarrollo del conflicto social.
Ahora bien, más allá de lo físico y social, tenemos lo psicológico. Me refiero al enemigo interno. El verdadero y auténtico archienemigo del hombre. Nosotros mismos somos el principal obstáculo de nuestra propia autorrealización. En particular, nuestra equivocada manera de pensar. Aquí estoy hablando, por supuesto, del viejo y siempre presente –no se puede-. Hay que creer, de manera ciega y delirante, que lo imposible es posible.
El hombre racional piensa que es imposible conquistar una montaña. Algo que no es del todo insensato. Después de todo, el tamaño del hombre es prácticamente nada en comparación a una montaña. Pero el héroe obstinado no escucha razones. Entonces, emprender el alocado viaje de conquistar la montaña un paso a la vez. Su paso mide unos pocos centímetros. Pero su terquedad es infinita. Hace lo mismo una y otra vez como un loco de manicomio. De pronto, se encuentra a un paso de la cima. Hizo posible lo imposible con una pisada.
Vivir una vida es imposible. Pero podemos vivir el siguiente minuto. Escribir un libro es imposible. Pero podemos escribir una oración de unas pocas palabras. Enamorarse es imposible. Pero podemos tomarnos un café y conversar un rato. No podemos hacerlo todo. Pero, definitivamente, podemos hacer algo. De gota en gota, obtenemos un mar. Pereza, impaciente o error. Los enemigos a vencer son muchos. Pero la misión del héroe es luchar.
sábado, 4 de septiembre de 2021
El héroe y su archienemigo
Gustavo Godoy
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