viernes, 23 de agosto de 2024

La tragedia de querer estar en todo

 


Antes, nuestros antepasados se la pasaban cazando mamuts, trepando árboles y enfrentándose a osos. Hoy, pasamos ocho horas diarias frente a una pantalla, simulando productividad mientras actualizamos nuestro perfil de LinkedIn.

En busca de vidas más interesantes, llenamos nuestro tiempo libre (que ya no es tan libre) con clases de chachachá, yoga caliente y carreras de obstáculos. Hacer nada parece haberse convertido en un lujo inasequible. Lo peor es que nos sentimos culpables por descansar. ¡Incluso ir al baño descuadra nuestra agenda! ¿Quién hubiera imaginado que la evolución nos llevaría de cazar mamuts a cazar 'me gustas' en Instagram?

Buscamos la felicidad en gimnasios, clases de cocina internacional o en obras de teatro alternativo. Al final, ¿qué obtenemos? Un cuerpo dolorido, una mente exhausta y la sensación de no estar viviendo como una Kardashian (aunque, sinceramente, no me gustan las Kardashians).

Antes, ser vago era casi un arte. Te tirabas todo el día en el sofá, comiendo pizza y viendo películas de kung fu. ¡Era glorioso! Ahora, viendo videos de gatos en YouTube, te sientes como un fracasado existencial.  

Quiero ser Indiana Jones: escalar montañas, bucear con tiburones y aprender a tocar el ukelele. Pero, al mismo tiempo, quiero dormir hasta el mediodía sin consecuencias. ¡La paradoja del posmodernismo!

Se podría decir que ser un héroe en estos tiempos es como ser una estrella de Hollywood: todos anhelan el papel principal, pero nadie quiere lidiar con los paparazzi y los problemas de salud mental que conlleva. En otras palabras, el éxito es agotador. Quisiera ser el rey de la siesta, pero la sociedad me pide que sea Iron Man 24/7.

 

 Gustavo Godoy


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