domingo, 15 de septiembre de 2024

El radicalismo: Muros en lugar de puentes

 


O sea, ¿en serio alguien cree que este circo llamado sociedad funciona a la perfección? Claro que no. Obviamente, es un desastre total, un caos organizado. Está lleno de gente haciendo el ridículo, de sistemas que fallan más que un reloj despertador y de injusticias tan grandes que hasta un ciego las vería. ¡Todos quieren cambiar el mundo! Bueno, no todos, pero casi todos. 


Aja, pero, ¿por qué siempre se están construyendo muros en lugar de puentes? Es como si la humanidad tuviera una obsesión con separar en lugar de unir. ¡Es como si vivieran en un mundo de Legos y lo único que les gustara fuera tirar las piezas al suelo y hacer una torre! El radicalismo es uno de los males de nuestra era.


Parece que a la humanidad le encanta complicarse la vida. ¿Por qué no podemos simplemente ser amables y comprensivos? ¿Por qué no podemos trabajar juntos para construir un mundo mejor?


En los 70, los hippies nos vendían la idea de un mundo lleno de flores y amor. Ahora, parece que la receta para la igualdad y la justicia es un cóctel explosivo de muros, rabia y resentimiento. 

¡Quién lo diría! Parece que los pequeños tiranos de hoy en día han cambiado las flores por puños y las guitarras por megáfonos. Y todo en nombre de, ¡qué ironía!, la igualdad y la justicia. ¿Alguien más siente que estamos viviendo en un episodio de 'Los Simpson'? Todos sentados a una mesa, gritándonos unos a otros, convencidos de que tenemos la razón absoluta. ¡Qué bonito!


¿Muros? Y no hablo de los muros físicos, esos de concreto y ladrillos, que algunos países están levantando como si fueran a mantener afuera a los monstruos de Godzilla. No, hablo de los muros que estamos construyendo en nuestras mentes.


Ahora todos estamos en nuestro propio club exclusivo, donde la membresía se obtiene demostrando quién tiene el mayor campeonato de víctimas. Es como si fuéramos coleccionistas de ofensas, compitiendo a ver quién tiene la más grande y la más brillante.


Yo, por ejemplo, estoy pensando en crear el 'Club de los que odian los lunes'. Podríamos tener un blog y quejarnos amargamente de la gente que trabaja los lunes. ¡Depravados! Sería genial. Y lo mejor de todo es que podríamos culpar a 'el sistema' de todos nuestros problemas. ¡Siempre es culpa del sistema! Al más mínimo indicio de 'sistemismo', ¡fuera! Nuestro club no tolera enemigos. Yo a los “luneteros” no les hablo. Cancelados de por vida. No los quiero. No los quiero en mi vida. 


Es como si fuera el salvaje oeste, pero en lugar de pistolas, todos llevamos un teclado y una gran boca. Un simple comentario puede desencadenar una guerra mundial. Y lo más gracioso es que la mayoría de las veces, ni siquiera sabemos de qué estamos hablando. Solo repetimos frases que hemos escuchado en algún lado, como loros.


Ahora bien, que todos tengamos opiniones diferentes no significa que tengamos que convertir a cualquier loco en nuestro mejor amigo. La tolerancia tiene sus límites, ¿no? Pero tampoco hay que ir por ahí quitándole la humanidad a alguien solo porque dijo algo tonto que aprendió en la iglesia o en un libro viejo. ¡Todos hemos dicho alguna estupidez alguna vez!


Yo creo que el problema es que hemos perdido la capacidad de escuchar a los demás. Estamos tan ocupados defendiendo nuestras propias ideas que no nos damos cuenta de que podemos aprender mucho de las personas que piensan diferente. Y es que, al final del día, todos estamos en el mismo barco. Y si seguimos construyendo muros, el barco se va a hundir.


Gustavo Godoy


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