La tristeza
es una daga que nos parte el alma, dejando el dolor de las ilusiones perdidas. Y
uno queda ahí, solo en el vacío, viendo cómo el hogar construido con tanto anhelo
se desvanece como polvo al viento, llevándose, entre llamas y lágrimas, nuestra
felicidad y nuestro amor. ¡Adiós, esperanza!
Perder una
ilusión es como si nos arrancaran las alas y nos dejaran caer en un foso sin
fondo. La vida, que antes parecía llena de flores, ahora se nos presenta como
un desierto árido. Y, sí, la tristeza es el castigo de los ilusos que pensaron
por un momento que la felicidad sería eterna. El dolor es inmenso. Tan inmenso
que se siente infinito.
La tristeza
nos paraliza, quitándonos las ganas de seguir viviendo. Se nos escapa la fuerza
vital que nos impulsaba. El corazón se seca y se encoge, oprimiéndonos el pecho
como un yugo de plomo.
Sin
embargo, en las profundidades del ser, persiste una chispa de resistencia que
nos llama a levantarnos de las cenizas. Es en la
soledad y el dolor donde encontramos la verdadera fuerza para reconstruirnos,
pieza a pieza, y seguir adelante, aunque el camino sea incierto y pedregoso.
Recuerda: Es posible
ver la pérdida y la desilusión como lecciones y oportunidades de crecimiento. Así
que levanta la cabeza, respira profundo y camina al frente. El sol siempre
vuelve a salir.
Gustavo Godoy
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