La vida moderna, con sus comodidades, redes sociales y constantes distracciones, nos permite el lujo de jugar con ideas. Ideas que suenan muy bien en la universidad, en un café de moda o en un debate online. Pero, ¿qué pasa cuando la realidad golpea? ¿Qué pasa cuando la teoría se encuentra con la supervivencia pura y dura?
Imaginen una isla desierta. Sin influencers, sin algoritmos, sin nadie a quien culpar. Solo tú y la realidad cruda. En ese escenario, las filosofías se desnudan. No importa cuán sofisticada sea una idea; si no te ayuda a encontrar agua o a construir un refugio, no sirve para nada.
Muchas de las ideas populares de nuestra época —esas que abrazan el victimismo, la queja constante y la desconexión de la realidad— son un lujo intelectual que solo puede permitirse el que vive en la comodidad.
El problema es que estas filosofías se vuelven una indulgencia de niños mimados. Prometen consuelo emocional sin exigir esfuerzo, te enseñan a culpar al "sistema" en lugar de asumir la responsabilidad. Funcionan bien en un mundo donde la comida llega a tu puerta y un techo está garantizado.
Pero en una situación límite, estas ideas son una carga. Si tu filosofía te dice que la vida es una injusticia y que mereces que alguien te salve, te estás condenando.
La supervivencia en una isla desierta no es cuestión de sentimientos, sino de acción y disciplina.
La capacidad para la supervivencia es la prueba de fuego de cualquier filosofía. Si una visión del mundo te deja paralizado, si te enseña a patologizar cada dificultad o si te desconecta de la realidad empírica, no tiene futuro. Es solo una moda pasajera.
En cambio, una filosofía que valora el esfuerzo, el autocontrol y la responsabilidad es una herramienta para la vida.
En la isla, no sobreviven los que se quejan más fuerte, sino los que actúan con sentido común y disciplina. La vida en su estado más puro no pide permiso ni ofrece excusas. Nos exige adaptarnos, construir y luchar.
Una filosofía válida nos equipa para enfrentar la dureza de la existencia. Nos enseña a imponer orden al caos, a valorar la acción sobre la pasividad y a reconocer que el crecimiento solo viene a través del esfuerzo consciente.
Si tus ideas no te sirven para sobrevivir, no te sirven para vivir. Es hora de dejar de lado las fantasías intelectuales y abrazar una visión de la vida que se basa en la realidad.
Gustavo Godoy
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