martes, 21 de mayo de 2019

Comics, manga y bande dessinée




El comics  es un medio  artístico que combina el dibujo y las palabras para transmitir  ideas, para contar  historias. Es un medio principalmente visual. Y, en segundo grado, literario. Su historia es muy antigua. De hecho, sus orígenes podemos encontrarlos en la prehistoria. Los estudiosos aseguran que el comics como medio es descendiente indirecto de expresiones artísticas exploradas desde tiempos remotos. En el Paleolítico, se utilizó el dibujo como forma de expresión. Los egipcios, los griegos,  los romanos y otros pueblos de la antigüedad usaron dibujos para contar historias. En Asia, también hay evidencias de ello. En el Renacimiento, artistas como Miguel Ángel  realizaron obras de este estilo. En fin, desde hace mucho tiempo, se ha utilizado el dibujo para narrar. Es decir, el dibujo no solo como medio de representación, sino también como medio narrativo. La literatura,  el teatro, el cine y la televisión. Pero también el comics. Medios narrativos por excelencia.  El comics es el noveno arte.

Mientras la literatura es un medio ideal para la exploración de conceptos abstractos, la fortaleza del comics, por ser una forma esencialmente visual, radica mayormente en la exploración de conceptos contextuales. Las cosas, los objetos, el mundo físico, lo circunstancial. Es una forma proclive a la acción, al espectáculo, a la exterioridad.  Ideal para lo dramático.

El comics (como se conoce hoy) floreció a principios del siglo pasado. Después de un tímido comienzo, se desarrolló y tomó vuelo en esa época. La prensa amarillista del periodo impulsó su difusión.  Los magnates de los medios impresos, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, jugaron un papel fundamental en este proceso.  Sus diarios publicaron ilustraciones y tiras cómicas como un instrumento para atraer a las mases. El comics comenzó como un género destinado principalmente al público menos culto. A personas de clase baja y, sobre todo, a los niños.

Mandrake el Mago, El Fantasma, y Flash Gordon fueron algunas de los  comics que aparecieron en los periódicos de entonces y tuvieron con un gran éxito.  Estas fueron historias inspirados por personajes de la literatura como Robín Hood, El Zorro y John Carter. Estos éxitos precedieron los comics que salieron después.

Los comics se apoyan en la implementación de cuadros con dibujos  colocados en serie. Paneles.  En muchos casos se llega a utilizar un cuadro único. En otros casos, varios. En secuencia. Las palabras comúnmente se encierran dentro de  siluetas en forma de globo para cuando hablan los personajes, en forma de nube para revelar sus pensamientos y en forma de rectángulo para poder leer al narrador.

Con frecuencia, el comics es utilizado para realizar comentarios sobre la actualidad como usualmente ocurre en el caso de las caricaturas editoriales. Pero también se utiliza para contar historias. El género en sus inicios estuvo siempre unido a los periódicos y las revistas como un material anexo o suplementario.  Pero luego, con el tiempo, aparecieron en publicaciones autónomas. Es decir, el comic book o libro de historietas. Los periódicos continuaron publicando comics, pero los comics books también prosperaron de modo independiente. En el año 1938, salió al mercado el comic book que cambió la historia del comics para siempre. Action Comics #1. Con su héroe, Superman.

Con los años,  el comics ha logrado difundirse  en todas partes.  Su atractivo es global. Y en casi todos los países del mundo hay artistas dedicados a este medio.  Sin embargo, existen tres tradiciones que se destacan de las demás. El comics estadounidense, el manga (la historieta japonesa), y el bande dessinée   (la historieta  franco-belga). Esas son  las tradiciones son las más importantes.   Claro que también existen otras tradiciones dignas a mencionar. Por ejemplo.  El fumetto (la historieta italiana) y  el tebeo (la historieta española), en Europa. Y la historieta argentina y brasilera, en Latinoamérica. Estas tradiciones, aunque constantemente se influyen entre sí,  cuentan con su propia historia y características propias.

El comics estadounidense está dominado por las casas editoriales. En esta tradición, el guionista y el artista pasan a un segundo plano. Todo parece girar en torno a los personajes. Y el subgénero del Superhéroe es el que predomina. Y predomina abrumadoramente. Las historias casi nunca terminan y los personajes evolucionan muy poco.  El mismo personaje aparece una y otras vez en un relato de nunca acabar. Nuevos escritores surgen e  intentan reinventar los viejos personajes, pero, en el fondo, nada cambia. Todo es sobre los personajes que nunca mueren.

Sin embargo, el comics en los Estados Unidos sí ha evolucionado en su tono. Con el pasar de las décadas, el tono se ha vuelto más oscuro, la temática más compleja, y la moral más ambigua, prefiriendo la figura del antihéroe sobre la figura del héroe clásico de los años 40s.

El mercado está dominada por dos casas editoriales. DC Comics es la editorial con los derechos sobre personajes como Superman, Batman y la Mujer Maravilla. Por muchos años, la más importante. Pero luego, en los años 60s y 70s surgió  Marvel Comics introduciendo   una nueva clase de superhéroe, superhéroes con humanidad. Personajes con problemas y defectos. Como Los 4 fantásticos, el Hombre Araña, Hulk, y luego los Hombres X. Con  guionistas como Stan Lee, y artistas como Jack Kirby, Marvel Comics se convirtió en uno de los principales poderes en el mundo del comics. Ahora, DC Comics y Marvel Comics dominan más de 60% del mercado total del Comics en los EEUU.  Dejándole  a las demás como Image Comics,  Dark Horse Comics y otras editoriales independientes un lugar minoritario.

En Estados Unidos, los comics tienden a seguir una forma preestablecido velando los intereses de las principales casas editoriales. Es cierto. Pero hay excepciones. Maus de Art Spiegelman, The Sandman de Neil Gaiman, The Watchmen de Allan Moore, y Contract with God de Will Eisner, por ejemplo. Estas son obras de mucha originalidad y gran calidad artística.

El mercado de los comics estadounidenses ya no depende de los periódicos y su público dejó de ser el infantil hace mucho tiempo. Ahora es un nicho especializado que cuanta con sus propias tiendas y sus propios eventos en un enamoramiento creciente con la industria del cine hollywoodense.

El manga japonés es diferente. Y sus diferencias con el comics estadounidense son considerables. En Japón, el manga no es un género marginal. Todo lo contrario, goza de un público muy amplio. Y un puesto de prestigio en la cultura. Mientras el comics se centra en el personaje y en ediciones mensuales, en Japón,  el manga desarrolla series en revistas semanales. Además, una revista publica (en blanco y negro)  varias series al mismo tiempo. Las historias tienden a contar con un principio y un final. Y por lo general los personajes evolucionan. Los géneros son muy variados. Hay de todo para todo tipo de público. Desde dramas juveniles, pasado por historias fantásticas y mitológicas hasta llegar a la pornografía. De todo. Para todos los gustos.

El manga también ofrece superhéroes, por supuesto. Pero tienden a diferir de  los personajes norteamericanos. Ese personaje marginado con doble identidad y un superpoder que lucha contra el crimen como un justiciero, tan típico en los Estados Unidos, en el manga, se ve poco. Existen. Pero dentro de este género en particular,  el manga tradicionalmente ha preferido otras cosas. Tal vez la magia, o la robótica, o  el gigantismo.

La relación entre el anime (animación japonesa) y el manga es sumamente estrecha. Las series de manga más populares casi siempre se han convertido  en animes. Así es el caso de Astro Boy, Dragón Ball, y Pokimon. Para mencionar algunos casos.

El bande dessinée franco-belga opera básicamente como la literatura. El comics estadounidense se centra en  el personaje; el manga,  en la serie; y el bande dessinée ,   en el autor. Un guionista se une con un artista y con el patrocinio de una editorial publican una obra. Esta tradición nos dio  Las Aventuras de Tintín, Los Pitufos, y Las Aventuras de Asterix.  Pero es en la ciencia ficción donde realmente deslumbra (en mi opinión).  La creación de universos gigantescos. El Incal de Alejandro Jodorowsky. La revista Heavy hurlant con las ilustraciones de Moebius. Por ejemplo.

En Latinoamérica, el mercado del comics es sumamente pequeño. Se ha desarrollado un poco más en Argentina. Pero todavía hay mucho trabajo por hacer. Claro que cuanta con sus  historias de éxito como Condorito de Pepo (Chile), Mafalda de Quino (Argentina), El Náufrago de Jorge Blanco (Venezuela) y el El Eternauta de Hector Oesterheld (Argentina).

A pesar de los desafortunados estigmas que aún  sufre, el comics como medio narrativo goza de una gran fuerza.  No es sinónimo de incultura,  y no  es un medio meramente infantil.  Tampoco es un atentando en contra de la literatura o la alfabetización.  Esos son prejuicios.

De hecho, es un medio genial para contar historias donde la demostración visual es importante. Potencialmente, puede llegar más allá en sus alcanzas que el cine y la televisión debido a su gran accesibilidad. Tan solo con un lápiz y un papel, se pueden construir mundos imaginarios  tan grandes como un universo. He ahí su enorme poder.

Gustavo Godoy

jueves, 9 de mayo de 2019

Humor y literatura



Desafortunadamente, la crítica (literaria) muestra un extraño irrespeto por los autores que nos hacen reír. Desde Aristóteles hasta nuestros días,  la ficción humorística se ha mirado con menosprecio. Normalmente,  ignorada por los premios y las editoriales.  Desdeñada por los eruditos. Pero disfrutaba por muchos.  No se toma con mucha seriedad. Se subestima. Y lamentablemente se considera inferior a otras formas literarias. Tradicionalmente, el humor se ha visto ligado a la incultura. ¿Por qué?

Primeramente, “comedia” se refiere a la expresión dramática diseñada para ser humorística (provocar risas). En una interpretación antigua, el término solamente aplicaba a piezas con finales felices. Por ejemplo, Dante utilizó este principio para nombrar  su poema, La comedia. Claro que con el tiempo, la palabra se vio cada vez más asociada a  la risa, sin importar el tipo de final. Bueno, la “comedia” (del comediante) y el “humor” (del humorista) suelen ser sinónimos. Pero si nos ponemos más precisos, podríamos decir que técnicamente no son lo mismo. Lo cómico, básicamente, es lo risible como tal. Lo humorístico es cuando se utiliza estratégicamente lo risible para alcanzar otros objetivos. Un artículo de  opinión escrito con humor se podría decir que es la obra de un humorista.  Un chisme sin más propósito que hacernos reír sería el trabajo de un cómico. Sin embargo, la diferencia es tan sutil que resulta muy difícil separar una cosa de la otra en la práctica. Depende mucho del contexto. Pero  para la contrariedad de algunos teóricos, el  humor, la risa y la comedia son conceptos generalmente intercambiables en sus usos cotidianos.  

Ahora bien, hablemos de la comedia como género artístico. Los textos griegos y romanos colocaban a la épica y a la tragedia por encima de la comedia. Esta concepción aristotélica de la ficción ha logrado sobrevivir  los siglos y los milenios. Y, hasta cierto punto, aún mantiene su influencia.  Dentro de esta clasificación, los dioses y los héroes pertenecen a la esfera de lo extraordinario. Su género es la épica. Los reyes y los aristócratas, aunque sujetos a las leyes de la sociedad y de la naturaleza, eran los únicos que podían vivir apasionadamente. Su género es la tragedia. En el escalón más bajo se encuentra la comedia. La afición del pueblo llano. Por ejemplo,  la sátira (un tipo de comedia)  representaba a los rufianes, los monstruos, y los criminales. Es el mundo de los bajos fondos. Lo grotesco, lo feo y lo vulgar. La suciedad. La sexualidad. La vergüenza. Y lo risible. 

La épica, la tragedia y la comedia  no representaban a la gente común.  Con el surgimiento paulatino de la burguesía  y las grandes ciudades (la clase media), sobre todo a partir del siglo XVIII, la literatura adoptó estilos más prosaicos y mucho más realistas. Los romances y las novelas de entonces comenzaron a centrarse en las vidas de la gente común. La versión clásica comenzó a cuestionarse, y la comedia empezó a asomarse y escalar  un poco más entre  los letrados. 

En la antigüedad y en el medievo, la tradición literaria  colocaba al humor entre los géneros más bajos. Según el esquema  jerárquico de la mente aristotélica, la comedia trata de temas insignificantes y  de personas insignificantes. Los demás géneros toman tonos más graves. Se ocupan principalmente  de temas más elevados y de personajes mucho más nobles. 
La comedia clásica podría verse como la antítesis de la tragedia. El héroe trágico comienza feliz y su arrogancia lo conduce eventualmente a la catástrofe. 

Contrariamente,  el héroe cómico (típico) comúnmente  comienza el relato como un marginado, un desdichado. Sin embargo, en la medida que la historia progresa, este logra alcanzar  sus objetivos. Muchas veces  con engaños e intrigas. Pero  otras veces con estrategias más virtuosas.  El héroe cómico es un ser inferior que consigue el triunfo. Un gran rebelde y el representante natural de las clases oprimidos. La comedia (en su definición más amplia)  siempre ha sido un género muy cercano a los valores democráticos. Porque  este tipo de literatura tiende a ser sumamente irreverente. En muchos casos implica la trasgresión de un orden.  Con frecuencia, cuestiona, ridiculiza y  satiriza a la norma establecida (el poder). Es caos. Toca temas  tabúes como la sexualidad, los abusos del poder, y los defectos sociales. No es sorpresa que los grupos más conservadores tengan sus reservas. Claro está que sí   existe un criterio artístico para tener estas reservas, pero también existen elementos evidentemente políticos y sociales.  En algunos casos, muy valiosos y razonables. En otros, meros prejuicios.  En fin, desde  hace muchísimo tiempo el humor tiene una mala reputación entre los críticos de narices más elevadas. 

La teoría (critica) moderna difiere de la clásica en varios aspectos. Uno de estos aspectos es la flexibilidad. La rigidez de antaño se perdió. La división clásica no permitía la mezcla entre géneros. Los géneros eran concebidos como realidades indiscutibles y universos en sí mismos. En la actualidad, el sistema tolera formas hibridas. Y las categorías están abiertas a las reformas y a la incorporación de nuevos y futuros géneros. (En el caso de la comedia,  el género se ha diluido en otros géneros. Es más un tono que un tipo de historia).  Hoy en día, las nomenclaturas sirven solo como descripciones generales. No constituyen una norma inquebrantable. Es raro toparse con obras que no combinen varios géneros al mismo tiempo. 

Actualmente, la creación literaria es mucho más libre que antes. Aristóteles ya no es la autoridad incuestionable que un día fue. 
Claro que aún se puedo observar una evidente correlación entre los géneros y la posición social. Nos guste o no, en el arte se nos  impone un escala informal de prestigio. En gran medida, el prestigio de la audiencia condiciona el reconocimiento de las obras.  Nos encontramos con algo llamado “alta cultura” y algo llamado “cultura popular”. Y,  aunque el humor se puede hallar en ambas culturas, tiende a identificarse con la popular. No es un secreto. Las instituciones culturales de mayor prestigio en el mundo y la crítica en general obedecen casi exclusivamente los convencionalismos  y criterios de la alta cultura.  Es decir, el fantasma de Aristóteles todavía recorre el mundo del arte. Y el humor aún sufre por su desprecio. 
¡Pero vamos!  El humor y la literatura se la llevan muy bien. ¿Acaso Don Quijote de la Mancha no es una obra maestra? Cervantes desafío las normas y salió triunfante. Pero no ha sido el único. Encontramos humor en muchas obras. La novela picaresca utilizó el humor. Así como el teatro isabelino, el francés y el italiano.  No es raro toparse con autores “cómicos” de calidad. Claro que aquí escribo  “cómico” no necesariamente como género. Más bien, la comedia como estilo. Un forma de escribir un libro o un frase. 

El mundo anglosajón ha sido particularmente generoso con la producción de autores humorísticos.  La lista de muy larga. Tenemos a  Jonathan Swift, Daniel Defoe y Jane Austin. Mark Twain, por supuesto. También, Charles Dickens.  Además, escritores irlandeses como Oscar Wilde, Bernard Shaw y  Samuel Becket que escribieron en inglés. Y, por supuesto, el gran P.G Wodehouse. Probablemente, el mejor autor cómico del siglo XX. 

Pero el fenómeno es universal. Latinoamérica nos  ha dado escritores con gran sentido del humor. A mi parecer, Cortázar y Teresa de la Parra  siendo los mejores. Todos las regiones tienen autores que nos hacer reír. Los judíos poseen un rico tradición humorística. Y muchos otros…

 Es curioso que algunos críticos literarios acusen a la ficción humorística de “escapista” y “sin contenido”.  Es decir, desligada de la realidad y solo por placer. ¿Qué es  la literatura entonces? ¿Una forma refinada de periodismo? ¡Amigos! La literatura es ficción; y  es, esencialmente,  placer estético. Me temo que esa supuesta “seriedad” de muchos críticos es un simple y vulgar esnobismo. De hecho, el buen humor es sumamente serio. Es arte y cultura. Decir lo contrario es una gran razón para reír.  

Gustavo Godoy