Según la teoría clásica de la
democracia concebida por los pensadores liberales del siglo XIX, la sociedad está
compuesta de una comunidad de públicos de opinión. Cada comunidad de opinión,
forma su criterio bajo un proceso de discusión entre sus miembros. Algo que debe
ocurrir de manera autónoma y racional. Según
estas ideas, el individuo culto, leído e informado conversa libremente y debate
dentro de asociaciones y partidos con la esperanza que la verdad y la justicia surjan
de la integración de los diferentes puntos de vista. Esas opiniones producidas de la libre discusión
compiten entre sí y una de ellas “vence”. Esta es la que el público ejecuta o
instruye a sus representantes para que la ejecuten en su nombre. Es en el público
donde radica la legitimización de la democracia y la de todos los asuntos públicos. Las constituciones y las leyes de casi todas
las sociedades modernas están basadas en estas afirmaciones y creencias. Todas estas teorías se alimentan de la fe en
el intelecto, la racionalidad y nobleza humana, muy en boga entre los
pensadores e intelectuales de
siglos pasados. Sin embargo, para nadie
es un secreto que hoy la realidad es
otro. Estas ideas cuando los comparamos con lo que realmente sucede en la
actualidad parecen más un cuento de hadas. Aunque es una gran mentira, la teoría clásica de la democracia es la versión
oficial de cómo funciona nuestra sistema social.
La sociedad moderna más que una
comunidad de públicos autónomos es una sociedad de masas. El individuo moderno
se encuentra en una posición aislada dentro de una sociedad fragmentada
dominada por pequeños grupos. El poder de la sociedad y sus instituciones sobre el individuo es inmenso. El individuo promedio en vez que crear sus criterios, sus criterios son impuestos por los medios
masivos de comunicación, donde recibe mucho más de lo que él podría aportar. Son
las elites, sobre todo las políticas y las económicas, las que dominan a la masa, no al revés. La
masa no tiene autonomía frente a la autoridad institucional. Es la autoridad la
que penetra a la masa reduciéndola para controlarla, manipularla y canalizar sus acciones. El rol
de la masa es uno pasivo, simplemente reacciona a lo que le imponen.
La masa es la nueva mayoría en el
mundo actual. Ese colectivo, hoy mimando
por casi todos, está conformado de un populacho, que a pesar de saber leer y escribir
porque paso por el colegio y la universidad, es
inculto, ignorante, apático, y
sumamente irracional. Hoy se celebra el no tener cultura, ni educación, y se ridiculiza con demasiada
frecuencia a todo aquel que lee y piensa
con un poco más de profundidad. Hoy en día,
el individuo pensante es excluido por ser considerado como alguien molesto y
necio, la preferencia siempre la tiene
el sumiso, el dominable que se deja llevar.
Los grandes medios de comunicación,
que cada día están en menos manos, sobre todo la televisión, tienen a la gran masa como su audiencia predilecta
por ser la más rentable. Las figuras públicas
como los políticos y las celebridades de moda, como también los productores de
programas y contenidos, saben muy bien
que para que algo se venda debe ajustarse a la medida de la gran masa. Todo debe ser superficial, básico y trivial para que pueda
ser digerido con facilidad por la masa. El chisme, el chiste de mal gusto, el último
crimen, la linda chica en paños menores, el más reciente escándalo sexual, el esoterismo
barato, el melodrama rosa, los gritos, las peleas y lo grotesco son la fórmula
para llegar al éxito de sintonía. La
incultura es lo da el rating en nuestros días.
Francamente, no podemos conformarnos
con tanta mediocridad. No podemos ser cómplices de este monstruo, habiendo tanta belleza en el mundo. No seamos
tan ingenuos como para creer que todo lo que viene de los medios es bueno y
verdadero. Debemos dudar, pensar, analizar,
formar nuestras propias opiniones. No tenemos que ser como todos. Nacimos para ser únicos y extraordinarios, no
para imitar, no para ser borregos. Lee,
piensa, sueña, crea. Seamos geniales y hagamos de este mundo, algo más.
Gustavo Godoy
Artículo publicado por El diario El
Tiempo el viernes 20 de Mayo 2016 en la Columna Entre libros y montañas
Ver blog:
www.entrelibrosymontanas.blogspot.com