viernes, 26 de mayo de 2017

Mis Errores








Me habría encantado haber podido equivocarme un poco más en el pasado. Haber cometido más errores. Haber sido más valiente en muchas ocasiones y afrontar riesgos  más grandes. Dejar a un lado con mucha más fuerza la búsqueda por la perfección.  Habría preferido ser más torpe y descuidado. En muchos casos, he debido tener más sentido del humor y burlarme más de mis derrotas. He debido ser menos sensato, menos prudente, y disfrutar mucho más. Cerrar mis paraguas bajo la lluvia para darme más vida.

Yo he debido ignorar más los consejos de mi familia. Debí escuchar menos a mis maestros. Desobedecer un poco más. Ser más irreverente ante la autoridad. Ser menos paciente con el amigo ingrato. Ser menos amable con el necio.  Ser menos práctico. Ver menos televisión y no prestarle atención a las noticias. Nunca sacrificar   mi tranquilidad por el dinero. Nunca extrañar al objeto perdido. Andar por la vida sin tantos cálculos. Reirme más.  Trabajar menos y viajar más. Admirar más el paisaje. Contemplar más atardeceres.  Botar más la compostura y perder más la seriedad. Acostarme más tarde por las noches y  dormir  por  más tiempo en  las  mañanas.  Comer más postre. Cantar, bailar, volar y  soñar  mucho más. Permitir que el viento me despeine  y confiar  más en el azar. Temer menos  y amar más.

Siempre he podido adquirir  un par de vicios más. Ponerle más whisky al café por decirlo de alguna manera. Caer más en las tentaciones. Tener más afectos. Retar más a lo prohibido. Entregarme, darme, enamorarme y  relajarme más.  Siempre he podido tener más amoríos inapropiados. Tener sexo de modos más atrevidos y en sitios más inesperados.   He podido perder la cabeza por la mujer incorrecta más veces. He debido dar ese beso que nunca di. He debido decir ese te quiero.

Con el tiempo, uno algo aprende. Y yo he descubierto con los años  que  no quiero un mundo perfecto y que tenerlo todo nunca es suficiente.  Uno aprende con los días que todo cambia ,y que casi nada es para siempre. La suerte llega ,y luego se va. En la medida que va avanzando el calendario, hay cosas que ya van dejando de importar, y otros que van  tomando  mayor valor. Uno valora más los destellos de belleza, los dulces  momentos, los pequeños detalles,  el poder del perdón, y la capacidad de agradecer. Uno valora más al generoso, al bondadoso y al sincero. Uno  va comprendiendo  que  en la vida muchas veces  lo  más sano es olvidar y que la verdadera nobleza está en dar regalos a los demás sin muchas condiciones.  Más importante que el éxito es el sentir.

Cualquiera puede llegar a ser exitoso en esta sociedad de plástico, pero no cualquiera sabe fracasar con estilo. Se requiere cierto talento para fracasar a lo grande.  Hay que aceptar las caídas , sin lamentos y  con orgullo. Esa competencia eterna que se vive hoy en dia es absurda.  La vida es sobre lo  sublime del instante. No la deberíamos convertir en una carrera por el oro.  Eso es una absoluta tontería.  Esto del éxito es algo para el ego y yo siento que lo realmente valioso está en alma. Yo no quiero tener éxito en realidad. Yo solo quiero ser feliz.



Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes  26 de mayo 2017 en la Columna Entre libros y montañas





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lunes, 22 de mayo de 2017

Mi vida y el mundo



Nací en una ciudad de tamaño medio en la región de los Andes Venezolanos llamada Valera, en el estado de Trujillo. Mi infancia y adolescencia transcurrieron en Venezuela durante los años 80s y 90s. Mi familia paterna debe sus inicios a un poblado llamado Pampán, pero en algún punto se mudaron a Trujillo, un pueblo cercano, capital del estado con el mismo nombre. Mi padre cuando joven trabajó como telegrafista para luego dedicarse a vender autos. Fue un hombre sumamente bondadoso, generoso, perseverante y hábil. Poseía un talento excepcional para el comercio y los negocios. Sus empresas lograron un gran éxito con una técnica muy ingeniosa para la época y sobre todo para la región: Compraba caro y vendía barato. Sus compañías prosperaron y alcanzó a convirtiéndose en un par de décadas en uno de los empresarios más importantes de la zona. Creía firmemente en la voluntad y la capacidad del hombre de superarse a sí mismo. Yo llevo su nombre.
    En Venezuela, como en la mayoría de las partes del mundo, el éxodo desde las zonas rurales hacia las ciudades ha sido inmenso. Para los habitantes del campo y de los pequeños poblados, la gran ciudad significa progreso y éxito económico. La región de los Andes ha sido víctima de este proceso que se ha traducido en la  pérdida de vitalidad para la zona y la superpoblación para las grandes ciudades como Maracaibo, Barquisimeto o Caracas. Debido a este fenómeno, a pesar de descender de una familia andina y haber nacido en los Andes, pa mi niñez y adolescencia  en la ciudad de Barquisimeto.
    El acontecimiento más importante de mi niñez fue la muerte de mi padre cuando yo tenía  escasos cinco años de edad. De manera repentina, un día del mes de enero, mi padre falleció en un accidente con su propio avión. Yo amaba a mi papá y después de su muerte todo cambió. Mi memoria de él no es completa, es sumamente fragmentada pero sí muy sentida. Los pocos recuerdos que aún logro conservar de esa primera etapa de mi vida están cargados de muchos sentimientos gratos. Su ejemplo y su ausencia han influido mucho en mí. Después de su partida, tuve una infancia que oscilaba entre periodos de mucha incomodidad y otros de mucha felicidad.  
    Los periodos más felices de mi infancia fueron sin dudas, durante mis vacaciones en el pequeño pueblo de Trujillo para visitar a mi abuela y al resto de mi familia paterna. En Trujillo, donde mi abuela “MaConcha”, yo era feliz. Adoraba a mi abuela y adoraba a mis tíos y primos. Todo en Trujillo era mágico. En aquella época, un relajado ambiente bohemio lo cubría todo. Mucha música, mucha camaradería, mucha tertulia. Mucho amor. La rica comida, la naturaleza y los jardines estaban siempre presentes. Era la gloria para mí. Todos me trataban con gran respeto y cariño. El disfrute nunca paraba. Nada era impuesto, todo era planteado con sabios argumentos y con la mejor de las  intenciones. Todos me trataban con mucha cortesía. Sentía que era parte de algo y eso, desde muy joven, me dio mucha  seguridad.
    El resto del año lo pasaba en Barquisimeto en condiciones diametralmente opuestas a las de Trujillo. Crecí con mi madre y mi padrastro dentro de una familia que seguía al pie de la letra todos los clichés de la alta burguesía Venezolana. Colegios privados, viajes, casa en Miami y en la playa, fincas, una elegante casa con cuatro o cinco empleados domésticos ubicada en un exclusivo vecindario, camionetas de lujo, distinguido círculo de amistades,  una membresia del “Country Club” y otra del “Golf Club”, una vida social activa llena de whisky importado y salmón, una cuenta en dólares en el extranjero y sobre todo mucha arrogancia social.
    Yo era un extraño entre extraños. A pesar de vernos forzados  por las circunstancias a convivir bajo el mismo techo por un tiempo, nunca nos conocimos, nunca nos entendimos. Distanciarme de ellos era algo que siempre anhelé. Éramos de planetas totalmente distintos. Ellos eran una familia tradicionalista burguesa venezolana actuando como ellos creían que era correcto actuar, y yo un joven liberal e idealista con otras aspiraciones. Naturalmente, era de esperarse que surgieran fricciones y malentendidos.
   Generalmente, fui un joven tranquilo. Mi vehículo era la bicicleta. Con una vieja bicicleta de carreras me movía a todas partes. En la bicicleta iba al colegio, a la panadería y a todos los lugares. Tenía la costumbre de pasear dando vueltas  por toda la ciudad y deambular sin rumbo fijo. Esto me gustaba y me calmaba. Recorrer sin destino las calles lo encontraba terapéutico. Me encantaba. En otras ocasiones, me daba por caminar. Llegaba a caminar por horas como un vagabundo. A diferencia de los otros jóvenes de mi edad, nunca me llamaron la atención los carros. En ningún momento, quise tener uno. La pasión compartida por muchos a los carros, las motos y las máquinas nunca me atrajo. Jamás fue aficionado a los deportes, ni a la competencia. El fútbol o el basketball nunca fueron lo mío. Mis intereses siempre eran distintos al de los demás.
    Desde muy joven, experimenté una profunda inconformidad con la sociedad que me rodeaba. Tal vez por eso, desarrollé un carácter solitario y soñador. Debido a esa naturaleza perezosa y distraída que me caracterizaba, desatendía con regularidad  mis deberes. Entonces, mi madre consideró imprudente darme el derecho a un televisor en mi cuarto. Ella pensó que la televisión estimularía mi acentuada tendencia a la holgazanería. Por esta razón, siempre fui el único de la casa indigno de tener un televisor en su cuarto. Pero tenía acceso a la vieja biblioteca de mi padre. Entonces, como cosas del destino, un buen día, me convertí en lector. Un lector insaciable de libros. Devoraba libros día y noche con mucho placer. Disfrutaba leer enormemente y siempre me gustaron los clásicos. Uno de los  primeros libros que leí fue Las aventuras de Tom Swayer de Mark Twain, seguido por Oliver Twist de Charles Dickens. Me pasé por los libros de Julio Verne y de Emilio Salguieri. Leí Robinson Cruese, los tres mosqueteros, y  Los viajes de Gulliver. Con el tiempo, leí muchos otros. Leí  principalmente novelas del siglo XIX, tratados filosóficos, biografías y escritos sobre  religiones asiáticas. Tan solo me bastaba con cerrar la puerta de mi cuarto para ser libre. Fue en la imaginación donde conseguí el mayor de mis consuelos.  
     Desde que tengo memoria, he sido un gran crítico de toda sociedad que confine lo intelectual, lo espiritual y lo artístico a una posición marginal. Inevitablemente, me formé desconfiando de los adultos, los maestros, los sacerdotes y los poderosos. Me apoyé en la literatura y la filosofía como puntos de orientación.

 En el verano de 1997, después del bachillerato, partí a los Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Tampa en la Florida. A los 17 años de edad estaba por comenzar el principio de mi nueva vida lejos de mi familia y de mi país natal.
    Para entonces mi padrastro y mi madre soñaban con hacer de mí todo un burgués. La idea general era que yo fuera un hombre de éxito, dinero y ascenso social. Dormir temprano. Despertar temprano. Seguir las normas y todo convencionalismo al detalle. Algo así como un ingeniero en computación trabajando para una gran corporación multinacional, ganando muchos dólares, una linda casa con un televisor gigante en un suburbio de Miami, una familia de 2.5 niños, viajes en primera clase, una mini vans de color gris y un golden retriever. Esta es una vida seguramente muy buena, y perfectamente deseable para muchos, pero no era lo mío. A mí me provocaba escalofríos imaginar que mi vida pudiera ser así.
     Yo quería mucho más. Quería vivir mi propia vida, y seguir mis propios sueños. Me di cuenta desde muy temprana edad que yo era yo y no otro. No quería  comenzar la vida siendo un autómata sin alma. Tenía la convicción de ser el único con la responsabilidad de dibujar mi futuro. Quería tener una vida parecida a mí y que se adaptara a mis necesidades. Nunca vi la vida burguesa como un modelo digno de emular. Al contrario, la consideraba vulgar. En todo caso, era el modelo a no seguir. Más que pura rebeldía esto se debía a una razón muy sencilla: entre burgueses, no era feliz. Mi espíritu rechazaba el tipo de vida que ellos llevaban. Me resistía a ser como ellos. Antes de imitar, preferí ser el señor de mi propio destino. Escogí vivir. Por supuesto, sabía muy bien que cometería mis errores, pero no pretendía renunciar a la libertad de poder equivocarme. Y fue la mejor decisión que pude tomar. Vivir mi vida significaba que mis fracasos serían míos, pero mis triunfos también serían míos.
   Para mí, recorrer el mundo como un errante siempre fue un pensamiento sumamente tentador. El nomadismo del trotamundos yo lo relacionaba con huir de la opresión, de los deberes, y de la rutina asfixiante, hacia la libertad, el descubrimiento y la aventura.  Entonces, viajé por el mundo. Y viajar me ofreció la posibilidad de escapar, de renacer, de recrearme y de conocerme mejor. Quien viaja mucho y conoce mucha gente adquiere  una visión mucho más amplia de la humanidad  y sus obras. Se puede llegar a comprender más profundamente el sentido de su propia vida. El verdadero viaje no está en el movimiento de un lugar a otro sino en el proceso interno de aprendizaje y crecimiento personal que ocurre solo en el alma de cada quien. Gracias a mis viajes aprendí a amar a todo el planeta y a ver a la humanidad como un todo.  Aprendí a verme como ciudadano del mundo.
    Por  años, viajé, viajé y viajé. Conocí a mucha gente. En aquellos tiempos, pude conversar con intelectuales, artistas, pensadores, líderes religiosos y políticos. Perseguí el conocimiento con una sed fáustica. Gradualmente, me forme como un hombre de ideas y de libros. Me ocupe de cultivar una mente independiente y me preocupé en marcar siempre mi posición personal ante los asuntos de relevancia y actualidad.
    Después de varios años en los Estados Unidos, debido a que nunca me gustó en realidad el modo de vida estadounidense, decidí mudarme al Medio Oriente. Me traslade a la hermosa ciudad costera de Haifa al norte de Israel para vivir ahí por una temporada. Conocí el país, su gente, su cultura, su comida y sus sitios sagrados. También escuché sus idiomas, el hebreo y el árabe. Y tuve el placer de conocer gente de casi todos los lugares del planeta y de casi todas las religiones. En Israel, me relacioné con judíos, cristianos, musulmanes, drusos y bahais de todas las tendencias. Ahí hice amistad con personas de sitios tan interesantes como la India, Nepal, las Polinesias, Singapur,  Escandinavia, Mali, Suazilandia y Azerbaiyán, entre muchos otros.  Sobremanera, me atrajo la vida rural israelí. El kibutz y el moshav  son modelos alternativos que estudié con entusiasmo. Investigué sobre su agricultura y su modo de organización. Mi feliz estadía en Israel se extendió por casi dos años.
    Luego, me fui al Amazonas (Venezuela). Me introduje al interior de la selva y me establecí por casi un año en una comunidad indígena de los Piaroa para vivir como ellos. Gocé de los sentimientos de la vida salvaje. Tuve la oportunidad de escuchar sus leyendas, tradiciones y creencias mientras observaba sus  costumbres  y su estilo de vida. Cada vez que podía, iba a visitar al chamán de la aldea. Y el viejo chamán siempre compartía gustosamente conmigo su sabiduría ancestral.
    En mi juventud, conocí muchos sitios, lugares como países de América Central y el Caribe, países de Europa, China, Turquía,  Canadá o México. Después de un largo recorrer pude ver que la vida que lleva la mayoría de las personas no es una vida realmente satisfactoria. El descontento es general. Sin embargo, ninguno de nosotros está de ninguna manera obligado a seguir un modo de vivir que no deseamos.  Cada quien debe vivir a su manera y punto. Es cuestión de ser sincero con uno mismo e ignorar las voces del conformismo y el miedo. Solo luego de hacer esto, uno será verdaderamente feliz y pleno.
   Todos los tesoros del mundo juntos son solo una simple mota de polvo cuando los comparamos con la infinita riqueza y el inmenso mar de posibilidades que es nuestro universo interior. E inspirado por esta noción, me empeñé en buscar un lugar con las condiciones ideales para poder crecer internamente, y después de encontrarlo, convertirlo en mi hogar para vivir ahí por el resto de mis días.
    Yo quería algo más de la vida que la existencia vacía que llevan la mayoría de las personas. Deseaba vivir una vida que tuviera un sentido y se rigiera por una línea moral. Sin distracciones, ni postergaciones. Quise desarrollar una profunda vida espiritual. Hacer el bien. Purificarme. En otras palabras, quise vivir.
    Decidí escuchar mis fuertes deseos de soledad y retiro. Y me convertí en asceta. Sencillamente, me fui al campo indefinidamente para dedicarme al estudio y a la reflexión en medio de la belleza y la tranquilidad. Preferí crear mi propio mundo y vivir fuera de la sociedad. Vivir en la naturaleza entre libros y montañas como un anacoreta para hallar en mí mismo la solución a mi propia existencia.
     Me establecí a las afueras de Trujillo, el pueblo de mi abuela paterna en los Andes Venezolanos. En una pequeña casa, solo como un ermitaño, empecé a vivir al igual que un robinsón. Cultivé con mis propias manos un pequeño huerto. Cociné a leña. Del techo, recogí agua de lluvia. Improvisé mis muebles. Sin refrigerador, televisión por cable, lavadora, bullicio o ajetreo, me propuse a vivir felizmente una vida sencilla, frugal y llena de gratitud. Disfrutar de los pequeños placeres y logros cotidianos. Leer buenos libros, escuchar música, pasear por los bosques, y  ayudar  a los demás.
    Al principio, mi aislamiento del mundo fue radical. Sin embargo, con el tiempo se ha moderado notablemente con la excepción de contados intervalos donde he aplicado este mismo radicalismo por períodos de diferente duración. Se podría decir que ahora este especie de exilio que cuento no es un exilio literal sino más bien un exilio figurado o en todo caso relativo, no total. A pesar que disfruto mucho la soledad y que paso mucho tiempo solo en mi casa, al mismo tiempo tengo muchos amigos y participo en muchas actividades sociales y culturales fuera de mi casa.
    Después de darle la vuelta al mundo, volví al campo donde todo comenzó. He llegado a la conclusión con el tiempo que la vida es una auténtica odisea y que la verdadera sabiduría radica en reconocer nuestra propia ignorancia. Un día dejamos el hogar para viajar por el mundo, viviendo aventuras, superando obstáculos y conociendo otras gentes para al final volver de nuevo al mismo punto donde todo inició. Terminamos donde comenzamos y, sin embargo,  seguimos formulándonos las mismas preguntas eternas de siempre: ¿Quién soy? ; ¿Dónde estoy? ; ¿Cómo debo encauzar mi vida?;  ¿Cuál es su sentido?  ; ¿Cómo es el mundo que me tocó vivir? ; ¿Cuál es mi papel a jugar en este mundo?  ; ¿Cuál va a ser mi contribución en la historia?;  ¿Cómo alcanzo mis  sueños? ; ¿Cómo logro ser feliz?

     Cuando uno puede disfrutar de abundante tiempo libre y soledad, las ideas y los pensamientos florecen con gran facilidad. Uno se vuelve más observador y agudo. La mente se vuelve mucho más lucida. Ver el mundo desde lo lejos, da una perspectiva muy valiosa. Entre el ocio y tanto verde, descubrí que escribir me permitía comprender muchísimo mejor todo lo que leía en los libros y todo lo que pensaba. Entonces, escribí. Y escribir se convirtió en una especie de compañero fiel en medio de estas montañas. Mis escritos son los intentos ilusos de un lobo estepario para dar respuestas a esas preguntas eternas que realmente no tienen una respuesta definitiva.
Gustavo Godoy

*Extracto de un escrito mas largo aun sin publicar



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viernes, 19 de mayo de 2017

La Epifanía de Sísifo








Los días pasaban una y otra vez de manera interminable. El tiempo transcurría pero de hecho todo era igual siempre. En realidad, nada ocurria. Aparentemente  las cosas sucedian, pero no realmente. Eran  las mismas historias  pero con diferente superficie. En el preciso momento cuando se pensaba que la plenitud estaba  más cerca todo se desplomaba y era necesario comenzar de cero una vez más. Todo se repetia y repetia de modo infinito. Y se  vivía  en un constante deja vu porque el tiempo al parecer decidió congelarse. Para Sísifo, este limbo  que habitaba no era otra cosa que un eterno viacrucis que  se reiniciaba  todas las mañanas.  


No solo eran las decepciones amorosas , o la ocasional depresión dominical. No solo era el trabajo, la rutina y el tedio. Era que todo estaba cubierto por una incomoda y gris pesadez. No solo eran las necedades  de la gente  y la estrechez  de  la familia que lo hacían sentirse solo entre tanta compañía.  Era también  lo absurdo de todo. Con cada éxito logrado, las promesas de satisfacción eran rápidamente defraudadas con el surgimiento de nuevos problemas. Con cada medicina, también llegaban un sinfín de nocivos efectos secundarios. Es que detrás de toda supuesta perfección, eventualmente siempre se descubren, lo queremos o no,  un mar de  molestos defectos. Nada es completo. Quien piense  que la felicidad está en el próximo deseo siempre se verá estafado. Los problemas nunca faltan. Todos llevamos una cruz encima, de algún modo u otro,  lo admitamos o no.


Sísifo empezaba  a preguntarse si algún día él podría  descubrir el final de todo esto ya que nada parecía  tener sentido. Todo se encontraba en la penumbra.  Y entonces , de repente, un dia, ahi estaba. Como de la nada, llego una epifanía.  No era una respuesta para todo. Pero sí una ingeniosa solución para  su propia vida. No era un descubrimiento del otro mundo pero sí algo que podía  aliviar un poco el peso que debe llevar el hombre trágico durante su mundana realidad. Las circunstancias de la vida casi siempre están fuera de nuestro control. Nada de eso es verdaderamente propio.  Pero lo que está en el corazón siempre sera nuestro. Los amores, las pasiones, las ilusiones, los sueños, y todo aquello que se disfruto no nos los puede quitar nadie. Cultivar el corazón. Ese es el truco para engañar al destino. El secreto de ser feliz en medio de tanto chango.

La felicidad está en las utopías. Y estas solo se construyen en la imaginación. El destino de Sísifo era la sensibilidad. Su destino era ser escritor y vivir enamorado.  Era escribir la historia de sus sentimientos. Y narrar su experiencia  pero no para comprender sino para escapar a un mundo de belleza creado por él.  La vida de Sísifo se transformó con el pasar del tiempo en el arqueotipico relato del hombre romántico que supera la miseria con  la fuerza de su alma. Sísifo se convirtio en poeta. Con poesia, la vida sí es vida.

Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes  19 de Mayo 2017 en la Columna Entre libros y montañas


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lunes, 15 de mayo de 2017

Los Muros






Existen grandes muros
entre y yo.
Esos muros nos dividen
aparentemente.


Pero por debajo de los  muros ,
en el subsuelo,  
yacen  bellas  aguas
que  navegan
secretamente.



Gustavo Godoy




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viernes, 12 de mayo de 2017

El Dilema de la Bella Helena









A veces agota ser mujer y  fingir que todo marcha de las mil maravillas. Ser un simple relativo. Ser la hija de alguien, la madre de alguien , la esposa de alguien. Cumplir con un rol y nada más. Satisfacer expectativas ajenas pero descuidar las propias. A veces eso no es suficiente y hace falta algo más.  Te preguntan por la cena, por la ropa, por la lista de compras, por la limpieza del jardín , pero pocos te preguntan si eres verdaderamente feliz. Hay veces cuando el corazón cambia de parecer. A veces provocar vivir , abandonar los miedos y que pase lo que tenga que pasar. Así arda Troya.


Helena estaba cansada de escuchar por parte de todos que necesitaba un hombre para ser feliz. Llevaba años casada pero con el tiempo también crecieron las dudas. La vida no podía ser sólo complacer  a los demás. Tal vez ella merecía más. Ella no estaba muy  contenta con el papel que le tocaba en la historia y  deseaba otras posibilidades. Lo que sucedía  era  que el miedo  siempre le ganaba y entonces  aprendió a ser paciente ante las injusticias. Se sacrifico  por un bien superior. En otras palabras, se sacrifico por los demás. Ella, como es común entre los bondadosos,  confundía con demasiada facilidad la paciencia con la capacidad de aceptar imposiciones.  Y por otro lado,  también quería evitar el escándalo que seguramente  provocaría su  rebelión personal  ante el orden y la costumbre establecida. Nadie quería una guerra. A nadie le convenía una revolución feminista en su hogar. Su hogar,  un sitio que  se había transformado con los días ,y con su propia complicidad,   en un palacio de hojalata, hermoso pero sin alma. No sabía que era mejor  si impulsar una reforma progresista o  escoger un sonoro escape.


Dejaba pasar el tiempo, pero todo empeoraba. Ya las agujas del reloj en su casa retumbaban como truenos con cada segundo  y nunca se callaban. Era una casa cómoda para todos menos para ella. Aunque su problema no era el presente en realidad. Ella sabía que el diagnóstico de su realidad  era certero. El problema y la principal causa  de su angustiosa vacilación era el futuro. No sabía si tendría el valor necesario para  ser libre. Dudaba si contaba con las fuerzas para  vencer   las batallas de la soledad. La soledad era una guerra que seguramente la esperaba en su inseguro porvenir si se decidía por un radical giro de rumbo. Estaba atrapada en una situación que ella misma permitió por mucho tiempo. Y sabía muy bien que en el mismo momento que escogiera la senda de la mujer independiente debía desaprender su vieja vida para enfrentarse a un mar de futuras incertidumbres. Mientras tanto, en la privacidad de sus pensamientos y dependiendo de su humor,  su frágil  determinación oscilaba  entre una frustrada resignación y un optimismo arrogante coloreado  con breves delirios de grandeza. Ese ciclo interminable  se repetía una y otra vez en su cabeza de manera infinita .


Helena era tan bonita como el cielo azul. Le asentaba muy bien el cabello corto y  recogido. Su dulzura combinaba mucho con su elegante silueta. Siempre cautivaba a todas las miradas al andar. Era buena en todo. Y si alguien merecía ser feliz era ella porque era un amor.  Poseía una nobleza como ninguna. Con su sonrisa iluminaba al mundo entero. Sus flores la adoraban. Y su gato la quería con pasión. Era un bien para todos. Estar junto a ella era como vivir en un agradable paraíso. Simplemente dejó de encajar en su propia vida y quería algo más acorde a sus anhelos de mujer bella e interesante. Así de sencillo.


No hay cambio fácil en este mundo.  El desconocido devenir siempre trae  consigo peligros para la persona que  se arriesga por una mejor suerte.  El miedo es un muro  que debe derrumbarse sin piedad.  Las luchas por la felicidad  siempre valdrán la pena.


Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes  12 de Mayo 2017 en la Columna Entre libros y montañas

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viernes, 5 de mayo de 2017

El Temerario Plan de Orfeo



Un dia me fui a caminar impulsivamente por los senderos borrascosos de la vida. Y como nadie me quiso acompañar me fui solo. Por mucho tiempo te conocía tan solo en mis sueños. Hasta que por suerte un dia te encontre en mi camino. Estabas tan bonita esa noche que desde entonces no hago otra cosa que suspirar por ti ,aunque a veces no te lo diga. Me encantas desde siempre , aunque a veces no lo demuestre como debería. Yo estoy locamente enamorado de ti , a pesar de este orgullo mío que a veces me domina.


Contigo siempre quise tener la sabiduría de escribir la canción más bella. Tener el poder de corregir, de mejorar. Poder quererte de verdad. Hacerte feliz. Darte paz y tranquilidad. Nunca quise versos tristes en este amor nuestro. Nunca quise un final con amargas despedidas. Desde un principio quise construir algo que dure para siempre. Mientras otros dejan libros , esculturas , árboles o hijos a la posteridad yo siempre he querido dejar un gran amor. Una vida queriendo jamás pasara en vano. Y mucho menos si se trata de quererte a ti. En el dia del juicio cuando sea el final de los tiempos y el mundo ya no exista no habrá ni lamentos ni arrepentimientos para mi. Porque cuando me pregunten qué hice con mi vida mi respuesta será muy clara. Simplemente quererte a ti. Solo a ti. Únicamente a ti.


Sin tu amor, no hay vida para mi. Para mi tu ausencia es la muerte. Cuando estábamos juntos había un cielo azul. Pero ahora que te marchaste, todo es un helado y eterno desierto. Las cosas eran más bonitas y verdes cuando estabas a mi lado. Ya no soporto esta dolorosa indiferencia. La verdad es que me haces mucha falta. Deseo tener las fuerzas para poder sanar los problemas del alma y para poder sacarte de ese infierno que llamamos soledad. Entre los escombros y las llamas me gustaria volver a encontrarte.


Ahora que no hablamos como antes y que ya nada es igual, me gustaria tener la oportunidad de pedirte perdón por tantos descuidos. Ahora que solo me queda el recuerdo de un sueño abandonado y que todo es un insomnio infinito, quiero decirte que lo único que hago últimamente es pensar en ti. Ahora que estás tan lejos y tan cerca quiero mencionarte por si no lo sabias que te extraño un mundo entero. Perdon por mi cobarde inmadurez. Perdon porque hui cuando debí amarte. Solo quiero tener el valor de ir a buscarte donde quiera que estes.

Aunque estés dormida en la misma cama junto mi, nos dividen siglos y planetas de pequeñas y grandes torpezas. Me gustaria cambiar el destino y salir velozmente a tu rescate. Romper todas las puertas, vencer todos los monstruos y derribar todos los muros. Quiero volver a verte. Quiero estar contigo otra vez. En la mañana cuando despiertes pienso prepararte tu desayuno favorito y levantarte con musica. Mi plan es conquistarte nuevamente con las bellas melodías de mi guitarra enamorada. Dedicarte una linda serenata para verte sonreír una vez más. Cantarte canciones de amor en este domingo gris. Y besarte y abrazarte entre flores y poemas. Siempre serás mi angel, donde quiera que estés.   

Gustavo Godoy

Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes  05 de Mayo 2017 en la Columna Entre libros y montañas


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