Por distintas razones, los hombres tienden a ser menos selectivos y menos exclusivos que las mujeres. Esto crea un exceso de demanda para las mujeres y una deficiencia de demanda para los hombres. Entonces, tenemos un cuadro inflacionario en el caso de las mujeres y, al mismo tiempo, tenemos un cuadro deflacionario para los hombres. Las mujeres al ser mucho más exigentes que los hombres concretan su atención en un ideal. Los hombres fuera de esta categoría, por tener menos opciones, bajan sus estándares para poder tener más alcance. Entonces, las mujeres miran hacia arriba. Los hombres miran hacia abajo. Eso implica que los “mejores hombres” disfrutan de una abundancia muy superior al resto. He ahí la ineficiencia del mercado. Pocos tienen mucho. Muchos tienen poco. Y esto crea una profunda distorsión en la relación costo-beneficio. En otras palabras, los mejores artículos están sobrevalorados. El costo es muy superior al beneficio. Los costos son tan elevados que el negocio deja de ser rentable. O sea, el empleo exige mucho, pero ofrece poco. La relación no es simétrica. Tenemos un fallo de mercado. ¿Por qué pagar más por menos?
No sería inusual que una mujer atractiva tenga 10 pretendientes o más. No puede salir con todos sin poner en riesgo su reputación. Entonces, la más común es realizar una preselección recurriendo al sondeo social. ¿Qué dicen las amigas sobre los distintos pretendientes? ¿Qué dicen los pretendientes sobre los demás pretendientes? Cada candidato es sometido a un escrutado doble. Por un lado, el escrutinio del hombre por los demás hombres. Por otro lado, el escrutinio del hombre por las mujeres. Eso normalmente se hace tomando en cuenta una compleja red de factores subjetivos y objetivos.
El hombre, por otro lado, es mucho más básico que la mujer en esta primera etapa. Simple. El hombre se guía por los ojos. El físico es el primer filtro de selección. Este exceso de demanda por la mujer atractiva intensifica la necesidad de subir el estándar en su proceso de preselección. Lo que normalmente significa que los costos de entrada suelen aumentar, pero el producto sigue siendo el mismo. El gran número de pretendientes incrementan las chances de obtener un mejor candidato, entonces lo más sensato sería invertir en el atractivo físico. Este sistema estimula lo estético, la exclusividad y la exigencia.
Claro que esa ventaja aparente de las mujeres en el mercado del amor, tiene su contraparte. Se podría decir que es una bendición y, al mismo tiempo, una maldición. Por vivir en un mundo de escasez, los hombres con más estatus y recursos son relativamente pocos. De ese grupo, los hombres dispuestos a ofrecerse como compañeros exclusivos en una relación a largo plazo son menos aún. Ese grupo de afortunados tiene acceso a mujeres atractivas. Por ende, ahora los criterios de selección son distintos en esta nueva etapa. Ahora lo que se busca son cualidades como la fidelidad, el compromiso, el compañerismo, la devoción y la comprensión.
Ahora bien, lo irónico es que, para las mujeres, la sobredemanda de pretendientes y las dinámicas de un proceso de selección cada vez más exigente, desalientan el ejercicio de virtudes como la fidelidad, el compromiso, el compañerismo, la devoción y la comprensión. De hecho, alientan el egoísmo y la promiscuidad. En consecuencia, esas disparidades incrementan el nivel de insatisfacción de todo el mercado amoroso. Las mujeres se quejan de la falta de hombres de calidad. Y los hombres se quejan de las altas exigencias de las mujeres.
En el bando de las mujeres, una de las soluciones para poder escapar de este ciclo de insatisfacción ha sido la independencia económica. La mujer que no depende económicamente de un hombre para su manutención cuenta con una ventaja considerable sobre las mujeres que no pueden pagar sus propias cuentas. Esto implica, al menos en teoría, que puede ser más amplia en un proceso de selección. Porque ya los hombres con su mismo nivel de estatus y recursos son una opción viable.
En el bando de los hombres, una de las soluciones para escapar de este ciclo de insatisfacción, más allá de la soltería voluntaria, ha sido comprometerse con las mujeres que exigen menos de él. Por ejemplo, tenemos dos candidatas. La primera es de físico aceptable, buen carácter y económicamente independiente. La segunda es muy atractiva, exigente y económicamente dependiente. Para un hombre racional, la primera sería una opción mucho más sensata que la segunda. Después de todo, la primera es un activo que ofrece una renta. La segunda es un trofeo de alto mantenimiento.
El mundo puede llegar a ser un plano bastante hostil. Con frecuencia, necesitamos algo de ayuda. O sea, a veces, necesitamos de un compañero de vida por el apoyo sentimental, psicológico, social y económico. El problema es que el proceso de selección suele ser, en la mayoría de los casos, mucho más hostil que el mundo como tal. El sistema actual tiene consecuencias profundas, porque nos hace juzgar a los potenciales compañeros con criterios equivocados. Porque estimula una relación suma cero. Lo más sensato es fomentar relaciones de mutuo ganar-ganar con un costo-beneficio más equilibrado. Un compañero debe enriquecer nuestra vida. Debe aportar valor. Si exigimos mucho y damos poco, nos convertimos en una estafa. Cuando ambas partes sienten que se ganaron la lotería con el otro, ahí es.
Gustavo Godoy
jueves, 28 de julio de 2022
Las mujeres y los hombres en el mercado del amor
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