La
espiritualidad es romper las cadenas de la ignorancia, el ego y el miedo. Es
una orientación que tiene como senda lograr una visión más amplia de las cosas.
El mundo religioso está repleto con técnicas para alcanzar mayores niveles de
conciencia que culminan en un éxtasis místico. En el Islam, los sufís utilizan bailes y cantos rítmicos
para lograr esto. En el hinduismo al igual que en el budismo y en el taoísmo,
emplean la meditación. En el
cristianismo, los devotos a Santa Teresa y San Juan de la Cruz se valen de las
oraciones contemplativas. Por otro lado,
los chamanes consumen plantas mágicas en sus rituales con los mismos
fines. La meta es la liberación del alma
humana.
En
las religiones occidentales, las prácticas asociadas con la espiritualidad son
adoptadas por una minoría. Sin embargo,
en las religiones orientales, esta práctica ocupa un rol central. Podemos decir
que la espiritualidad generalmente está
ligada a la religión pero no en todos los casos. Hoy es posible decir que una
persona tal vez sea espiritual pero no
necesariamente religiosa. Esto se debe a
que el término “religión” está relacionado por lo general a los grupos organizados
con sistemas de creencias definidas. La espiritualidad es en realidad una
experiencia personal. Algo subjetivo. Es la fe en uno mismo. Puede o no puede
estar ligada a una religión organizada.
Cuando
nacemos parece ser que la línea entre nuestro ser y lo otro es confusa. Se nos dificulta percibir donde términos
nosotros y donde comienza el mundo exterior. A los demás, en el inicio de
nuestras vidas, los percibimos como parte de nuestro ser, no como seres fuera de
nosotros. Cada estimulo que recibe nuestros sentidos son captados con asombro
como algo nuevo e interesante. Con el tiempo en la medida que crecemos, poco a
poco nos percibimos como un ser separado del todo. Nuestra visión se torna
estrecha y tubular. Anteriormente, nuestra mente estaba abierta y sin
prejuicios. Aceptábamos el mundo sin
miedos y sin filtros. Paulatinamente, a lo largo del camino nos empezamos a ver
como seres indefensos en un mundo hostil. Perdimos la confianza en nosotros.
La
espiritualidad es seguir un sendero interno. Es construir cimientos sólidos. Es
cultivar el amor, la compasión, la
paciencia, la quietud, y la tolerancia. Es abrazar la existencia. Volver al
hogar. Crear lazos, uniones. Es la
experiencia personal del individuo en su soledad, en su encuentro íntimo con la
totalidad.
No
somos el ser pequeño y efímero que creemos ser. Siempre presos por los miedos.
Llenos de sentimientos de impotencia. En realidad, somos todos los mundos.
Somos todos los tiempos. Somos la totalidad. Debemos superar el falso “yo” que
habita en nosotros con la realización que lo tenemos todo, que en la humilde
gota está el océano infinito y que en el segundo, la eternidad.
Uno
es tan grande como lo que ve. Unos ven universos enteros, otros límites,
fronteras y pequeñeces. Son miles los caminos. Son miles las posibilidades. Uno
es quien se propone ser. Nada nos falta. Todo se puede. De todas las creencias
la mejor creencia es la creencia en uno mismo y en la fuerza del espíritu
humano para romper con todas las cadenas.
“Más
allá de este lugar de ira y llantos / yace sino el horror de la sombra/ Y aún
la amenaza de los años/ me halla y me hallará sin temor./ No importa cuán
estrecha sea la puerta, / cuán cargada de castigos la sentencia,/soy el amo de
mi destino, / soy el capitán de mi alma.” William Ernest Henley
Ver Blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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