El título de una obra, en cierto
sentido, es una interpretación. Es una breve postura del autor ante su
creación. Umberto Eco manifestó en
varias oportunidades sus dificultades en encontrar un título apropiado para su
obra. Y admite que al final se decidió por “El nombre de la rosa” precisamente
por su ambigüedad. La rosa como símbolo puede significar muchas cosas. Y por
esa misma razón podría implicar cualquier connotación. Es todo y nada. El
lector aquí goza de plena libertad para asignarle un significado particular. A
mí me gustaría pensar que la rosa hace referencia al único amor terrenal de
Adso de Melk, el narrador. Es decir, la rosa es una mujer. Esta es uno de
las muchas posibilidades. Pero sí es un título un tanto nostálgico. Nos
recuerda a una perdida. Sobre todo, si consideramos la última línea de la novela.
Una frase en latín. “Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos.” De la
rosa solo queda su nombre desnudo.
Umberto Eco en esta novela se
dedicó principalmente a la creación de un mundo. Las primeras páginas sirven
como una prueba de iniciación para el
lector que comúnmente se aburre con muchos detalles históricos y temas
demasiados eruditos. El autor lo creyó necesario. Consideró que su mundo no era
para cualquiera. Para poder entrar, había que trabajar. Es una novela que nos
invita a vivir en el Medievo al igual que un monje de la época. La novela tiene
un ritmo muy propio. Los hechos trascurren en seis días y los capítulos avanzan siguiendo las
horas litúrgicas. La abadía impone sus
normas y tiempos al lector.
La novela tiene características
de crónica medieval y novela policiaca en un claro homenaje al detective Sherlock Holmes
y al filósofo franciscano Guillermo Ockham. El
nombre de la rosa nos relata las acciones de Guillermo de Baskerville tratando
de esclarecer unos asesinatos cometidos en una abadía benedictina ubicada en el norte
de Italia en el siglo XIV. Guillermo es
un fraile franciscano de origen inglés. Su nombre rinde un tributo evidente a Guillermo
Ockham; y su apellido, a la obra de Arthur Conan Doyle. En su modo de pensar es
menos medieval que sus anfitriones benedictinos. Sus dotes de gran observador y
su sensibilidad para interpretar indicios son extraordinarios.
Adso de Melk es un monje
benedictino de origen alemán con trabajo doble. Por una parte, es un
acompañante para Guillermo. Y por la otra, es el cronista de la historia. Claro
que Adso no es el narrador que nos da la bienvenida. Existe una breve
introducción donde se nos informa el hallazgo de un manuscrito medieval. Adso
es el autor de dicho manuscrito. Es una especie de Doctor Watson, un testigo y
un personaje que participa en la acción. Además, Adso le agrega a la novela su historia de amor. Pienso que la novela sin
esa historia resultaría muy fría. Me parece que este amorío le aporta a la obra
uno de sus elementos más hermosos.
La idea de la novela, según el
autor, comenzó con una imagen. La imagen de un monje muriendo debido a un libro envenenado. Un libro que mata a
sus lectores. Hay varios asesinatos. Pero dentro de un contexto más amplio.
Existe una lucha de poder entre el papa y el emperador. El papa representando
los intereses del comercio y las ciudades. El emperador representando a
sectores más de provincia, sectores más alejados de los territorios
papales. Los diferentes grupos se ubican
en algún punto a lo largo de un espectro que va de rechazo a apoyo hacia
algunas de estas fuerzas. El debate gira en torno a la herejía, el rol de la inquisición, la risa, la pobreza, la autoridad del papa y la
búsqueda legitima del conocimiento. Las
discusiones son enérgicos y abundantes. Además, de interesantes.
En la abadía se esconde una biblioteca dentro de un
laberinto. Su acceso está limitado a solo unas pocas personas y la mayoría de
los libros están prohibidos. Esta biblioteca al final lamentablemente arde en
llamas. El villano resulta ser el venerable Jorge de Burgos, un personaje que
nos recuerda al escritor argentino Jorge Luis Borges. Es un monje ciego de
avanzada edad que protege la biblioteca con un celo enfermizo. Todo el enigma
se centra en el segundo libro de Poética de Aristóteles dedicado a la comedia.
El dilema aquí es si los conocimientos disonantes deben ser divulgados o
censurados.
Como bien se conoce, esta novela
fue llevada al cine. La adaptación cuenta con Sean Connery y Christian Slater
en los roles de Guillermo y Adso respectivamente. Dirigida por el director
francés Jean-Jacques Annaud en una
producción italiana, francesa y alemana.
El casting, el maquillaje, la fotografía, el arte y la ambientación en
general son verdaderamente brillantes.
La experiencia visual es estupenda.
Entre el guion cinematográfico y
la novela naturalmente encontramos diferencias. Son medios distintos y el
énfasis se ubica en lugares distintos. Hay diferencias de forma. Y hay
diferencias de fondo. Nos encontramos
con algunos cambios meramente cosméticos que no afectan el sentido de la
historia en lo más mínimo. Por ejemplo, en la película Adso es franciscano e
inglés como Guillermo. En el libro, no. Es alemán y benedictino. En realidad, da igual. Sin embargo, existen otras
diferencias más importantes. Voy a comentar algunas. En la novela se explora mucho más el trasfondo
histórico y religioso que en la película. Por razones de espacio y economía, esto es comprensible. 126 minutos no es mucho.
Con respecto al personaje de
Guillermo. En la película, el personaje
de Guillermo se desarrolla mucho más. Su
pasado y su relación con la inquisición tienen mayor elaboración en la película
que en la novela. Así como su evolución y conflicto interna. En la película, Guillermo es más
humano, por un lado. Y más eficiente,
por el otro. En la novela, a Guillermo
le toma más tiempo decidirse y comprometerse con una conclusión. Vacila mucho
más. En la película, es mucho más asertivo y rápido.
La escena de pasión entre Adso y
la joven campesina en el libro es mucho más rica y emotiva que en la película. Como
experiencia estética, esa escena en la novela se construye con mayor
profundidad y sutileza en la novela. En la película, la escena es más apresurada
y al grano. Carece de capas y dimensiones.
En la novela son pocas las cosas
que realmente se descubren a tiempo. En ella, nuestros detectives son
derrotados, básicamente. La chica no se salva, Bernardo Gui (el malvado
inquisidor) escapa ileso, y los líderes franciscanos no logran sus
objetivos. En cambio, la película ofrece
un final más complaciente y consolador.
No es del todo feliz pero sí mucho más feliz que el encontrado en la
novela.
Esta novela para mi tiene la
peculiaridad que la disfruto en combo. Película y novela. Juntas. Es un triángulo amoroso. Cuando veo la
película, pienso en la novela. Y cuando
leo la novela, pienso en la película. Pero de algún modo hemos logrado una sana
convivencia. Es decir, nos las llegamos muy
bien. Los tres juntos somos felices.
Gustavo Godoy
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