miércoles, 15 de diciembre de 2021

Atracción y amor

 


La opción más simple para juzgar a un extraño es por su apariencia. La apariencia no lo dice todo. Sin embargo, dice mucho. No es un sistema perfecto. No siempre justo. Pero se usa por su efectiva rapidez. Hay demasiados extraños en el mundo y el tiempo es un recurso limitado. Se requiere algún tipo de sistema que nos permita funcionar socialmente y nos ahorre tiempo. En otras palabras, el juicio de apariencias es un comienzo. La apariencia, por supuesto, es un código que debemos interpretar. Lo que implica que se basa en símbolos. Y los símbolos son engañosos. Un símbolo nos puede unir, dividir o excluir. He aquí el gran detalle: No todo significa lo mismo para todas las personas. No todas las personas tienen los mismos valores. No todas manejan el mismo lenguaje de vida. Por esta razón, el gusto es bastante errático.
Ahora bien, en el mundo de hoy, la vigencia del sistema de apariencias es debatible. En ocasiones, da la impresión que todo es una gran malinterpretación. En fin, el mundo es cada vez más ambiguo. Es posible que el rompimiento de la universalidad y la fragmentación de la sociedad tengan la culpa. En el pasado, existía un ideal común y una jerarquía compartida. En consecuencia, existía lo bueno y lo malo. Todo era mucho más claro. Ahora todo es un poco más complicado. Lo bueno es el individuo y lo malo es lo distinto a ese individuo en particular. Es la época de lo arbitrariedad individual. El individuo escoge a capricho sus valores y sus símbolos. Hemos perdido el lenguaje común. Nada parece tener sentido. Todo es un enorme malentendido. Los narcisistas han conquistado el planeta. Por ende, el encuentro humano es cada vez más difícil.
Siempre supe que lo que la sociedad veía en mí no era mi verdadero ser. La sociedad te marca. ¿Campo o ciudad? ¿Caracas o Nueva York? ¿Queens o La Quinta Avenida? ¿El cuarto del conserje o el Pent-house? “¿De dónde eres?”: La pregunta denota un interés social más que uno geográfico.” ¿Qué haces?”: Obvio que no se trata únicamente de una pregunta profesional. ¿Médico? ¿Ingeniero? ¿Albañil? ¿CEO? ¿Indigente? ¿Ladrón? Quieren saber tu estatus mediante tu ocupación. La sociedad te mide y te ubica para asignarte un valor.
La atracción es una forma de admiración. Y la admiración, en muchos casos, nace de la validación social. Si eres deportista, seguramente admiras al ganador de muchas medallas de oro. Si eres músico, seguramente admiras al músico más premiado. Si eres empresario o comerciante, seguramente admiras a las personas con mucho dinero. Si eres una persona familiar, de pronto, admiras a las familias más felices. El éxito o el fracaso se mide en una escala. Bueno, requiere un valor, un lugar y un grupo. Contexto.
El estatus es una serie de asociaciones sociales. ¿Y el físico? El físico es un universo de símbolos. El físico es algo que leemos e interpretamos en cuestión de segundos. Vemos edad, género, genética, raza, salud, vestimenta, preferencias, gestos, etc. En fin, las personas son mundos. Y nos sentimos atraídos por los mundos que admiramos. Nuestros gustos revelan nuestros ideales. Ah, nuestro historial amoroso es una caja de Pandora en este sentido. Aquí debemos incluir todo. Nuestras conquistas pasajeras, nuestras antiguas parejas, los amores platónicos, las fantasías, los dolorosos rechazos, y, muy importante, los periodos de soledad.
Todo nos lleva al tema de la identidad. ¿Quiénes somos? Me refiero específicamente a las disonancias entre la apariencia y la esencia. Lo que los demás ven. Y lo que realmente somos por dentro. Si la brecha es muy grande, esto aumenta las posibilidades de ser incomprendidos. Es la ruptura del símbolo y el significado. Lo que, sin lugar a dudas, complica nuestras relaciones con los demás. La apariencia es lo que atrae. La esencia es lo que enamora. Muchas relaciones comienzan por apariencia y terminan por esencia. Mejor dicho, se descubre el fraude y la unión muere por decepción. Quien te rechaza al principio te hace un favor.
El mejor partido no siempre es el mejor compañero. ¿Por qué? Porque el éxito o el físico no siempre es un reflejo del carácter. Nuestra esencia. La esencia no es una circunstancia social. La esencia es una constante muy personal. El carácter se revela con la convivencia. Y se desarrolla en la intimidad. Significa permiso de ser imperfecto. Significa respeto, paciencia, generosidad y tolerancia. Y eso se demuestra con acciones y decisiones concretas. Se demuestra cuando la opción más fácil es el egoísmo. Las apariencias no cuidan el alma. Seducen el ego, pero no nutren. Amar una apariencia es un desperdicio. Se ama para crecer. No para ostentar. Se ama con la esencia.
Gustavo Godoy


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