Una persona manipuladora usa todos los medios necesarios para conseguir lo que quiere de los demás. Lo que busca es controlar totalmente al otro mediante mentiras, engaños y chantajes. El objetivo es dominar. Los demás son simples peones en su juego.
Claro que la persona manipuladora no asume sus errores. No revela sus intenciones. Ni acepta las críticas. Siempre tiene una excusa o alguien a quien culpar. Hace que los demás se sientan responsables de su felicidad.
El chantaje emocional es una táctica especialmente usada. Es decir, si no me haces lo que pido, me harás sufrir y será tu culpa. Pero esta víbora no es una víctima. Simplemente, es una manipuladora. Ella es la única culpable de sus desgracias.
Al otro lado del tablero, se encuentra la persona manipulada que ha sido señalada como culpable y responsable de algo que no es su culpa ni su responsabilidad. Se encuentra en una relación incómoda con alguien que presiona para quitarle su autonomía. Si se resiste, habrá represalias. Pero si decide evitar un conflicto y hace lo que se le pide, terminará haciendo algo que no quiere o no le conviene. La persona manipulada se siente usada, confundida y atropellada.
En el Jardín del Edén, Eva, la primera mujer, paseaba bajo la sombra de árboles frondosos. De pronto, una serpiente, la más astuta de las criaturas, se le aproximó con palabras seductoras. Le preguntó si era cierto que Dios les había prohibido comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Eva, intrigada, respondió que sí, que Dios les había prohibido comer de ese árbol, pues les advirtió que morirían si lo hacían. La serpiente, con astucia, le dijo que no era verdad, que Dios solo les mentía para evitar que se convirtieran en seres como él, con conocimiento del bien y del mal.
Las palabras de la serpiente despertaron la curiosidad de Eva. Observó el fruto y vio que era hermoso y apetitoso. Pensó en la sabiduría que obtendría al comerlo y se dejó llevar por la tentación. Tomó un fruto y lo comió, y luego le dio a Adán, quien también lo comió.
En ese instante, sus ojos se abrieron y comprendieron su desnudez. Sintieron vergüenza y se cubrieron con hojas de higuera. Dios, al notar lo que había sucedido, los llamó y les preguntó por qué habían desobedecido. Adán culpó a Eva, y ella a la serpiente.
Dios maldijo a la serpiente, condenándola a arrastrarse por el suelo y a comer polvo. A Eva le dijo que su parto sería doloroso y que estaría sujeta al hombre. A Adán le dijo que la tierra sería maldecida por su culpa y que trabajaría con esfuerzo para obtener el sustento.
Finalmente, Dios los expulsó del Jardín del Edén y les impidió regresar para que no comieran del árbol de la vida y vivieran para siempre.
La historia de Eva y la serpiente es un recordatorio de la fragilidad humana.
Más allá de una historia de desobediencia o tentación, esta historia es un llamado a la autodefensa. A no ser la marioneta de un manipulador. O sea, la importancia de no ser ingenuo e inocente. Hay que tener la viveza de que a los manipuladores hay que sacarles el cuerpo.
La lección es que hacer cosas que nos hacen daño debido a la influencia indebida de otro es un buen negocio.
Las relaciones se construyen sobre acuerdos mutuos. No hay culpables ni víctimas. Son colaboraciones de beneficio mutuo, sin presiones y con total transparencia. La libertad de elección y el derecho a decir ‘no’ son fundamentales. La honestidad y la transparencia son claves.
Si Eva hubiera reconocido a tiempo que la serpiente era una gran manipuladora y hubiera tenido la astucia de simplemente alejarse, se habrían evitado muchos problemas.
Gustavo Godoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario