Algunos años después de la revolución industrial, el novelista y critico social Charles Dickens
escribió emotivas historias donde expuso
los defectos de la sociedad victoriana. En el siglo XIX, las grandes metrópolis europeas como Londres
experimentaron intensas y profundas
transformaciones. Y eso represento un
proceso muy doloroso para muchos. En las novelas de Dickens, sus personajes principales,
generalmente niños, con demasiada frecuencia
fueron víctimas de las gigantescas y hostiles ciudades. El urbanismo
excesivo surgió de manera explosiva como
consecuencia del sistema industrial. La
desalentadora sensación de desarraigo y desorientación invadía a la mayor parte
de la población. Era una época donde
imperaba la desigualdad y la cruel indiferencia. Este es el trasfondo
permanente de las novelas del popular escritor inglés, Charles Dickens.
Es cierto que la revolución industrial aporto
muchos avances técnicos pero de la misma manera
también trajo consigo un importante atraso en lo social. La obra de Dickens resalta ese lado más
oscuro de esa revolución.
A diferencia del sofisticado
personal que requiere el taller artesanal tradicional, el industrial con el uso
de la maquina pudo contratar mano de
obra no calificada a sueldos irrisorios.
Ahora una persona con poco o ningún entrenamiento en la confección de textiles
podía producir gran cantidad de piezas
solo siguiendo unas pocas
instrucciones simples. Por otro
lado, la superproducción le permitió al industrial inundar el mercado con productos a muy bajo
precio. Bajo esta nueva realidad económica y tecnológica, la actividad
industrial se centralizo en las grandes
ciudades en prejudicio del campo. Al mismo tiempo, el proceso de industrialización beneficio principalmente a la minoría
burguesa, pero significo la quiebra del
productor artesanal en los poblados pequeños y también significo serios
estragos para la creciente y empobrecida masa urbana que representaba la
mayoría de la población de entonces. Ahora el mercado laboral estaba
distorsionado. Y aunque el mercado de
las mercancías estaba abarrotado de
productos económicos, la calidad y servicio sufrieron enteramente. En la
actualidad, esta dinámica la podemos observar perfectamente cuando el pequeño
sastre independiente se ve forzado a competir con los trajes hechos en las fábricas
chinas. Estos trajes no tienen comparación con la calidad de los trajes y el
servicio personalizado que puede ofrecer un sastre profesional pero al sastre
le es muy difícil competir con los
precios chinos. Lo más probable es que
con el tiempo los chinos obliguen al sastre a salir del mercado.
Uno de los más grandes errores de
nuestra época consiste en creer que gracias a la industrialización el problema de la producción ha sido
resulto. Muchos reconocen las fallas del
sistema industrial pero lo justifican porque creen en esa falsa idea que con la industrialización se logró solventar todas las necesidades
materiales de la humanidad y que si
existe un problema radica únicamente en la distribución.
Como explica el economista
británico E.F Schumancher este error
surge porque “el hombre no se siente como parte de la naturaleza sino más bien
como una fuerza externa destinada a dominarla y conquistarla”. El problema de la producción aún no ha sido
resultado. El problema aún existe porque el sistema productivo mundial
dependiente del consumo irresponsable del capital natural. La industria se alimenta principalmente de
recursos no renovables como el petróleo, los metales y los minerales. Y además
la producción industrial genera grandes daños, muchísima basura y demasiadas sustancias nocivas. Por esta
razón, esta asombrosa capacidad de
producción que el hombre contemporáneo presume poseer debido a la tecnología moderna es una vulgar
ilusión. El capital proporcionado por la naturaleza es mucho mayor que el
aporte real que hace el hombre. En otras palabras, estamos viviendo alegremente
de un capital heredado y limitado que algún día se agotara y no de la renta que
creamos con nuestro trabajo.
Las maravillosas creaciones que ha producido el sistema
industrial moderno conllevan también un alto costo que pocos se han molestado
en contabilizar. Lamentablemente, nuestro balance nos dice que
en la realidad cada día somos más pobres.
Los costos de nuestra irresponsabilidad lo ha pagado nuestro planeta. El
deterioro de los suelos, de las aguas, de los bosques, de la flora, de la
fauna, de los cielos y del medio
ambiente en general ha sido el precio que hemos pagado. Ya es hora que
empecemos a reconocerlo para comenzar a cambiar.
La solución al problema de la
producción y al desequilibro social no la encontraremos en el modelo
actual. Este modelo es la causa de la
crisis y no ofrece una solución sustentable. Es en la gran producción en masa centralizada
donde yace el error principal. Por otro lado, la pequeña producción por las masas de manera descentralizada con la implementación una tecnología
apropiada y ambientalmente saludable
significaría un bálsamo para la sociedad y para el planeta. Para curar a la humanidad y sanar a
nuestro planeta Tierra, debemos
primeramente cambiar el sistema.
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