La vieja ciudadela como tal no ostentaba nada de particular. Era la típica comarca antigua de los cuentos narrados por los persas. Pero poseía una atmósfera espiritual y misteriosa que estimulaba enormemente a la imaginación. Daba la sensación que en cualquier momento podía ocurrir algo increíblemente extraordinario. Se ubicaba elegantemente en las fértiles tierras del Norte entre verdes colinas y melodiosos riachuelos. Y para llegar a ella era necesario atravesar coloridas montañas, lindos paisajes, y extensos bosques. Su exótica población estaba compuesta mayormente por granjeros , artesanos y damas del hogar. Pero también se destacaba ilustremente por sus nobles, escritores , filósofos, trovadores, y vagabundos. Detrás de la campiña, se podían ver los muros de roca, los oscuros tejados y el humo de las chimeneas. Sin embargo, sólo de cerca es que se podía apreciar que en realidad era una arbolada villa rica en jardines, estrechas calles de piedra, carruajes y faroles de kerosén. Ahí en ese preciso lugar escogieron nacer grandes poetas y místicos de antaño.
Entre las historias más memorables de esa enigmática región de Oriente, se habla de un loco que insensatamente se había enamorado de la noche. Sin dudas, es una historia poco común. Es un sorprendente relato sobre un hombre nada convencional y su amor imposible. Cuentan que todo surgió un día cuando el loco decidió sin razón aparente caminar por las afueras del pueblo a las horas del atardecer en busco de algo adorable. Quería encontrar en la lejanía algo con alma para besarle ya que entre los locales su búsqueda había sido en vano. Nadie sabe a ciencia cierto cuando el loco exactamente dejó de ser un hombre razonable pero todos coincidian que seguramente fue por amor. Algún tipo de relación tormentosa con un final desdichado probablemente tuvo y por trágica necesidad no le quedó otra que perder el juicio. Lo cierto es que en algún punto el hombre se hizo aficionado de la noche. Y para la consternación de los más despiertos del poblado, los sueños de amor del loco nunca cesaron. Para ese corazón aquel dulce idilio con la noche era un querer como ninguno. Quizás no era del todo sensato, pero sí era un amor auténtico y verdadero.
Como todo gran encuentro ocurrió por casualidad. El hecho es que desde un principio la noche lo cautivo ;y el loco enamorado lo único que pudo hacer fue suspirar de amor apasionado. Para él no existía poema más romántico y hermoso que su sonrisa. Ella con su encanto borró todos sus dolores y con su dulzura sano todas sus heridas. Él por su belleza simplemente se volvió loco de ilusión. Y en su compañía sólo le provocaba celebrar con danzas, risas, vino y alegría. La felicidad era total e infinita como las galaxias. Y todo fue eterno y pleno como las estrellas.
Sin embargo, al final y como suele suceder, la noche abandonó al loco sin despedirse y todo se derrumbó como un frágil castillo de arena. La bella noche se desvaneció sin dejar huella pero no sin antes llevarse su corazón. Y esos destellos de felicidad que un día vivió se transformaron en una dolorosa y triste melancolía. Todo se redujo a un largo y nostálgico recuerdo. El loco se quedó solo y su único consuelo desde ese momento en adelante fue mirar perdidamente al horizonte inalcanzable. Siempre extrañando a la noche. Siempre buscándola.
Hay amores que se van. Que se escapan de nuestras manos sólo dejando un enorme vacío. Y es una verdadera pena. Lo imposible es duro de aceptar para el corazón y el pensamiento de aquel que aún anhela locamente. Siempre es difícil olvidar los grandes sentimientos. A veces lo único que nos queda es la esperanza. Porque quien sabe! Tal vez en el momento menos pensado y del modo más inesperado podría llegar otro anochecer. Un dia la amada noche podría volver.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 07 de Abril 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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