Normalmente, las historias
de detectives no gozan del prestigio de
otros géneros literarios. Son muy populares, pero tienden a ser desestimadas.
No son consideradas lo suficientemente “artísticas”. Es cierto, sus tramas
logran captar la atención del lector.
Sus tramas están llenas de sorpresas y asombros desenlaces. Pero algunos
críticos tienen sus observaciones. Obviamente, estoy generalizando. En fin, ¿qué se les reprocha? Digamos que estas historias suele seguir esquemas sumamente trillados. Además, el
lenguaje en sí carece de tratamiento literario. Es decir, su estética como tal usualmente
no es tomada en cuenta. Otra cosa, al final de la pieza el misterio se
resuelve, pero los personajes rara vez evolucionan. La verdad se sabe, pero la
vida sigue igual. No hay un cambio interno. Los temas elevados y las
complejidades morales, tan presentes en obras
de alta cultura, por lo general, están
ausentes en la historia detectivesca tradicional. Hay quienes opinan que son demasiado
triviales. Son entretenidas, pero hasta ahí. Por supuesto, no hay nada malo en
entrenarse, todo lo contrario. El disfrute es válido y las historias de
detectives, en efecto, son bastantes entretenidas. Y se adaptan divinamente a
la televisión y al cine. En estos medios, sus fortalezas se realzan y sus
debilidades (en el papel) no se trasladan a la pantalla. ¿Acoso Sherlock Holmes
no es un personaje admirable? Tengo que admitirlo. Yo soy un fan.
El detective londinense Sherlock
Holmes es obra del escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle.
Pareció por primera vez en Estudio en escarlata (1887). Y desde
entonces, se ha convertido en un icono universal. Holmes es un genio de la
observación y de la lógica. Como persona es insoportable, pero su habilidad
para resolver misterios es realmente sorprendente.
Vive solo, aunque la señora
Hudson le sirve de ama de llaves, en el 221B de Baker Street, Londres. Es
desordenado, vanidoso, arrogante y depresivo. Sus manías son muchas; sus
gustos, variados. Toca el violín
relativamente bien. Fuma tabaco con frecuencia. También, consume cocaína. Además,
es un ávido lector de la prensa amarilla. Curiosamente, desconoce muchas cosas.
No sabe casi nada de literatura y de filosofía, por ejemplo. Sin embargo, sabe
mucho de otras: sabe de boxeo, de esgrima, de baritsu (técnica de lucha asiática) y de química. Ha estudiado a
profundidad los diferentes tipos de huellas, cenizas, suelos y escrituras. Y es
un maestro del disfraz.
El Doctor Watson (su amigo, su
cronista, un frecuente colaborador y el narrador de sus aventuras) contrasta
con él por ser una persona “normal”. Watson es nuestros ojos. Junto a él,
conocemos ese mundo de crimen y misterio tan fascinante. Claro, también hay
otros personajes dignos de ser mencionado: Los inspectores de Scotland Yard, los
“irregulares” de la calle Baker, el profesor James Moriarty, “El Napoleón del
crimen”, e Irene Adler, “La mujer”. A mí me gusta mucho Irene Adler. Aunque es
mencionada en varias ocasiones, en realidad, solo aparece en una oportunidad. Sin
embargo, es un personaje que deslumbra. Ella representa en la obra nada más y
nada menos que la belleza y la astucia
femenina. Y ante eso, no hay Sherlock Holmes que valga. Los libros de Sir
Arthur Conan Doyle nos atrapan con ese universo de dulces detalles y pequeños
placeres. Son una lectura obligatoria.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 06 de Abril 2018 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 06 de Abril 2018 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario