Diferentes personas tienden a tener diferencias actitudes ante la
incertidumbre, el orden y la autoridad. Unos prefieren la seguridad que
confiere la estabilidad de estructuras mentales sencillas y fijas. Otros les
encanta lo nuevo, lo desconocido y, en algunos casos, el caos. Las rápidas transformaciones de la modernidad han sido
toleradas por unos, aceptadas con entusiasmo
por otros y rechazadas por algunos.
Hay personas que consideran al mundo de hoy como un país extraño. Sienten
nostalgia de los viejos días cuando todo era más simple y predecible. Sienten
que es un deber recuperar lo perdido.
El fenómeno de secularización en Occidente ha
reducido considerablemente el significado social de las instituciones,
doctrinas, y prácticas de la religión tradicional. A partir del renacimiento, el mundo se ha vuelto
progresivamente más complejo, más
enigmático, y mucho más intimidante. En
busca de seguridad, muchos han buscado un refugio en el fundamentalismo
religioso donde todo es más claro y tajante.
El fundamentalista asume una
interpretación literal de las escrituras religiosas y las toma
como una autoridad en sí mismas. En otras palabras, un libro representa la verdad absoluta y la realidad, infalible e
incuestionable, independiente de su
contexto y ajena cualquier connotación
simbólica. Es lo que es, porque si, y
punto. Las cosas son blancas o son negras. El gris no existe. Según esta visión, la verdad no evoluciona, no progresa. La verdad es algo fijo e inmutable que ya ha
sido revelada por un ente superior por medio de sus textos sagrados que han
sido escritos por sus mensajeros. La verdad de hoy es la misma que la verdad de
hace mil años atrás. El mortal solo debe leer el texto, citarlo y
obedecerlo. Las especulaciones, las
observaciones o los pensamientos críticos sobre la realidad y el mundo están de
más. Ya todo está dicho. Los innovadores
sobran. Así de sencillo. El modelo de fundamentalista es un sistema cerrado y
autosostenido. Los seguidores de esta tendencia se consideran personas
honorables que se aferran los valores tradicionales como la fe, la familia y la
moral en contra de la depravación y anarquía moderna. El radicalismo es una defensa psicológica ante
la ambigüedad del presente.
Hoy el tema religioso está en el tapete. El enfrentamiento es global. La polémica se
divide básicamente en dos bandos con
visiones muy distintas. La visión conservadora que se nutre del fundamentalismo
y la visión liberal que se nutre de la Ilustración de la era posrenasentista.
Esta guerra cultural ha dominado
notablemente la política estadounidense
de los últimos años. Los conversadores, por lo general, blancos de zonas
rurales y blancos de la clase obrera de las pequeñas ciudades,
se han alineado al partido republicano y
los liberales, por lo general, profesionales y grupos minoritarios en los
grandes poblados, con el demócrata. Las tensiones entre estos polos crecen cada vez más.
Por supuesto, esta división esta
sumamente presente en el mundo musulmán. Por un lado, están los moderados y por el otro los radicales que
apoyan la imposición de la Sharia (ley islámica) a través de la violencia. El terrorismo islámico es una manifestación de este extremismo, grupos
que aunque minoritarios causan muchos estragos y ruido.
Ahora, a la irreligiosa Europa se le
presenta un gran desafío con la enorme ola de inmigrantes musulmanes. Sin
embargo, esta diatriba no se limita a ciertas zonas. Esto es una realidad
global y presente en todas las religiones y culturas, en Occidente pero también,
en el Medio Oriente, África, América Latina, y Asia, en todo mundo.
El proceso de globalización ha penetrado y sacudido a las sociedades
tradicionales a un ritmo tan acelerando que para muchos ha sido difícil
adaptarse. El miedo y la necesidad de protegerse son naturales. En los años por venir seguramente las
tensiones se incrementaran en la medida que la integración planetario se
imponga. A menudo me pregunto: ¿Estamos
preparados?
Gustavo Godoy
@GusGo
Artículo publicado por El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) el viernes 23 de Septiembre 2016 en la Columna Entre libros y montañas
Ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario