El amor en los tiempos del cólera
(1985), del escritor colombiano Gabriel García Márquez, es una novela dedicada
al amor. Es una exploración profunda del tiempo, la memoria, la espera, la muerte, la familia, la vejez y
las contrariedades de los amores difíciles. Según el autor, todo comenzó con una imagen,
la imagen de dos viejitos bailando sobre un bote que navegaba plácidamente por
un bello río tropical. Para los detalles del relato, el escritor se inspiró
mayormente en la relación de sus padres, que entrevistó con la curiosidad de un
reportero.
La trama se desarrolla en una época
llena de adversidades. A principios del siglo pasado, en una región costera del
mar caribe donde cundía la enfermedad
del cólera, pero sobre todo los prejuicios y los amores imposibles. Florentino Ariza, un joven pobre e ingenuo, después
de una mirada fugaz, se enamora perdidamente de Fermina Daza, una joven altiva y orgullosa.
Nunca llegaron a estar solos. Nunca se
tocaron ni besaron. Solo se llegaron a enviar algunas cartas. Secretamente. Por
un breve momento ambos experimentaron un enamoramiento muy intenso pero esto
duró muy poco. Porque al poco tiempo, después de un viaje que realizó, ella perdió
su amor por él. Luego, Fermina aceptó casarse
con un importante doctor, y eventualmente
lo aprendió a amar (a su peculiar manera,
claro). Una decisión que tenía mucho sentido según las creencias y los valores
de la época y de su entorno familiar. En
los ojos de ella, el amorío con
Florentino nació de una efímera curiosidad adolescente destinada al fracaso. Sin
embargo, para él sería un amor que duraría toda una vida.
El tiempo pasó y ambos (Florentino y Fermina) construyeron vidas por
separado. El doctor Juvenal Urbina y Fermina Daza vivieron un matrimonio tradicional
ajustado a las normas religiosas y sociales de aquellos tiempos conservadores. Era
una relación basada en la estabilidad y las costumbres. Florentino Ariza, por otro
lado, vivió una existencia muy diferente, siempre fiel a su amor platónico, pero llenando el vacío
dejado por este con innumerables aventuras de cama, aventuras que anotaba siempre
en un cuaderno. Sobrevivió a los años sin
su amada con trabajo y lujuria. Sin embargo, Florentino nunca dejó de pensar en
Ferrmina, ni nunca dejó de quererla.
Después que el marido de Fermina murió, Florentino comenzó
a pretender a la viuda. Ella sin dudarlo lo rechazó. Habían pasado más de 50
años desde aquel breve idilio juvenil. Un
amor no correspondido que creció en él a
distancia, sin hablarse, sin verse, sin tocarse. Pero tan intenso y real como el más lindo de los amores. Para Fermina los
avances de Florentino eran una mera impertinencia. Sencillamente, no era el
momento. Por un lado estaba el luto, que como mujer de buenas costumbres debía
respetar. Y, por el otro, la edad hacía (creía ella) que un amor como el
propuesto por Florentino pareciera una ridiculez. ¡Estaban demasiados viejos
para esas cosas! Una idea absurda por supuesto. El amor no tiene edad ni buen
momento. Es siempre y para siempre. Renunciar
al amor es renunciar a la vida. Y, además, Florentino era muy “terco”.
Claro que esta historia de amor
tiene un final feliz. Con el tiempo, la fuerza de los sentimientos de
Florentino lograron finalmente ablandar
el corazón amurallado de Fermina. Ella al final decidió entregarse al sutil encanto
de aquel amor tardío. ¡Ah! definitivamente,
se debe reconocer que esta obra posee una mágica sumamente seductora, y despierta en nosotros una fuente inagotable de
emociones. La nostalgia de las oportunidades perdidas, la obstinación de un
querer que se resiste al desgaste de los años, los miedos de una mente
orgullosa, la esperanza de que el amor todo lo puede, el triunfo final e imparable de la paciencia
y la ilusión, la gran celebración del amor verdadero. Y ahí queda para siempre esa escena inolvidable. La de Florentino y Fermina finalmente después de
tantos años bailando de amor sobre el río Magdalena. La heroica victoria de un amor infinito que
logró vencer todas las adversidades.
Ahora bien, la gran pregunta que
nos plantea la novela: ¿Puede un amor no correspondido perdurar más de 50 años sin ser destruido por
el tiempo o el desconsuelo?… Sí, lo creo. Y, en algunos casos, es simplemente inevitable.
No hay remedio. Algunos amores son para toda la vida. Son eternos.
Gustavo Godoy
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