El extraordinario escritor inglés Lewis Carroll,
cuyo verdadero nombre era Charles Dodgson, vivió en Inglaterra durante el siglo
XIX. Fue un profesor de matemáticas en Oxford.
Era un tipo sumamente peculiar. Le gustaba coleccionar juguetes y objetos
extraños. Sufría de tartamudez, sordera parcial, epilepsia y un extraño
síndrome que afectaba su capacidad para percibir el tamaño real de los objetos.
Lewis Carroll escribió la obra “Alicia en el País de la Maravillas”, uno de los
clásicos más importantes de la literatura, así como también escribió su
continuación “A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí”. Sin duda
alguna, es una obra fascinante.
En ese primer libro, Carroll nos relata el viaje de
Alicia, una pequeña niña, por el país de las maravillas. Un día Alicia ve a un
conejo blanco, vestido elegantemente, hablando solo y usando un reloj que
miraba constantemente mientras caminaba a toda prisa. Curiosa, ella decidió seguirlo.
Finalmente, entra por un agujero que la conduce al país de las
maravillas, un mundo fantástico.
En el país de las maravillas, Alicia encontró
un mundo lleno de frustración, confusión y sinsentido. En el relato
dominan los juegos de palabras, las paradojas, las parodias, los
poemas y divertidos problemas matemáticos. Durante su aventura, la
joven protagonista se encuentra con diversos personajes: La reina de corazones,
el sombrerero loco, el gato Cheshire, la liebre de marzo, y la oruga
azul, para mencionar lo más destacados. Estos son seres
dictatoriales, ilógicos e irracionales que siempre están imponiendo
sus caprichos a Alicia. Todos la criticaban constantemente. Siempre dando
órdenes insensatas, siempre sermoneándola con discursos absurdos. “Nunca he
recibido tantas ordenes en toda mi vida” dijo Alicia frustrada.
La obra de Carroll nos plantea una temática muy
interesante: Los padres y el mundo infantil. La obra es mucho más que mero entretenimiento.
En el fondo es una dura crítica al mundo de los adultos. Tiene mucho
de sátira social con planteamientos muy similares a los realizados por
Kafka varios años después. El mundo de los adultos desde la mirada de los
niños resulta un completo absurdo debido a sus injusticias e ironías.
En el mundo de hoy, sobre todo según la moral de la
clase media, los niños están sujetos a dos actitudes muy desiguales. Por
un lado, los niños son vistos con seres angelicales y frágiles que deben ser
protegidos todo el tiempo. Es importante no conversar algunos temas frente a
ellos y nunca exponerlos a ciertas situaciones consideradas peligrosas. Se
les debe ocultar información omitiendo así elementos básicos de la
vida como el sexo, la muerte y los defectos de la sociedad,
incluyendo los defectos de sus padres. Como es natural, los
niños crecen desconfiando de los adultos porque saben muy bien que esos mienten
todo el tiempo. En muchos casos, los niños son tratados con condescendencia,
sarcasmo, e ironía. Rara vez son escuchados con respeto.
Por otro lado, la infancia pareciera que consiste
en seguir órdenes. Todo gira en torno a la obediencia. Algo así como un
cuartel: horarios, normas, y deberes. Reglas, reglas y más
reglas. Y aunque el discurso formal declara que todo es por el bien de los
niños, eso en muchos casos no es convincente. A veces parece que los
niños son presionados para compensar las frustraciones y los complejos de
los padres. Frases frecuentes como “No quiero que
cometas los mismos errores que yo cometí”, o “Estudia para que seas mejor
que yo “son muy reveladoras.
Por supuesto que estas actitudes no aplican en
todos los casos y tampoco aplican todo el tiempo. Son tendencias más que
realidades universales. Sin embargo, es un asunto para una profunda
reflexión.
Los niños no son trofeos ni nuestros
súbditos. Son individuos con gran potencial que necesitan crecer a su propio
ritmo y según su propia singularidad. Seres pensantes con criterio,
profundidad, dignos de ser escuchados, y con la capacidad de
comprender temas complejos. Crecen mejor jugando libremente que obedeciendo
“sabias” instrucciones.
Debemos olvidarnos de imponer tanto nuestras
expectativas a los niños y empezar a aprender más de
ellos. Este mundo sería mucho mejor, si todos dejáramos de ser tan
adultos.
Gustavo Godoy
Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 24 de Junio 2016 en la columna Entre libros y montañas
Ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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