La cultura occidental siempre ha tenido una relación difícil con el cuerpo. Por un lado, la tradición grecorromana siempre ha favorecido a la mente sobre el cuerpo porque el cuerpo representa el lado animal en nosotros, por ende la irracionalidad. Y por otro lado, también en la tradición judeocristiana, el cuerpo ocupa un rango inferior. Se relaciona con el pecado. Cuando decimos cuerpo también nos referimos a las actividades comúnmente ligadas a él como, por ejemplo, el sexo.
En el siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, sobre todo en Gran Bretaña, imperó la estricta moral victoriana, que prácticamente erradicó al cuerpo y al sexo de la faz de la tierra. Eran considerados indecorosos y vulgares. Los únicos lugares donde se podían encontrar menciones de estos temas eran en los fríos libros de medicina y en las prohibidas publicaciones pornografías, pero en producciones literarias de alto valor cultural jamás.
En 1927, la mujer encargada de mecanografiar el manuscrito de “El amante de Lady Chatterley”, en Inglaterra, se rehusó a continuar con su trabajo después de los primeros capítulos. La obra le pareció escandalosa. Entonces, la primera edición del libro tuve que realizarse en Italia donde los impresores no entendían ni una sola palabra del texto. Una vez impreso y distribuido, muchos libreros rechazaron sus pedidos cuando abrieron las cajas y leyeron su contenido. El polémico libro fue considerado obsceno por muchos años y fue solo a partir del año 1960, cuando la editorial Penguin ganó el célebre juicio R vs Penguin Books Ltd, que la novela se pudo publicar en su versión no censurada. Se vendieron miles de copias. Desde entonces, es una obra que para siempre quedó asociada con la revolución sexual que aquellos años.
El escritor ingles David Herbert Lawrence, autor de la obra, propone en su novela al contacto físico, a la intimidad y a la ternura con soluciones ante los males de la civilización actual. Plantea en una prosa excelentísima “la resurrección del cuerpo”, “la democracia del contacto” y las bondades de la naturaleza como sanas alternativas en contra de la hegemonía del dinero, el sistema de clases, y la industrialización. La novela es sumamente elegante y profunda. Atrapa y cautiva de modos sorprendentes. Es cultura de la más alta calidad. Todo un homenaje a la sensibilidad.
Connie (Lady Constance Chatterley), la protagonista, una joven educada en un ambiente bohemio clase media alta, se casa con el aristócrata Sir Clifford Chatterley durante la primera guerra mundial. Su marido recibió graves heridas en el frente y quedó inválido de la cintura para abajo. El matrimonio reside en Wragby Hall donde llevaban una vida cómoda pero solitaria y vacía. Clifford se refugia en el mundo de la mente. Se convierte en un escritor de éxito y un hombre de negocios pero Connie, en su situación, se siente cada día más aislada e insatisfecha. Cae en el desconsuelo porque, en fondo, anhela verdadero contacto humano.
Todo esto cambia cuando conoce al guardabosque Oliver Mellors. Juntos comienzan una aventura, se enamoran y se ven con frecuencia en el bosque para mantener apasionados encuentros sexuales. Para ambos, la vida adquiere otro significado. La novela es una crítica a la civilización occidental. Lawrence propone: un mejor sexo para combatir una mala sociedad.
En un diálogo, casi al final del libro, Oliver, inseguro por su condición social inferior, le pregunta a Connie algo así: “El dinero es tuyo, la posición es tuya, las decisiones son tuyas. ¿Qué tengo yo para ofrecerte a ti?” Connie le responde con gran aplomo: “Yo te lo diré. El coraje de tu propia ternura. Es eso.”
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 24 de Noviembre 2017 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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