Se podría afirmar sin temor
a exagerar que antes de los años 60 los escritores latinoamericanos, sobre todo
los novelistas, eran poco conocidos en
el mundo. Es más, eran poco conocidos en
la propia Latinoamérica, entre sus coterráneos.
Se escribía, sí. Muchos escribían muy mal y otros muy bien. Pero incluso
los mejores carecían en una audiencia
numerosa. Los lectores de autores
hispanoamericanos eran escasos.
Existían escritores oficiales
vínculos a la política. Y tenían fama de buenos porque a los gobiernos de turno les convenía decir que eran buenos. Sin embargo, la mayoría
escribía con demasiada erudición y con un lenguaje sumamente barroco.
Empecinados en el criollismo, el naturismo y el costumbrismo. Lamentablemente, debido a los complejos y
resentimientos tan típicos en los países
periféricos, el provincialismo siempre
desplazaba a lo universal. Y, por supuesto, la calidad se comprometía entre
tanta necedad. Claro, hubo notables excepciones. Por ejemplo, Borges.
En la primera mitad del
siglo XX, el mundo no le prestaba mucha atención a Latinoamérica. Realmente,
nunca pasaba nada interesante. Pero esto
cambió en los años 60. En esta década, el continente experimentó gran agitación social y política relacionada
a la Guerra Fría. El triunfo de la Revolución Cubana
colocó a la región en el mapa mundial.
Mientras que eso estaba sucediendo, un grupo de jóvenes escritores
vanguardistas, nativos de países hispanoamericanos pero vinculados a Europa, e inspirados
por prosistas europeos y estadounidenses
como Faulkner, Proust, Joyce, Woolf, Kafka, Sartre,
entre otros, estaban creando una narrativa nueva que rompía con el pasado y tenía la fuerza para competir en términos
de iguales con escritores de talla mundial. Fue
literatura con eñe, sin complejos y sin pena. De Latinoamérica para todo el
planeta. Fue un boom. Y este boom tuvo un efecto inmediato, ya que cambió la
forma en que la cultura latinoamericana fue vista por los demás. La política y esta
nueva literatura impulsaron una nueva imagen de lo latinoamericano en los otros
continentes. Se descubrió que había novelistas excelentes en esa región antes ignorada.
Ahora todos leían a los latinos, incluso los propios latinos.
Se reconoce por consenso general que los protagonistas de este fenómeno literario y comercial fueron el argentino Julio Cortázar, el colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa y el mejicano Carlos Fuentes. La agente literaria Carmen Balcells, el editor Carlos Barral (ambos radicados en Barcelona, España) y notables traductores también tuvieron un rol importante en esta historia de éxito. Todos ellos juntos pudieron combinar del genio literario y el tino comercial para crear algo realmente grande.
Según el mito, el boom
comienza oficialmente cuando el escritor peruano Mario Vargas Llosa gana con La
ciudad y los perros el Premio Biblioteca
Breve de la editorial Seix Barral en 1962. Y termina con el caso Padilla en el
año 1971, cuando el poeta cubano, y opositor al régimen de Fidel Castro,
Herberto Padilla fue perseguido por
razones netamente políticas. Eso dividió a los intelectuales de izquierdas y
fracturó muchas amistades. Los autores del boom no escaparon a esta discordia
que despertó tantas pasiones en su época.
Las novelas más
representativas son Cien años de soledad de García Márquez y Rayuela de
Cortázar. Pero hay otras. El boom no fue un movimiento como tal. Pero se podría
decir que existió una preferencia por unir lo fantástico con lo cotidiano y una
predilección por la ficción histórica. Tuvo un impacto muy positivo. Se reconoció
la obra de escritores hispanoamericanos previos al boom. El mundo descubrió a
escritores como Borges, Miguel Ángel
Asturias, Alejo Carpentier y Juan Rulfo. Y también se abrieron nuevas
oportunidades para los autores que surgieron después del boom.
Aun hoy, hay escritores en
países latinoamericanos que se enfrascan la idea de escribir solo de lo local y
de los recuerdos de su infancia bucólica.
Se esconden detrás de la nostalgia y el terruño para escribir de modo
ingenuo. Sin embargo, yo considero que si algo aprendimos de los
escritores del boom es que se puede escribir
a la par del resto del mundo y al mismo tiempo ser latinoamericano.
Gustavo Godoy
Artículo publicado en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 05 de Enero 2018 en la Columna Entre libros y montañas
ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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