El individuo es una mera
fantasía. No existe. El uno es un número falso, ilusorio y tan solo aparente.
En el fondo, somos una gran multitud de seres, seres que cohabitan en una rica,
compleja e intangible realidad que está cambiando sus paisajes sin cesar. Cada
uno es un inmenso universo, infinito en el tiempo y en el espacio. Cada
“persona” es, en realidad, un libro eterno e insólito donde son representados
innumerables personajes que interactúan vivazmente en un océano de matices y
posibilidades sin fin. Hay tantos yos como azules en el cielo.
Era uno de esos días que
veía todo inconexo y gris, seguramente a raíz de algún desaire o algún revés.
Estaba aún solo en casa, acostado en un diván, pero, como por obra de un
extraño sortilegio, de hecho, no me sentía en casa. De pronto, me encontré en otro
lugar. Me vi deambulando afuera, entre las estrechas y oscuras
callejuelas del mundo. Estaba caminando triste y en círculos como la persona
que busca algo pero en realidad no sabe qué. Vagaba cabizbajo, algo abatido y
un tanto decepcionado.
Al poco tiempo de estar en ese mágico dominio, uno de mis yos me llamó. En un primer momento, lo ignore desdeñosamente. Pero él insistió. Trate de evitarlo porque no estaba de ánimos para charlas. Sin embargo, él terminó por imponerse. Me tomó del brazo con firmeza y me susurró al oído: “¡Amigo!, quiero decirte algo”. Era viejo y de lento proceder. Se asemejaba a mí, pero mucho más desgastado e irónicamente mucho más feliz y sereno. A mí, al principio, me pareció sumamente imprudente. Pero como me di cuenta que ya no me podía escapar, no me quedó otra que escucharlo. Entonces, ahí estamos los dos, sentados en un banquillo imaginario en un recóndito y secreto rincón de mi mente extraviada, mi viejo yo conversando con mi joven yo.
Después de una breve
pausa, el viejo me dijo: “¡Sabes!, te envidio”. Yo hice una mueca en señal
interrogante. Él, luego de notar mi reacción, prosiguió. “Sí, es verdad. Si nos
tomamos el tiempo para mirar atrás y reflexionamos un poco, nos daremos cuenta
sin mucho trabajo que esos años de dolor y de soledad, de dificultades y de
pérdidas, de problemas y de amargos abandonos, esos años son los mejores” -Yo
sonreí ofendido y aparte la mirada en gesto de protesta-.
-“Sí, estoy hablando en
serio, querido amigo” - Me afirmó con un tono mucho más firme y aplomado-.
Y prosiguió: “¿Qué pretendes? ¿Quieres que nunca le pase nada? ¿Tú aspiras que
todo se te dé fácil, así nomás?¿Dónde estaría el mérito en eso? ¡Una vida
de gloria, pero sin esfuerzo! Eso sería muy triste. ¡Bah! Pasear por la llanura
es demasiado poco. Yo prefiero escalar montañas. Claro que la vida es dura y
está llena de contrariedad. No te lo niego. Pero hacerse la víctima no resuelve
nada.”
“Ahí, al borde del abismo
y las tinieblas, cuando somos atacados por la soledad, el miedo y la desolación,
en medio de esa oscuridad que terriblemente nos envuelve y nos golpea, en ese
lugar salvaje y frío, siempre yace una esperanza. La esperanza, la fe, el amor,
la paciencia, el cariño y la bondad, esos son tus compañeros. Nunca los
abandones. Todo el dolor, todas las penas, son solo espinas de un rosal. No te
rindas. Levántate. Tú eres más fuerte que un titán y tus huesos son de acero.
Porque nunca se podrá doblegar la voluntad indomable y el espíritu imparable de
un corazón anhelante. Cree en ti. Sé audaz, atrevido y constante. Confía en ti
y en tus poderes. Asume, con tenacidad y optimismo, los retos del destino.
Afronta sus designios con dignidad."
"Recuerda esto: En la vida siempre hay que tener una ilusión, un ideal, una meta inalcanzable. Eso sí, cualquier sendero que escojas, ¡amalo! Ama siempre con toda tu alma y jamás pierdas la pasión. Haz de la vida un evento memorable.”
Gustavo Godoy
Artículo publicado
en El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios
alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 16 de Febrero 2018 en la
Columna Entre libros y montañas
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