El escritor británico George
Orwell se dedicaba a la novela política. Por medio de la ficción, se proponía desenmascarar
los siniestros métodos utilizados por los regímenes totalitarios. Su novela 1984,
publicada en el año 1949, es una auténtica obra maestra dentro de su género. En
1984, vivimos un futuro distopico,
terrible y asfixiante. En un Londres del futuro todo se encuentra bajo el control
absoluto del Gran Hermano, el líder supremo. Y la población, una masa de marionetas. El control se consolida por medio de la
guerra, el hambre y la zozobra. Las condiciones de vida son espantosas. Sin
embargo, la única preocupación del Gobierno es mantener el poder. Todos sus esfuerzos
están dirigidos a embrutecer a los
ciudadanos con manipulaciones, propaganda y los lavados de cerebro. Los medios oficiales
tergiversan los hechos y falsean la historia. Corrompiendo el lenguaje, el
partido ha logrado imponer un mundo de ficción totalmente alejando de la
verdad. Según la doctrina del partido, la única salvación es doblegarse por
completo a la voluntad del todo poderoso líder. Su dominio es total. En 1984, todos aman al Gran Hermano.
Estudiar a Orwell es comprender
las maneras de los sistemas totalitarios. La Alemania de Hitler, La Unión Soviética
de Stalin, La Venezuela del Chavismo. En su novela, se expone con gran claridad
los mecanismos implementados por este tipo de tiranías para lograr el poder
total.
En el centro de la mitología que
imponen estos sistemas existe un gran villano y una conspiración
mundial, una idolatría que llega a convertirse fantásticamente en una fe.
Los nazis inventaron la conspiración judía. Los comunistas, la conspiración del
cerco capitalista. Esos chivos expiatorios fueron utilizados como arma política
para que estos hampones pudieran esconder sus agendas particulares, evadir toda responsabilidad y justificar todos los abusos. Su meta es el poder y la
gloria para ellos. Nada más.
El libreto siempre es el mismo:
El pueblo debe todas sus desgracias a los malvados conspiradores. El mundo está
repleto de enemigos, tanto internos como externos. El único objetivo de dichos
conspiradores es hacerle daño al pueblo. El pueblo siempre es inocente. Los
conspiradores siempre son culpables. El pueblo represente el bien. Los
conspiradores, el mal. La función del tirano es luchar contra los malvados y llevar a los buenos hacia la
victoria final. Para luego, crear un paraíso de igualdad, prosperidad y
paz para el pueblo. Mientras tanto, el fin justifica todos los medios.
El líder supremo se autoproclama con el profeta infalible de
un poder superior, Dios, el destino, la naturaleza, la historia. Convenientemente,
el líder solo responde por los triunfos. Las fallas, los problemas y los
errores son obra del chivo expiatorio de
turno. Oponerse al movimiento es traición.
La obediencia ciega es la única opción.
Las sociedades caen en estos
sistemas buscando una mejora de condiciones pero los resultados son catastróficos.
Esa simbiosis entre un pueblo resentido
y el megalómano estafador siempre
termina en desastre. 1984 es una
novela sobre cómo se pierde la dignidad humano y la libertad a la merced de las
fantasías y la ambición desenfrenada.
Todo un clásico ese libro. Revelador como ninguno.
Gustavo Godoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario