Los nacionalistas asumen que nuestro
planeta está dividido en pequeños
lugares separados por fronteras muy bien
definidas. Se cree que las personas que han nacido dentro un lugar en
particular comparten una identidad común
con todas las personas del mismo lugar y del igual modo se diferencian de las personas nacidas en
otros lugares. Según los nacionalistas,
es el deber de cada individuo amar y defender el país que le toco nacer. El
nacionalismo es la noción en la cual una
persona pertenece a un grupo específico dentro un lugar específico. En este caso, el destino del individuo está
predestinado por su origen. Por lo
tanto, su personalidad, su lealtad y sus
gustos deben limitarse a la realidad colectiva
predominante dentro de la estructura nacional. Todo aquello que
esta fuera de estas fronteras artificiales es considerando como ajeno,
extranjero y en cierto modo irrelevante. Dentro de esta ideología, el patriotismo es estimulado por las instituciones
nacionales y existe la inclinación de creer
que el país donde uno nació es el mejor,
el más bello, y el más noble entre todos
los países. El primer deber es defender el interés nacional y alejar las
influencias externas. Las expresiones de orgullo nacional son comunes en el
mundo. Las personas rinden homenajes a sus
banderas y cantan sus himnos con
gran sentimiento como muestras de amor y pertenencia. No es raro que la gente manifieste públicamente
el orgullo de ser estadounidense, inglés, francés, alemán, italiano, ruso,
chino, español o colombiano y de vez en
cuando disfrute gritar: “Somos número
uno” o expresar frases como: “Definidamente, este es el país más bello del
mundo”
El nacionalismo desde sus inicios
estuvo estrechamente ligado los conceptos
de raza, estado y territorio. Entonces,
por lo general el nacionalista promueve la idea de pureza, orden, y espacio
propio. En la actualidad, es un fenómeno tan arraigado en la sociedad
moderna que es visto como algo natural e incluso deseable. Sin embargo, este
es una construcción sociopolítica
relativamente reciente difundida sistemáticamente por todo mundo como una de
las doctrinas angulares del
imperialismo Europeo. El nacionalismo inicialmente fue
creado como una política de estado para apoyar a los monarcas de la época con
sus planes de dominación. Ahora es algo común y normal, pero eso no siempre fue
así. Por ejemplo, en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, empezó a crecer un
fuerte entusiasmo por los pueblos
diferentes y extraños existentes más
allá de las fronteras europeas. Las personas cultas anhelaban captar
espiritualmente todas las culturas del planeta en la forma de un nuevo
humanismo que se difundió por toda la Europa del periodo. El arte de otras latitudes
era valorado y admirado. Las personas se interesaron por las pinturas
orientales, las costumbres de los aborígenes,
los idiomas foráneos y los
paisajes de tierras ajenas. Los extranjeros no eran considerados como un
peligro o molestos intrusos, sino como seres humanos de igual valor. El
provincialismo heredado de la edad media se sustituyó gradualmente por una visión mucho más universal y cosmopolita
que antes. Eso lo podemos apreciar hoy muy fácilmente en la literatura
de la época. Este movimiento dio la
bienvenida a un sentido de fraternidad planetaria, un genuino deseo por aprender de los demás y la
querencia por disfrutar la diversidad de la humanidad. Con el tiempo, este
progreso humanista se vio entorpecido con la implementación de los estados
nacionales y el imperialismo europeo que comenzó en el siglo XIX. Hoy en día todos los países modernos se rigen
prácticamente bajo el sistema de estado-nación desarrollado en Europa.
La unión artificial entre sangre,
ley y geografía tiende a producir un peligroso efecto psicológico en el individuo. La persona al fusionar su carácter individual al carácter nacional se ve tentado a creer que debe colocar a su pequeña tribu por encima de la humanidad, que debe aceptar
los valores de sus paisanos por encima de los principios de verdad y justicia,
y que debe considerar a su diminuta
provincia como el mundo entero. No podemos ser tan estrechos y miopes.
En realidad, el individuo es una
mezcla única que no se puede etiquetar. De hecho, la humanidad es una; y su país es el planeta
todo.
Gustavo Godoy
Artículo publicado por El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en varios países el viernes 23 de Diciembre 2016 en la Columna Entre libros y montañas
Ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
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