viernes, 27 de noviembre de 2015

El Islam y la modernidad (II)*





(I)
El Islam es una religión  mundial nacida en la península Arábiga de las enseñanzas de Mahoma en el siglo VII D.C. Según la tradición islámica, Mahoma fue un comerciante oriundo de la ciudad de la Meca que un día recibió de la boca  del ángel Gabriel  la última revelación de Dios. Acorde con esta religión,  El mismo Dios adorado por Abraham, Moisés, David y Jesús manifiesto su voluntad por medio de la palabra, en la forma de un libro sagrado llamado el Corán. Curiosamente,  el Corán se nutre en gran medida de las religiones abrahámicas  monoteístas, como el judaísmo y el cristianismo. Este libro está repleto de historias del Antiguo  y Nuevo testamento. Es más, se considera a sí misma como la versión más reciente de estas religiones.  De la misma manera como el cristianismo ve al judaísmo con su precursora. El Islam reconoce al judaísmo y al cristianismo como sus precursores. A pesar de lo que piensan muchos en occidente, el islam está estrechamente relacionado a la fe cristiana y judía. 

En menos de un siglo  después de su fundación,  la religión musulmana se difundió desde Persia hasta la península ibérica.  Luego, con los siglos, el islam penetro en  la India y gran parte del sureste  Asiático. Hoy, el mundo musulmán cuenta con  más de mil millones de adeptos  en todo el globo, superando en números a los católicos. Por cada cinco personas en el mundo, una es musulmana. En todas las ciudades de Europa,  la América anglosajona  y  Latinoamérica, existe una vibrante comunidad musulmana. Son nuestros  vecinos, amigos,  compañeros  y socios de negocios.

El Islam, a diferencia del cristianismo, es una religión que presta poca atención a las creencias. Su énfasis está en el modo como un musulmán debe vivir su vida. Mientras que la Biblia en  el Nuevo Testamento contiene pocos detalles en torno a los aspectos políticos y sociales de la vida, en el Corán y las tradiciones musulmanes ocurre totalmente lo contrario.  En el Islam,  la atención no se centra en la teología, ni el misticismo, sino en los aspectos legales de la comunidad de fieles. Por ejemplo, mientras un religioso profesional en el cristianismo atiende por años a la escuela de teología, y un hindú acude al Ashram para meditar según la instrucciones de un gurú, sus contrapartes en el Islam atienden  a una madrasa, o sea, una escuela de leyes. Mientras los budistas destacan la calma y el desprendimiento de Buda, y los cristianos, el amor y el sacrificio de Cristo, el musulmán  destaca la virtud de la justicia, Mahoma siendo su perfecto ejemplo.  En otras palabras, se podría decir que el Islam es una religión comparativamente mucho más legalista que las demás.  En este particular, se asemeja más al judaísmo que al cristianismo o las religiones orientales como el budismo o el hinduismo.
De las civilizaciones islámicas han surgido grandes científicos, matemáticos, filósofos, literatos y artistas a lo largo de la historia.  Hoy en día la humanidad toda  se ha beneficiado enormemente de estos aportes. Por ejemplo, el alfabeto numérico que utilizamos en la actualidad en nuestras operaciones matemáticas es solo uno de estos importantes aportes. 

En cuanto a la organización política, es fundamental conocer algo de la historia del imperio Otomano. El Imperio turco Otomano comenzó en el año 1299  y se extendió a través de  los siglos por el Sureste Europeo, el Medio Oriente y el norte de África regido por la dinastía osmanlí . La ciudad hoy conocida como Estambul en la moderna Turquía funciono como su capital. En este imperio, el Islam jugo un rol principal. Acorde con la clásica teoría social y política islámica,   la comunidad musulmán es una sola, dirigida por  una autoridad religiosa y política única denominada : califa.  Tras la caída del Imperio  Otomano  como resultado de la primera guerra mundial, Ataturk abolió la figura del califa en el año 1924. Esto produjo una gran crisis de liderazgo dentro del mundo musulmán. A partir de ese momento , la comunidad musulmana ( ummah)  que antes gozaba de unidad y coherencia,  se encuentro fragmentada en una serie de estados nacionales recién creados controlados por imperios europeos, principalmente el británico y francés. Luego, después de la segunda guerra mundial, a medios del siglo XX, estos países recién creados   comenzaron su  duro camino del colonialismo hacia la formación de estados nacionales modernos y democráticos después de haber vivido por siglos gobernados  por regímenes autoritarios. Algo que no ha sido para nada fácil.

(II)
La modernidad ha sacudido a las sociedades tradicionales en todo el planeta. En los últimos cien años,  las comunidades basadas en viejas costumbres se han visto forzadas  a un difícil proceso de  la occidentalización.  En algunos casos, se ha logrado la adaptación, pero en otros casos  ha sido mucho más tormentoso el proceso. Todas las religiones han sufrido con la modernidad. Los nuevos avances de la ciencia, la tecnología y el conocimiento han cuestionado férreamente muchos de sus principios; y el sistema democrático ha puesto en duda  la legitimidad de los viejos sistemas.   El mundo moderno es cada vez menos religioso. Y con esto, muchos  ven  su estilo de vida, su historia, su identidad y sus costumbres en peligro. Como resultado  al miedo de perder su cultura, se han formado grupos que  han recurrido al extremismo, e incluso a la violencia como una solución. Claro está que, por supuesto, estos pequeños grupos extremistas no representan a  la gran mayoría que por lo general comparten posturas mucho más moderadas.

El terrorismo como arma política ha sido utilizado por muchos grupos radicales. En 1995, en la ciudad de Oklahoma en los Estados Unidos, Timothy McVeigh  bombardeo un edificio gubernamental matando 168 personas inocentes como venganza en contra del gobierno.  Ese mismo año, en Japón, el líder de una secta budista Aum Shinrikyo ataco con gas sarín  el metro de Tokio dejando un saldo de más diez muertos y un centenar de heridos.  Otros ataques terroristas han sido atribuidos a grupos con distintos fines ,  de diversos cortes  ideológicos y procedentes de todas las religiones, por ejemplo separatistas vascos, nacionalistas irlandeses,  guerrilleros marxistas  y agrupaciones racistas  como el Ku Klux Klan, entre otros.

Francamente, el terrorismo como tal no se alimenta de la religión. En realidad, si analizamos el problema de fondo no está relacionado al Islam, al cristianismo, al judaísmo u otra religión en particular. Por lo general, los terroristas desconocen sus propias religiones. El terrorismo está relacionado  con  el aislamiento, la marginalización, la opresión, la miseria y la desesperanza de la juventud.  La justicia, la igualdad, el progreso, la paz, la educación y la tolerancia son las verdaderas armas para luchar  contra el terrorismo. 
Gustavo Godoy 

 
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Parte (I) Viernes 20 de Noviembre de 2015 y parte (II) Viernes 27 de Noviembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

viernes, 20 de noviembre de 2015

El Islam y la modernidad (I)*


(I)
El Islam es una religión  mundial nacida en la península Arábiga de las enseñanzas de Mahoma en el siglo VII D.C. Según la tradición islámica, Mahoma fue un comerciante oriundo de la ciudad de la Meca que un día recibió de la boca  del ángel Gabriel  la última revelación de Dios. Acorde con esta religión,  El mismo Dios adorado por Abraham, Moisés, David y Jesús manifiesto su voluntad por medio de la palabra, en la forma de un libro sagrado llamado el Corán. Curiosamente,  el Corán se nutre en gran medida de las religiones abrahámicas  monoteístas, como el judaísmo y el cristianismo. Este libro está repleto de historias del Antiguo  y Nuevo testamento. Es más, se considera a sí misma como la versión más reciente de estas religiones.  De la misma manera como el cristianismo ve al judaísmo con su precursora. El Islam reconoce al judaísmo y al cristianismo como sus precursores. A pesar de lo que piensan muchos en occidente, el islam está estrechamente relacionado a la fe cristiana y judía. 

En menos de un siglo  después de su fundación,  la religión musulmana se difundió desde Persia hasta la península ibérica.  Luego, con los siglos, el islam penetro en  la India y gran parte del sureste  Asiático. Hoy, el mundo musulmán cuenta con  más de mil millones de adeptos  en todo el globo, superando en números a los católicos. Por cada cinco personas en el mundo, una es musulmana. En todas las ciudades de Europa,  la América anglosajona  y  Latinoamérica, existe una vibrante comunidad musulmana. Son nuestros  vecinos, amigos,  compañeros  y socios de negocios.

El Islam, a diferencia del cristianismo, es una religión que presta poca atención a las creencias. Su énfasis está en el modo como un musulmán debe vivir su vida. Mientras que la Biblia en  el Nuevo Testamento contiene pocos detalles en torno a los aspectos políticos y sociales de la vida, en el Corán y las tradiciones musulmanes ocurre totalmente lo contrario.  En el Islam,  la atención no se centra en la teología, ni el misticismo, sino en los aspectos legales de la comunidad de fieles. Por ejemplo, mientras un religioso profesional en el cristianismo atiende por años a la escuela de teología, y un hindú acude al Ashram para meditar según la instrucciones de un gurú, sus contrapartes en el Islam atienden  a una madrasa, o sea, una escuela de leyes. Mientras los budistas destacan la calma y el desprendimiento de Buda, y los cristianos, el amor y el sacrificio de Cristo, el musulmán  destaca la virtud de la justicia, Mahoma siendo su perfecto ejemplo.  En otras palabras, se podría decir que el Islam es una religión comparativamente mucho más legalista que las demás.  En este particular, se asemeja más al judaísmo que al cristianismo o las religiones orientales como el budismo o el hinduismo.
De las civilizaciones islámicas han surgido grandes científicos, matemáticos, filósofos, literatos y artistas a lo largo de la historia.  Hoy en día la humanidad toda  se ha beneficiado enormemente de estos aportes. Por ejemplo, el alfabeto numérico que utilizamos en la actualidad en nuestras operaciones matemáticas es solo uno de estos importantes aportes. 

En cuanto a la organización política, es fundamental conocer algo de la historia del imperio Otomano. El Imperio turco Otomano comenzó en el año 1299  y se extendió a través de  los siglos por el Sureste Europeo, el Medio Oriente y el norte de África regido por la dinastía osmanlí . La ciudad hoy conocida como Estambul en la moderna Turquía funciono como su capital. En este imperio, el Islam jugo un rol principal. Acorde con la clásica teoría social y política islámica,   la comunidad musulmán es una sola, dirigida por  una autoridad religiosa y política única denominada : califa.  Tras la caída del Imperio  Otomano  como resultado de la primera guerra mundial, Ataturk abolió la figura del califa en el año 1924. Esto produjo una gran crisis de liderazgo dentro del mundo musulmán. A partir de ese momento , la comunidad musulmana ( ummah)  que antes gozaba de unidad y coherencia,  se encuentro fragmentada en una serie de estados nacionales recién creados controlados por imperios europeos, principalmente el británico y francés. Luego, después de la segunda guerra mundial, a medios del siglo XX, estos países recién creados   comenzaron su  duro camino del colonialismo hacia la formación de estados nacionales modernos y democráticos después de haber vivido por siglos gobernados  por regímenes autoritarios. Algo que no ha sido para nada fácil.
(II)
La modernidad ha sacudido a las sociedades tradicionales en todo el planeta. En los últimos cien años,  las comunidades basadas en viejas costumbres se han visto forzadas  a un difícil proceso de  la occidentalización.  En algunos casos, se ha logrado la adaptación, pero en otros casos  ha sido mucho más tormentoso el proceso. Todas las religiones han sufrido con la modernidad. Los nuevos avances de la ciencia, la tecnología y el conocimiento han cuestionado férreamente muchos de sus principios; y el sistema democrático ha puesto en duda  la legitimidad de los viejos sistemas.   El mundo moderno es cada vez menos religioso. Y con esto, muchos  ven  su estilo de vida, su historia, su identidad y sus costumbres en peligro. Como resultado  al miedo de perder su cultura, se han formado grupos que  han recurrido al extremismo, e incluso a la violencia como una solución. Claro está que, por supuesto, estos pequeños grupos extremistas no representan a  la gran mayoría que por lo general comparten posturas mucho más moderadas.

El terrorismo como arma política ha sido utilizado por muchos grupos radicales. En 1995, en la ciudad de Oklahoma en los Estados Unidos, Timothy McVeigh  bombardeo un edificio gubernamental matando 168 personas inocentes como venganza en contra del gobierno.  Ese mismo año, en Japón, el líder de una secta budista Aum Shinrikyo ataco con gas sarín  el metro de Tokio dejando un saldo de más diez muertos y un centenar de heridos.  Otros ataques terroristas han sido atribuidos a grupos con distintos fines ,  de diversos cortes  ideológicos y procedentes de todas las religiones, por ejemplo separatistas vascos, nacionalistas irlandeses,  guerrilleros marxistas  y agrupaciones racistas  como el Ku Klux Klan, entre otros.

Francamente, el terrorismo como tal no se alimenta de la religión. En realidad, si analizamos el problema de fondo no está relacionado al Islam, al cristianismo, al judaísmo u otra religión en particular. Por lo general, los terroristas desconocen sus propias religiones. El terrorismo está relacionado  con  el aislamiento, la marginalización, la opresión, la miseria y la desesperanza de la juventud.  La justicia, la igualdad, el progreso, la paz, la educación y la tolerancia son las verdaderas armas para luchar  contra el terrorismo. 
Gustavo Godoy 

 
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Parte (I) Viernes 20 de Noviembre de 2015 y parte (II) Viernes 27 de Noviembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

viernes, 13 de noviembre de 2015

La felicidad


En la  novela futurista  “Un mundo feliz” del escritor británico Aldous Huxley, nadie es infeliz.  No hay pobreza, enfermedad o guerra. Nadie envejece. No existe el miedo, ni la desesperanza.  Todo es divertido. Hay de todo para todos. Es un paraíso de consumo. Se practica el sexo libre. Una droga llamada soma es la gran panacea para cualquier problema. Todos están satisfechos y bien cuidados. 

En esta realidad ficticia, todo es estandarizado, fácilmente consumible, siempre igual y previsible. El orden, la limpieza,  la producción y el consumo son la norma del día. Henry Ford, el inventor de las primeras cadenas de montajes, es considerado como uno de los fundadores de la sociedad de consumo. En la novela,  Ford es “Dios”. Se exclama “Ford mío” en vez de “Dios mío”. 

Este futuro perfecto descrito por Huxley produce escalofríos en vez de ganas de vivir en él. Aldous Huxley publicó esta sátira social en 1932. Después de visitar los Estados Unidos, escribió su novela de ciencia ficción a manera de crítica ante lo que veía venir.  A Huxley le preocupaba la Americanización del mundo. En el periodo de las dos guerras mundiales se podía anticipar un porvenir repleto de cosas, pero carente  de sentido.  

Otro escritor británico George Orwell, sobre todo en su novela distópica “1984”, temía de un mañana donde los libros fueran prohibidos, donde la verdad fuera censura y donde la gente fuera contralada mediante la represión por parte de un Estado totalitario.  Sin embargo, Huxley lo que le inquietaba era un futuro donde nadie le interesara leer  los libros, sin importar que estuviera permitido o no. Huxleycreía que la pasividad, el egoísmo y la  indiferencia de una población “atontada” por lo trivial eran más graves que la represión.  En la actualidad, la gente es controlada, no por el terror como lo pensaba Orwell, sino por la superficialidad y la comodidad de una sociedad de masas y de consumo. El placer y el deseo tienen el poder de esclavizar tanto con la fuerza o el miedo. 

En la parte final de la novela “Un mundo feliz”, transcurre una conversación muy interesante donde el personaje de John El salvaje, indignado ante ese lugar que presenció, reclama su derecho a  la incomodidad. “Yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero bondad, quiero el pecado”.  El otro personaje responde con asombro “Usted quiere el derecho a ser infeliz”, “por no hablar del derecho a envejecer y a volverse feo e impotente, el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a tener hambre, a no saber qué ocurrirá mañana….”. John El salvaje después de un largo silencio respondió, “Si, eso quiero”. John prefería vivir con riesgos que ser un autómata dentro de un sistema perfecto y completamente seguro. 

En la sociedad contemporánea, la felicidad esta erróneamente asociada con la satisfacción de las necesidades físicas y los deseos mundanos. Incluso, se considera el sufrimiento, los obstáculos y el esfuerzo  como opuestos a la felicidad.  Contrariamente,  los sabios de la historia como Aristóteles, Confucio, Buda, Lao Tzu, entre otros, nos han advertido desde tiempos remotos que mientras más buscamos la felicidad en las circunstancias externas más nos alejaremos de ella. Eso se debe a que la felicidad  es esencialmente un hecho interno, depende exclusamente de nosotros mismos. La felicidad es el resultado de llevar una vida rica en valores y provista de sentido. Darle un significado a nuestra existencia nos aportará la plenitud existencial.

Contrario a la opinión mayoritaria, la felicidad no es sobre tenerlo todo. Tampoco es la ausencia de la tristeza, el dolor o el malestar. La felicidad es elegir la actitud más elevada  en cada circunstancia que se nos presenta. Es un acto de voluntad.  Una elección.  Es una disposición mental  optimista ante el pasado, el presente, y el futuro. Es perdonar. Dar gracias a la vida por lo que somos. Es los momentos simples de la vida: un café, un amigo, una canción, una montaña, un libro, la mujer. La felicidad es querer lo que se hace, amar a los demás, y vivir  por nuestros sueños. 

En las palabras de Viktor Frankl "La felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida."

 Gustavo Godoy 

 Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 13 de Noviembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

viernes, 6 de noviembre de 2015

El imperialismo por dentro y por fuera







A finales del siglo XIX, como consecuencia de la revolución industrial y la emancipación política de la burguesía, las principales potencias europeas impulsaron una política imperialista como una solución para sus  problemas internos. Durante el periodo imperial en Europa,  los ambiciosos hombres de negocios convencieron a los gobiernos nacionales de tomar la ruta de la política mundial por razones meramente económicas. La expansión como objetivo permanente y supremo de la política es la idea central del imperialismo. El sistema económico burgués está basado en el crecimiento ilimitado y las fronteras nacionales empezaban a estorbar.


Las potencias capitalistas europeas como Inglaterra, Países Bajos y Francia necesitaban uno lugar seguro donde invertir  sus capitales sobrantes, una fuente barata  de materias primas, un mercado para sus productos y un asentamiento para sus emigrantes.

Los principales imperios fueron el británico y el francés, aunque otros países como Alemania, Bélgica o Italia también se apoderaron de territorios foráneos. Igualmente, Estados Unidos y Japón impulsaron su propia expansión imperial. Gran Bretaña formo el mayor imperio de la época. Sus colonias estaban repartidas por todos los continentes, sobre todo en África y Asia.  Los británicos al poseer  puntos estratégicos  en todo el planeta obtuvieron  el control de las rutas marítimas y la hegemonía del comercio mundial. Sin duda alguna, la posesión más preciada del imperio británico era la India.

La segunda guerra mundial represento el fin del dominio europeo en el mundo. Luego con  el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética en 1991,  comienzo un nuevo periodo llamado “globalización” que no es otra cosa que un tipo de imperialismo adaptado al  contexto actual.

El imperialismo es centralismo. Es una forma de organización social y política donde un centro metropolitano domina directa o indirectamente a sus  territorios periféricos marcando las pautas económicas, políticas, sociales y culturales. Esta actitud centralista deriva  de la idea que un centro superior es el proveedor  de  orden y eficiencia para el resto del sistema. De otra manera, el caos y el atraso reinarían. El centro define el estándar. El papel de la periferia es imitar y servir el centro.  La periferia para  desarrollarse debe  seguir  el estándar que impone el centro.

Si estudiamos a fondo los mecanismos del sistema imperialista, sería un error dividir el mundo entre naciones imperialistas y naciones oprimidas porque el imperialismo primeramente es un fenómeno interno.  Todas las naciones capitalistas tanto “desarrolladas “como “subdesarrolladas” practican en lo interno una economía dual propia de la estructura imperial.  Dentro de cada país, existe un sector moderno y próspero donde habita una  minoritaria concentrada en las grandes ciudades. Por otro lado,  también existe un sector mayoritario que se encuentra  disperso en los campos, los pequeños pueblos  y las zonas marginales de los centros  urbanos. En otras palabras, está  un sector  dominante que  mantiene en sus manos todo el  poder político y económico; y  también está un sector dominado que  funciona como una reserva de mano de obra barata, de materias primas, y de productos agrícolas.  Por ejemplo, en Francia, la región parisina y la del valle de Ródano presentan un ritmo de desarrollo muy diferente al resto del país. En los Estados Unidos, el desarrollo económico ha sido dirigido al polo este del país  y algunas otras ciudades. Sin embargo,  el resto del país no se ha beneficiado de la prosperidad nacional de la misma manera. Es un hecho que en las naciones “desarrolladas” nos encontramos con sectores importantes de la población  viviendo bajo condiciones muy  similares a las de  los países “subdesarrollados”. Esto se lo debemos los desequilibrios internos inherentes al modelo imperialista.

Toda esta retorica antiimperialista proveniente de muchos líderes del tercer mundo, particularmente  en Latinoamérica,  por lo general , es mero populismo y pura hipocresía, sobre todo cuando actúan en la práctica como colonias del sistema imperial mundial y en lo interno defienden un centralismo de económico dual más despiadado que los países que critican. Para ser libre, no basta con hablar de libertad, lo más importante es  vivir en libertad.

 Mahatma Gandhi en su lucha contra el imperio británico ataco  al imperialismo en su corazón  al impulsar  la autonomía local y el orgullo nacional. Gandhi alentó la producción local con métodos autóctonos y  ´promovió el boicot de los  productos británicos en la India. Gandhi comprendió los modos de dominación del imperio y  los   combatió desde su raíz.

En el mundo globalizado de hoy, las corporaciones transnacionales  son las dueñas de los grandes capitales;  y todas las decisiones realmente importantes son tomadas por un muy reducido número de personas en  alguna  oficina en Nueva York, Londres o Tokio. Las grandes corporaciones multinacionales lo controlan todo, mientras que el  hombre común es una simple marioneta.

La mejor manera de contribuir a  la liberación de los pueblos es apoyando lo local. Lo local significa  los granjeros locales, los pequeños negocios independientes, los medios de comunicaciones locales interactivos,  la producción artesanal,  y las actividades sociales, políticas y  culturales comunitarias.  Con  pequeñas acciones desde nuestras  propias comunidades, cambiaremos el mundo. Como dice una expresión que  se ha hecho muy popular recientemente: Piensa globalmente, actúa localmente.




Gustavo Godoy 

 Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 06 de Noviembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas