viernes, 15 de febrero de 2019

Rebelión en la granja






En la novela, del británico escritor George Orwell, Rebelión en la granja (1945), los animales se han sublevado contra los dueños humanos que los oprimían. Sin embargo, la medicina terminó siendo peor que la enfermedad cuando los cerdos, ebrios de poder,  traicionan a los demás imponiendo un sistema más opresivo y desigual que el anterior.

La novela claramente tiene un mensaje político dirigido a ridiculizar las revoluciones populares de la época que mientras mostrándose como salvadores en realidad eran los  grandes opresores del pueblo.  El paralelismo con la Unión Soviética de Stalin es evidente. En el momento de la publicación, Stalin todavía era un aliado de Occidente contra los nazis. Por eso, la novela  no recibió en un principio un visto bueno en Inglaterra. Se trataba de una fábula y los personajes animales de granja, pero la comparación no se podía esconder. Esta resistencia inicial cambió al poco tiempo con la llevada de la Guerra Fría. En el periodo de la posguerra, el libro fue muy usada para mostrar todo lo que estaba mal con los soviéticos y para defender el sistema democrático.  Rebelión en la granja es una novela  sobre la estupidez,  los engaños y  la hipocresía del poder. Y se ha convertido en la metáfora perfecta para exponer la enorme distancia entre la versión oficial pregonada por este tipo de tiranías  y la realidad experimentada por los pueblos sometidos bajo su dominio.

La obra hay que leerla para evitar que la historia se repita. Es necesario comprenderla y recordarla con frecuencia. La novela empieza relatando los problemas de los animales bajo el yugo humano y sus anhelos de libertad. Un viejo cerdo incita a los demás a organizar su emancipación. Rápidamente, los cerdos asumen el liderazgo para construir una nueva sociedad basada en la “igualdad”.

En Rebelión en la granja, cada grupo de animales representa una fuerza social. Los cerdos representan los cabezas del movimiento. Los perros, los militares. El curvo Moses, la iglesia. Mollie, la yegua, las clases altas. El caballo Boxer, los trabajadores. Las ovejas y las aves, las masas ignorantes que siguen los cerdos ciegamente. El burro, el intelectual  consciente. Los dueños anteriores, el viejo régimen.

Una de las características principales de los  animales es la brevedad de su memoria. No son buenos recordando. Esta debilidad los hace terriblemente vulnerables. La degeneración de los cerdos va creciendo con el tiempo. Al principio, todo parecía ir por buen camino, pero este entusiasmo inicial acabó pronto. Poco tiempo después de consolidarse en el poder, los cerdos no trabajan. Viven del trabajo de los demás. Se roban la comida de los demás. Cometan abusos. Crean leyes que solo los benefician a ellos. Y reescriben la historia para perjudicar a la granja. La codicia y la mentira ganaron.  Esta nueva casta que surge después de la rebelión se ha convertido en algo más absurdo que el viejo régimen. La granja ha caído víctima de una estafa y están mucho peor que antes.  

Estos sistemas son una traición evidente al espíritu  igualitario y justiciero que originalmente los inspiró. Los cerdos nunca fueron unos liberadores. Fueron unos vulgares charlatanes que se provecharon la ignorancia de los animales para promover sus siniestras agendas. No fueron salvadores. Fueron una tiranía más.

La novela está llena de frases muy interesantes. Hay una particular. Esta: “Todos los animales son iguales, pero hay algunos animales  más iguales que otros.” Aquí se resume la ridiculez de estos cerdos.

Gustavo Godoy 

jueves, 14 de febrero de 2019

Inevitable




Es un amor de esos de leyenda, de los mitos de antaño, de corazón y sensibilidad. Como los que se cuentan en las películas y en las novelas.  De esos que superan al tiempo y rompen las cadenas. De los inolvidables.  De los que viajan por el viento y rozan las estrellas. Amor hecho de amor y nada más.

Aunque siempre te busco y nunca estás. Te elijo a ti. Todo el tiempo a ti. Todas las mañanas. Todas las noches. Una y otra vez. A ti  y solo a ti. Simplemente. Por los días te pienso y por las noches te sueño.  Pero siempre. Y de la misma manera. Total. Tan dulce y tan bella. Entre mares e imposibles. En la totalidad. Mis sueños son contigo. Y mis soles, tu felicidad. Es tu risa que me llena. Es tu infinito mirar. Es tu alma misteriosa. Eras tú y nadie más. Es un amor de esos de leyenda y siempre lo será.

Existe en mí una gran eternidad. Algo que va con los dioses inmortales.  Ahí en lo hondo de mi alma  enamorada. Hay un cielo inagotable. Un río eterno e invencible. Una fuerza frágil e  inamovible. Una tierna emoción indomable. Un sentimiento noble y humilde. Una poderosa debilidad.  Una pasión invicta, tranquila y dulce como la miel.  Mi amor por ti. Inevitable.  

¡Feliz Día de los Enamorados!

Dedicado a los enamorados del amor. Dedicado al amor. Dedicado a ti.

Gustavo Godoy

viernes, 8 de febrero de 2019

1984





El escritor británico George Orwell se dedicaba a la novela política. Por medio de la ficción, se proponía desenmascarar los siniestros métodos utilizados por los regímenes totalitarios.  Su novela 1984, publicada en el año 1949, es una auténtica obra maestra dentro de su género. En 1984, vivimos un futuro distopico, terrible y asfixiante. En un Londres del futuro todo se encuentra bajo el control absoluto del Gran Hermano, el líder supremo. Y la población,  una masa de marionetas.  El control se consolida por medio de la guerra, el hambre y la zozobra. Las condiciones de vida son espantosas. Sin embargo, la única preocupación del Gobierno es mantener el poder. Todos sus esfuerzos están  dirigidos a embrutecer a los ciudadanos con manipulaciones, propaganda y los  lavados de cerebro. Los medios oficiales tergiversan los hechos y falsean la historia. Corrompiendo el lenguaje, el partido ha logrado imponer un mundo de ficción totalmente alejando de la verdad. Según la doctrina del partido, la única salvación es doblegarse por completo a la voluntad del todo poderoso líder. Su dominio es total. En 1984, todos aman al Gran Hermano.

Estudiar a Orwell es comprender las maneras de los sistemas totalitarios. La Alemania de Hitler, La Unión Soviética de Stalin, La Venezuela del Chavismo. En su novela, se expone con gran claridad los mecanismos implementados por este tipo de tiranías para lograr el poder total.

En el centro de la mitología que imponen estos sistemas existe  un gran villano y una conspiración mundial, una idolatría que llega a convertirse fantásticamente en una fe. Los nazis inventaron la conspiración judía. Los comunistas, la conspiración del cerco capitalista. Esos chivos expiatorios fueron utilizados como arma política para que estos hampones pudieran esconder sus agendas particulares, evadir toda responsabilidad y justificar todos los abusos. Su meta es el poder y la gloria para ellos. Nada más.

El libreto siempre es el mismo: El pueblo debe todas sus desgracias a los malvados conspiradores. El mundo está repleto de enemigos, tanto internos como externos. El único objetivo de dichos conspiradores es hacerle daño al pueblo. El pueblo siempre es inocente. Los conspiradores siempre son culpables. El pueblo represente el bien. Los conspiradores, el mal. La función del tirano es luchar  contra  los malvados y llevar a los buenos hacia la victoria final. Para luego,   crear un paraíso de igualdad, prosperidad y paz para el pueblo. Mientras tanto, el fin justifica todos los medios. 

Este cuento de hadas es simple. No como la vida que es compleja y contradictoria. He ahí su atractivo. Los líderes totalitarios explotan las  debilidades del populacho y sus deseos insaciables  de  escapar  de la realidad con estas historias de fácil compresión. El sujeto pequeño y vulnerable con estos sistemas abandona su personalidad fundiéndose en un movimiento popular para  adquirir así  una fuerza psicológica que carece como individuo. Sus complejos de inferioridad se superan al someterse al hombre fuerte, el líder supremo. La euforia del número disipa sus miedos. Y sube de estatus al desempeñar un papel “heroico” dentro de esta supuesta guerra santa.

El líder supremo se autoproclama con el profeta infalible de un poder superior, Dios, el destino, la naturaleza, la historia. Convenientemente, el líder solo responde por los triunfos. Las fallas, los problemas y los errores son  obra del chivo expiatorio de turno.  Oponerse al movimiento es traición. La obediencia ciega es la única opción.

Las sociedades caen en estos sistemas buscando una mejora de condiciones pero los resultados son catastróficos. Esa simbiosis entre un pueblo  resentido y el megalómano estafador  siempre termina en desastre. 1984 es una novela sobre cómo se pierde la dignidad humano y la libertad a la merced de las fantasías  y la ambición desenfrenada. Todo un clásico ese libro. Revelador como ninguno.

Gustavo Godoy

viernes, 1 de febrero de 2019

Los grandes amores de novela







¿Sobre qué escribimos cuando escribimos de amor? ¿Cómo se describe el amor en el mundo de las letras? ¿Cómo son los romances de novela? ¡Interesantes preguntas! ¿Eh?  Sin embargo, el  lector amante de las grandes historias de amor podría contestar estas preguntas con relativa facilidad. Porque curiosamente las historias de amor en la literatura se parecen mucho entre sí. Existen elementos claramente universales en ellas. Que si nos ponemos a pensar sobre este hecho, resulta realmente sorprendente. Hablamos, por ejemplo, de dos clásicos sumamente influyentes dentro  del género de amor: Orgullo y Prejuicio y Anna Karenina.

En Orgullo y Prejuicio, Jane Austin nos muestra dos tipos de amor muy distintos. Por un lado, el amor de Lydia y el señor Wickham. Por el otro, el amor de Darcy y Elisabeth. En Anna Karenina,  Tolstoi también  nos cuenta de un modo muy similar al de Austin  la aventura entre  Anna y Vronky, por un lado. Y  el amor entre Levin y Kitty, por el otro. Unas  relaciones están inspirados en la pasión y otras en la virtud. El marcado contraste entre estos dos tipos amor le dan mucha fuerza al mensaje dentro de estos relatos. Evidentemente, ambos autores quieren enseñamos algo muy importante sobre el tema. Le  quieren regalar a sus lectores una valiosa lección de amor. Aquí indagaré,  por razones de espacio, solo un poco sobre los amores basados únicamente en la virtud.

En narrativa, el género romántico tiende a seguir un formato determinado. Una estructura básica que por lo general se representa en tres partes: Un encuentro inesperado, la separación y la realización.

La primera parte es siempre complicada. Está llena de malentendidos y obstáculos. El encuentro se dio, pero casi siempre este viene  acompañado de una desilusión. La pareja simplemente no se entiende. La química, si alguna vez la hubo,  se va por el drenaje.  Surge un rechazo inicial producto de algún evento o alguna creencia desafortunada. En Orgullo y Prejuicio, Elisabeth piensa que Darcy es un arrogante patán. En Anna Karenina, Kitty está ilusionada con otro hombre. En un principio, el amor no se da así nomás. La pareja no está lo suficientemente preparada para el amor verdadero. Todavía falta mucho camino por recorrer.

La segunda parte, generalmente la más larga, la pareja sufre modificaciones en su manera de pensar debido a las circunstancias. El pretendiente de Kitty, en Anna Karenina,  se marchó inesperadamente en busca de un amor ilícito. Ella  enferma y se toma  un buen tiempo para reflexionar sobre sus verdaderos deseos. En Orgullo y Prejuicio, Elisabeth, a la luz de los últimos acontecimientos,  descubre el verdadero carácter del señor Darcy. En esta etapa de espacio y silencio, los personajes experimentan un crecimiento interno y un cambio de perspectiva importante. Ya no son las mismas  personas del comienzo. Se convierten en  otras.  En cierto modo, maduraron.  Su óptica de la vida y del amor se volvió mucho más lucida.

Elisabeth con el tiempo se dio cuenta que Darcy era un hombre bueno y generoso que realmente sí  la quería. Esto fue suficiente para que ella  aceptara su segunda propuesta de matrimonio. Kitty acepta casarse con  Levin cuando este le demuestra que era un hombre sincero y comprensivo que lo único que anhelaba era  hacerla feliz. Luego  y solo luego  de estos cambios,  ya puede  venir  la realización. En ambas novelas, la relación termina en boda. Pero no fue fácil. Para poder  llegar ahí debieron pasar muchas cosas.

En la literatura, y tal vez en la vida misma, las historias de amor en realidad son historias de superación personal. Los protagonistas deben primero emprender un viaje de autodescubrimiento y autorrealización para después poder conseguir sus objetivos. Los cambios deben darse, en primer lugar, en el individuo.  El otro es solo un espejo que  impulsa este proceso  brindándonos  la oportunidad de crecer. En un inicio, por lo general, nos encontramos rotos y la vida que tenemos no es la vida  que realmente queremos o merecemos. Vivimos en negación, y la ceguera nos domina. Pero nuestro corazón constantemente nos está pidiendo más. Nos pide una vida total. El deseo de conocer otros mundos.

El amor intimida porque  nos recuerda nuestra desnudez y desamparo. La soledad es la prisión de los temores. Comunicarse con el otro toma valor.

¿Cómo se escribe una historia de amor? Se empieza siendo un incrédulo. En este punto, los personajes han perdido la fe en el ser humano. Pero luego llega la bondad, el cariño y la ternura.  Las almas rotas se van curando paulatinamente con compasión, humanidad y paciencia. La magia se va construyendo poco a poco con confianza y generosidad. Ese mundo  compartido que poéticamente llamamos amor nace de una creencia, la creencia en la nobleza y belleza del otro. Claro que no es sencillo. Toma coraje, sensibilidad y sensatez. Toma una sabiduría muy particular para poder  apreciar  lo más bonito del amor. ¿Y qué es eso? La mirada enamorada, la sonrisa ilusionada y el sentimiento desinteresado de un corazón sincero que solo late por ti. Reconocer ese gran milagro. Valorar ese raro y bello milagro. Requiere lo mejor de nosotros. Debemos ser la mejor versión de nosotros mismos.

Casi todos queremos vivir un amor como el de las grandes novelas de los siglos pasados. Sin embargo, se nos olvida que eso implica un sacrificio.  Para poder amar de verdad, debemos convertirnos en mejores personas. Esto exige  una transformación profunda y vital del ser. Significa una lucha  contra los prejuicios, el miedo y la terquedad. Un gran amor de novela. Es un gigantesco salto de fe. El heroico salto de darlo todo por quien daría todo por nosotros. De eso se escribe cuando se escribe de amor.



Dedicado a la bella dama de mis ojos a razón del mes del amor y la amistad… (Sí, a usted)

Gustavo Godoy