viernes, 29 de abril de 2016

La soledad del escritor






El escritor checo Franz  Kafka consideró que para poder escribir era mejor permanecer soltero y decidió nunca casarse. El filósofo Danés Søren Kierkegaard rompió su compromiso con su prometida Regin Olsen por creer que no estaba hecho para el matrimonio. El controversial  filósofo alemán Friedrich Nietzsche probablemente nunca tuvo una genuina experiencia amorosa. La vida del novelista ruso Fyodor Dostoyevsky  fue una sucesión de  infortunadas aventuras con las mujeres.  Nadie dijo que sería fácil ser un solitario escritor y poder  mantener al mismo tiempo  una equilibrada vida sentimental.

Los  verdaderos compañeros de un escritor son sus libros y el mundo  que ha creado. Está y no está. En realidad, siempre está en otro planeta. El escritor, como muchos otros creadores,  frente a los demás siempre se ve  un poco ausente, un poco distante, algo distraído.  Eso es porque  el escritor habita en un lugar de ideas y sueños.  El hecho es que el oficio del escritor es el más solitario de todos los oficios porque nadie puede pensar por uno, nadie puede escribir por uno. El escribir atrae como la miel a los solitarios porque es una vía donde  pueden expresar su ser interior como ninguna otra vía.  Si publica lo escrito  o no, es solo un detalle de poca importancia. Realmente,  escribe solo para sí mismo y solo de sí mismo. 

Convivir con un escritor es como convivir con un gato. Es estar en la presencia de un ser  desconectado, autónomo, y ensimismado. Para estos personajes,  el sentido de la  vida no necesariamente depende de la interacción con las demás. Su rico interior le aporta todo lo que necesita. La mayoría trabaja desde la sensibilidad y desde lo vulnerable. Entonces, requieren mucha soledad y tiempo libre. Para él, el oficio de escribir es un encuentro perenne consigo mismo.  Escribir lo convierte en un dios, un creador de mundos. Y simplemente no tiene tiempo para las pequeñas cosas de lo cotidiano. En vez de estar buscando el pan para la cena o reparando el lavamanos, está buscando  la  palabra adecuada  para expresar sus sentimientos, o tal vez  ideando el trágico desenlace de la historia de amor que está escribiendo. Su intención no es causar daño a los demás. Es solo que a pesar que  lo vemos  junto a  nosotros, la verdad es que no está ahí. Está en otro planeta. Él sencillamente vive en su imaginación.


Para el creador, la vida real resulta gris al compararla con  la brillante realidad  que ha creado para sí. Debido a su carácter soñador y libertario  rara vez  goza de una vida funcional.  En otras palabras, es un desastre. Visita el  exterior como un turista y únicamente para cazar material para edificar su obra. Es el hecho de crear algo nuevo y fantástico su verdadera recompensa. Su obra a pesar de su valor artístico y filosófico tal vez no tenga valor comercial o social. Por lo general, descuida con facilidad los aspectos prácticos de la vida.  Es por eso que la vida del escritor es una senda llena de frustraciones, excentricidades y desafíos financieros. No es fácil estar junto a uno de estos seres.

Para el alma dispuesta a convivir con un escritor, la vida es un constante reto. Comprender a  un escritor y sobre todo  llegara quererlo  toma un esfuerzo adicional.  Convivir con él  es difícil. Sin embargo, si se presta la suficiente  atención y se  llega a descubrir  su mundo interior,  uno será parte de  algo mágico y extraordinario. Y lo más seguro que como recompensa por soportarlo, por medio de su obra,  te haga inmortal. Serás la musa de sus historias. Serás la protagonista de su mundo de amor, fantasía y resplandor.

Gustavo Godoy

Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 29 de marzo 2016




viernes, 22 de abril de 2016

¿Salvar al planeta?

 






Este planeta donde vivimos tiene su historia, una historia muy larga. Desde sus inicios hasta hoy, han pasado más de un par de cosas. Hay que verle la cara a lo que significa un millón de años y este planeta tiene un montón de esos sobre sus hombros.  Como toda vida, ha sufrido  infiernos de fuego y de hielo, momentos de calma y momentos de agitación.   Ha tenido sus ciclos de equilibro y desequilibrio.  Volcanes, terremotos, tormentas, diluvios y catástrofes que   a pesar de las especulaciones de los más estudiosos  aún no se han  podido comprender en detalle. Es un organismo complejo y vivo que evoluciona y muta constantemente. Cada etapa ha tenido sus características, y ha pasado de una a la otra,  unas veces de manera rápido y otras veces de manera lenta.  Pero ahí está. Estaba antes de los humanos, y estará probablemente después de nuestra partida. 

El ser humano es nuevo en este planeta. La historia humano es relativamente corta.   Si la historia del planeta la concentráramos en un año, la historia del hombre representaría unos escasos  14 segundos. En otras palabras, somos unos recién llegados, pero unos sumamente creídos.  Nos creemos superiores al planeta y a los seres que habitan en él. Nos autodenominados como especiales. Algo muy conveniente sobre todo si consideramos de quien fue la idea: de nosotros mismos.  Pesamos que tenemos el poder de destruir y de salvar.  Este planeta ha pasado por una infinidad de trasformaciones y cambios.  Y nosotros pensamos que lo vamos a destruir con bolsas de plástico.  El planeta estará aquí después de nosotros  por millones de los años más. El planeta sobrevivirá a la raza humana sin mayor problema. Hará lo que siempre ha hecho. Se adoptara. Se transformara. Se regenerara y seguirá. Nos expulsara  como nosotros expulsamos  al virus de la  gripe común. Un poco de fiebre y algunos  estornudos. El planeta está bien. Nosotros somos los que estamos mal.  

Desde Sócrates, Platón y Aristóteles, a través a la cultura grecorromana y judeocristiana,  la humanidad se ha convencido a si misma que la realidad posee una estructura jerarquizada, con una dimensión superior y otra inferior.  Lo superior que es el ser humano, se siente con el derecho de usar y abusar a todo lo inferior, o sea todo lo demás.  Solo lo humano tiene valor, según esta concepción.  Desde que los seres humanos estamos en este planeta, apenas 10 mil años atrás, un periodo relativamente corto según toda nuestra historia, descubrimos a la agricultura y la ganadería. Y la revolución Industrial comenzó apenas un poco más de dos siglos atrás.  Antes de todo eso, vivíamos en pequeños grupos de cazadores y recolectores viviendo como el resto de los animales en armonía con nuestro entorno.  Por supuesto con contadas excepciones como también ocurre en el caso de los demás miembros del reino animal y vegetal.
 
Nosotros somos lo que somos y vivimos como vivimos porque  las condiciones lo han permitido.  El planeta nos ha brindado las condiciones para esta evolución que hemos experimentado. ¿Qué sería del ser humano sin los cereales? ¿Qué seriamos sin el maíz, el trigo, el arroz, la cebada, y la papa?  Estas plantas de rápido crecimiento, de semillas grandes,   ricas en energía  y almacenables que mutaron después de la última glaciación de manera tan ventajosa para nosotros. ¿Qué sería de nosotros  sin el agua, el suelo o el aire? 

Nuestra verdadera crisis es una espiritual. Sufrimos de una codicia inagotable. Construimos todo un sistema basado en recursos no renovables y limitados. Y pretendemos que duraran para siempre, cuando en el fondo sabemos que esto no será así.  La tecnología que usamos quita más de lo que da.  Por un lado, nos da grandes juguetes pero por otro contamina nuestro único hogar. Es un sistema que mata y destruye. Estamos agotando las condiciones de las cuales dependemos para vivir.  ¿Salvar el planeta? Debemos salvarnos nosotros cambiando nuestras maneras. 
 
Gustavo Godoy





Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 22 de Abril 2016



viernes, 15 de abril de 2016

La burocracia


El escritor Franz Kafka vivió en Praga durante un periodo muy agitado, un periodo anterior pero cercano a la segunda guerra mundial, los regímenes totalitarios y el holocausto nazi. Estudio derecho por insistencia  de su padre, pero lo que realmente  amaba eran  los libros y la soledad. Para pagar sus cuentas, trabajo como empleado  en una empresa de seguros, oficio que detestaba.  Después  de su  jornada laboral, evadía su realidad burguesa dedicándose a la literatura durante las noches.  Escribía en secreto cuentos y novelas. Kafka es considerando como uno de los grandes escritores de la literatura.

En sus novelas reflejaba constantemente  el infierno de las  oficinas y los burócratas.  En su famosa novela “El proceso”,  Kafka relata  la historia de Josef  K. que sin ser culpable se ve envuelto en  una situación absurda y  sin salida. La novela ilustra  la pesadilla que significa tener que lidiar con la burocracia incomprensible. La imposición de los horarios y órdenes, la estrechez claustrofóbica de las oficinas,  los procedimientos sin sentido, la confusión laberíntica y la desorientación como un instrumento de tortura sin final son elementos recurrentes en sus obras.  La impotencia del individuo frente a la maquinaria del poder es una de las temáticas más presentes en Kafka.  Ahora se usa el adjetivo “Kafkiano” cuando queremos referirnos a un trámite burocrático infinito.

Mientras más grande es una organización más importante  es la  necesidad de orden.   Las instituciones monopólicas con las públicas se ven empujadas  por su tamaño al centralismo y a  la jerarquización de funciones.  Cada miembro dentro del sistema  se ve forzado por la organización a cumplir un pequeño papel.  Debe obedecer a sus superiores implementando reglas generales y abstractas  que impone la autoridad central. Mientras más grande sea  la institución, la tarea de las partes se ve más  reducida y limitada.  La libertad y la iniciativa  personal del funcionario en los últimos escalafones de poder son cada vez  menos relevantes.  En otras palabras, la burocracia por su propia naturaleza embrutece al ser humano.

El individuo inmerso en sus problemas particulares y necesidades singulares cuando entra al aparato burocrático se ve empequeñecido  a una categoría general. Es deshumanizado. Se convierte en un número, un documento o un proceso.  El burócrata  lo trata como un ser quejón y torpe,  como una molestia. Para este, el caso individual del ciudadano común le importa muy poco y si le llegase a importar no puede hacer mucho  por qué el sistema no se lo permite.  A pesar que la burocracia en el discurso formal esta para servir al público en la práctica funciona como un instrumento de dominación.  El ciudadano frustrado e impotente se ve con demasiada frecuencia víctima de un infierno de papeles y formularios  donde no tiene muchas opciones.

Dentro de las antiestéticas oficinas de la burocracia, el funcionario actúa como el  poderoso  representante de una gigantesca organización monopólica  con el poder de imponer su voluntad al ciudadano individual.  Este ambiente tiene la característica de convertir a personas nobles, capaces y talentosas, en perezosos, torpes y arrogantes ya que su campo de acción es sumamente minúsculo y la libertad para innovar  esta encadenada por los todopoderosos e interminables reglamentos internos.  El burócrata es solo responsable de obedecer los lineamientos de su oficina. No produce, no crea, no piensa.  No tiene estimulo de tratar amablemente al ciudadano porque sabe muy bien que este no tiene escapatoria.

Mientras más grande sea la burocracia de una sociedad determinada, mayor será la  ineficiencia, el  autoritarismo, y la improductividad de dicha sociedad. La burocracia es la antítesis de la creatividad, de lo humano y de lo bello.  ¡ Desafortunado aquel que tiene que someterse a un proceso burocrático!


Gustavo Godoy
Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 15 de Abril 2016




viernes, 8 de abril de 2016

La historia de él y ella



Ya había pasado cierto tiempo y  él ya se  estaba acostumbrando a la soledad. Empezaba a olvidar como era una vida en pareja. El pasado  le trajo lindos momentos, pero también infortunados desenlaces. La soledad, a pesar de que era  algo fría,  era tranquila y libre de complicaciones. Hacia lo que quería y quería lo que hacía. La libertad del hombre soltero le permitía tener su espacio y mucho tiempo libre para poder escribir en paz. Él era poeta o por lo menos tenía espíritu de poeta. En pareja sus opciones eran mucho más restringidas. Algo que recordaba a menudo mientras en su mente enumeraba orgullosamente  las abundantes ventajas de su pacífico  estado sentimental actual.  


Ella después de varios amargos amoríos escogió la soltería como una defensa permanente ante los problemas que con demasiada frecuencia para ella le había traído el amor. Ella ya se estaba acostumbrada a estar sola. La soledad, aunque un poco fría,  le parecía mucho más  la tranquila y segura  que el  campo minado   de los amoríos. Ella era artista o por lo menos tenía espíritu de artista. Debido a sus fracasos anteriores  perdió la fe en los hombres. Y de alguna manera, la fe en sí misma  en materia de  romances.  Tomó la decisión de pensar que esas antiguas decepciones tenían  culpables. Dependiendo de su ánimo  en algunos momentos  los culpables eran los demás pero en otros dudaba. Y secretamente pensaba que tal vez los culpables habitaban en ella. Por eso escogió vivir sola y tratar en lo posible evadir todos los pensamientos alrededor del amor. Era algo complicado y doloroso. La evasión le resultaba mucho más fácil. Y a su manera tenía razón.


Para ambos esta especie de voto de soltería autoimpuesto, los frenaba. Ellos se conocían. Eran amigos. En realidad, eran más que  amigos pero al mismo tiempo  algo menos que amigos. Se trataban muy formalmente. En sus encuentros accidentales, su trato  manifestaba   una cortesía  tan exagerada que se tornaba  sospechosa.  Era una distancia que en el fondo enviaba un mensaje, un mensaje que solo ellos comprendían.  Normalmente era así hasta que se cruzaban sus miradas.  En aquel  momento, todo cambiaba. Por un instante  todo se reducía a nada. De repente, el pasado desaparecía por completo. Y el futuro no importaba más. Lo único que quedaba era el eterno  instante.  El  cálido y dulce destello de sus ojos, con algo de timidez, con algo de picardía. Y por supuesto sus sonrisas, tan  tiernas y libres como  mariposas en el viento.  Era un  poco las diferencias. Era un poco las coincidencias. Era un poco lo fácil que podría  resultar. Era un poco lo difícil que podría llegar a  ser.  Pero eso pasaba fugazmente. No duraba mucho.  Luego de un par de segundos , se desvanecía. Al rato, todo volvía a la normalidad. Y la formalidad y la cortesía retornaban como dos pesados grilletes.

Ese era su secreto. No era mucho, pero era mucho. Era amor o por lo menos un tipo de amor.  No se pedían nada. Con saber que el otro existía les bastaba.  El y ella eran dos solitarios separados por la  distancia y los fantasmas del pasado que compartían  una inusual pero  linda historia de amor.  Así  de simple. Así de mágico. Es que el amor nunca es sobre el otro. El amor es principalmente sobre uno. Es  sobre vencer los demonios internos que habitan ocultos dentro de nosotros  y construyen grandes muros difíciles de derrumbar. Para triunfar en los espinosos senderos del amor, hay que luchar en contra de  gigantes:   La duda, el miedo, el orgullo y los prejuicios.  

Gustavo Godoy



Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 08 de Abril 2016



viernes, 1 de abril de 2016

Sobre los amores imposibles


Eros, el dios del amor, también conocido como Cupido, es representado en el arte como un adolecente desnudo, alado, con arco y flecha.  Eros, hijo de la diosa Afrodita,  con sus flechazos  es bien conocido por complicarles las cosas  a las mortales. El mito de Eros y Psique es particularmente hermoso. Psique, que en griego quiere decir Alma, era una joven bellísima que despertó el amor de Eros. Todo  conspiro en contra de ellos. La historia está repleta de  obstáculos, reveces y complicaciones.  Afrodita ofendida que una mortal conquistase el corazón de su hijo la entrego a la Tristeza y la Soledad para que la atormentaran.  Eros que nunca la abandono pidió una audiencia ante los dioses del Olimpo. Finalmente,  la asamblea favoreció a Psique.  Debido a este gran amor,  los dioses le concedieron  a la bella Psique la inmortalidad. Esta es la historia de un amor imposible que fue posible debido a  la gracia divina. Parece ser que cuando el alma  encuentra el amor, logra la eternidad.

En la Italia  renacentista, el poeta  florentino Dante Alighieri un día conoció a Beatriz e hizo de ella la  razón de su existir. Esta bella y virtuosa dama, casada con un rico banquero, jamás se fijó en el poeta. Sin embargo, él la quiso y lo inspiro para crear mundos enteros. Dante se refería a ella como  "la gloriosa señora de mis  pensamientos". Solo su sonrisa le bastaba para ser feliz. Por Beatriz,  Dante escribió la Divina Comedia, una de las más grandes obras de la literatura universal. Dante atravesó todo el infierno, el purgatorio, y el cielo por ella. Su belleza lo salvo.

El personaje de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, el caballero andante, dedicaba todas sus proezas a su amada Dulcinea del Toboso, una joven de la cual se enamoró ,pero ella nunca supo. A pesar de que nunca aparece en la novela,  ella se convirtió en el impulso de sus aventuras. Ante los incrédulos, Don Quijote responde: "La importancia está en que sin verla la habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia".

Hay un -no sé qué- en algunas mujeres que nos seduce con gran facilidad. Algo que nos hechiza y de repente  sentimos que volamos y la existencia  que fue, deja de ser para siempre. Algunos de estos amores encuentran la unión, pero otros no. Algunos amores se topan con grandes dificultades y nunca prosperan. Tal vez son las viejas heridas del pasado que no terminan  de sanar. Tal vez las dudas o los miedos. A veces simplemente son las jugadas del destino. O los gustos. O a veces la soledad parece más segura, más tranquila y menos complicada.

Hay amores  imposibles.  Amores que no pueden ser por las excusas de siempre. La sociedad, las formas o las circunstancias. Pero de los distintos  amores, tal vez estos sean los más honestos y puros de todos. Amores que desafían el tiempo, los prejuicios y  los muros.  Posibles solo en la imaginación y en el corazón.  Amores sin egoísmo, sin condiciones. Esas historias llenas de música, poesía, flores y bombones que inspiran mundos de aire,  fantasía y esperanza pero que nunca ocurren realmente.

Detrás de toda alma romántica  siempre existe una musa que con su encanto  lo inspira. Una hermosa dama ,real o ficticia, que representa todo lo  bello de este mundo.  Ese lindo pedacito de humanidad que se debe cuidar, querer y valorar. Esa dulce ilusión, ese amor correspondido o no,  que lo impulsa a seguir soñando y luchando.  No siempre es un iluso aquel que tiene una ilusión. Tal vez , lo imposible solo tarda un poco más.

 Gustavo Godoy

Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 01 de Abril 2016