viernes, 18 de marzo de 2016

El judio errante


 


Cuanta una leyenda medieval que cuando Jesús de Nazaret  caminaba sediento hacia la crucifixión   un personaje de origen judío  le negó un poco de agua.  Entonces, Dios  lo condeno a vagar sin rumbo por el mundo hasta el fin de los tiempos. Este mito se convirtió en una metáfora de la diáspora judía. Y la justificación de algunos antisemitas para  discriminar a  los judíos como grupo racial y religioso.

En la literatura, en obras como la de Shakespeare entre muchos otros,  los judíos han sido representados como seres avaros, ambiciosos y  obsesionados por el dinero y la ganancia. El estereotipo del judío es la persona arrogante, posesiva  y gritona de cabello oscuro y rizado, de ojos negros y de nariz grande. Una población extraña, cerrada,  vil y sin raíces explotando  a la sociedad donde viven pero sin  pertenecer a ella realmente.   En la Europa cristiana  de épocas anteriores, los judíos no podían poseer tierras. Sin embargo, las leyes cristianas en contra de la usura (prestar dinero con intereses) no aplicaba a ellos.  Entonces, muchos se dedicaron al comercio y a la banca.

En el siglo XIX y en las primeras décadas de siglo XX, gracias a la ilustración y al pensamiento humanista,  los judíos ganaron más libertades y privilegios. La sociedad empezó a verlos como individuos y no como una masa homogénea y separada. Debido a esta nueva apertura, muchos se vieron impulsados a educarse. El judío culto, educado y tolerante de ideas liberales logro acceso a distinguidos círculos de la europea ilustrada en ciudades como París, Londres y Berlín. Artistas, intelectuales, músicos, doctores, abogados y comerciantes judíos  obtuvieron gran visibilidad.  Los reyes y jefes de Estado a menudo hacían negocios con los prestamistas judíos. Familias judías acaudaladas  como los Rothschild se convirtieron en famosos por sus vínculos con las monarquías y los gobiernos de turno. Desde entonces,  los judíos han sido personajes recurrentes en diferentes teorías de conspiración. El ejemplo más notorio, la Alemania nazi de Hitler. Los judíos, siempre asociados al poder opresor. Según estas ideas cargadas de prejuicios y medias verdades, los judíos controlan los medios de comunicación, Hollywood,  y las finanzas del planeta siendo así  los principales enemigos de la gente común.  

Con la creación del estado de Israel, después de la II Guerra Mundial, y a raíz de los conflictos bélicos con los países árabes en el Medio Oriente, la comunidad judía internacional se ha visto estrechamente relacionada  al imperialismo norteamericano. Las organizaciones judíos en Europa y los Estados Unidos ha sido muy eficientes en encontrar apoyo entre los políticos y el empresariado para la consolidación de Israel como país. Muchos dicen que Nueva York es una ciudad judía, sobre todo Wall Street, el distrito financiero. Esto para los movimientos de izquierda en todas partes del globo ha causado una profunda desconfianza y los viejos prejuicios hacia los judíos  han florecido con gran fuerza dentro de muchos sectores.

Los conflictos en el Medio Oriente parecen de nunca acabar. Pero muchos comenten el error de  pensar que en realidad todo se lo debemos al odio entre religiones cuando sus causas son más complejas. Más que a la religión, estos conflictos se los debemos a las secuelas de la guerra entre las potencias mundiales y en la dificultad de diversos  grupos en  adaptarse a  la modernidad. La penetración del sistema democrático, la ciencia, las nuevas tecnologías, y  el estilo de vida occidental  en sociedades dominadas por la tradición y ancladas en el pasado son factores determinantes  en esta zona de arraigada inestabilidad política y social.

Las teorías conspirativas siempre han fascinado al hombre común y sin poder. Es una gran tentación pensar que muchos de nuestros  males son una simple consecuencia de las acciones de malvadas fuerzas  oscuras cuando a menudo nuestros males son causados por nuestras propias fallas, fallas en la educación, en la organización o en nuestro carácter.

Es posible que la enorme cantidad de nombres celebres de judíos destacados en la historia, la cultura y las ciencias es gracias a  la importancia que los judíos le dan a la educación y no a una siniestra conspiración. Y también es probable que  el hecho de tener una cultura distinta y aparte  les haya  dado  una gran ventaja para la innovación por no estar tan compenetrados a las sociedades en donde han vivido como el resto de la población.  

Israel tendrá paz cuando las partes se reconozcan y se abran a los cambios. El respeto, la tolerancia, la convivencia, y el dialogo deben imponerse ante la estrechez, la mezquindad, y el radicalismo. Jerusalén será la ciudad de la paz para toda la humanidad solo si los seres humanos de todas las procedencias  abrazan su verdadera nobleza. Con paz, generosidad y sensatez, estos problemas entre hermanos pronto serán simplemente un amargo recuerdo.
 
Gustavo Godoy

Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 18 de marzo 2016



 

viernes, 11 de marzo de 2016

La Espiritualidad


La espiritualidad es romper las cadenas de la ignorancia, el ego y el miedo. Es una orientación que tiene como senda lograr una visión más amplia de las cosas. El mundo religioso está repleto con técnicas para alcanzar mayores niveles de conciencia que culminan en un éxtasis místico. En el Islam, los sufís utilizan bailes y cantos rítmicos para lograr esto. En el hinduismo al igual que en el budismo y en el taoísmo, emplean la meditación.  En el cristianismo, los devotos a Santa Teresa y San Juan de la Cruz se valen de las oraciones contemplativas. Por otro lado,  los chamanes consumen plantas mágicas en sus rituales con los mismos fines.  La meta es la liberación del alma humana. 

En las religiones occidentales, las prácticas asociadas con la espiritualidad son adoptadas por una minoría.  Sin embargo, en las religiones orientales, esta práctica ocupa un rol central. Podemos decir que la espiritualidad generalmente  está ligada a la religión pero no en todos los casos. Hoy es posible decir que una persona tal vez sea  espiritual pero no necesariamente religiosa.  Esto se debe a que el término “religión” está relacionado por lo general a los grupos organizados con sistemas de creencias definidas. La espiritualidad es en realidad una experiencia personal. Algo subjetivo. Es la fe en uno mismo. Puede o no puede estar ligada a una religión organizada.

Cuando nacemos parece ser que la línea entre nuestro ser y lo otro es confusa.  Se nos dificulta percibir donde términos nosotros y donde comienza el mundo exterior. A los demás, en el inicio de nuestras vidas, los percibimos como parte de nuestro ser, no como seres fuera de nosotros. Cada estimulo que recibe nuestros sentidos son captados con asombro como algo nuevo e interesante. Con el tiempo en la medida que crecemos, poco a poco nos percibimos como un ser separado del todo. Nuestra visión se torna estrecha y tubular. Anteriormente, nuestra mente estaba abierta y sin prejuicios. Aceptábamos el  mundo sin miedos y sin filtros. Paulatinamente, a lo largo del camino nos empezamos a ver como seres indefensos en un mundo hostil. Perdimos la confianza en nosotros. 

La espiritualidad es seguir un sendero interno. Es construir cimientos sólidos. Es cultivar el amor, la compasión,  la paciencia, la quietud, y la tolerancia. Es abrazar la existencia. Volver al hogar. Crear lazos, uniones.  Es la experiencia personal del individuo en su soledad, en su encuentro íntimo con la totalidad.

No somos el ser pequeño y efímero que creemos ser. Siempre presos por los miedos. Llenos de sentimientos de impotencia. En realidad, somos todos los mundos. Somos todos los tiempos. Somos la totalidad. Debemos superar el falso “yo” que habita en nosotros con la realización que lo tenemos todo, que en la humilde gota está el océano infinito y que en el segundo,  la eternidad.

Uno es tan grande como lo que ve. Unos ven universos enteros, otros límites, fronteras y pequeñeces. Son miles los caminos. Son miles las posibilidades. Uno es quien se propone ser. Nada nos falta. Todo se puede. De todas las creencias la mejor creencia es la creencia en uno mismo y en la fuerza del espíritu humano para romper con todas las cadenas.

“Más allá de este lugar de ira y llantos / yace sino el horror de la sombra/ Y aún la amenaza de los años/ me halla y me hallará sin temor./ No importa cuán estrecha sea la puerta, / cuán cargada de castigos la sentencia,/soy el amo de mi destino, / soy el capitán de mi alma.” William Ernest Henley
 Gustavo Godoy
Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 11  de Marzo de 2016 en la columna Entre libros y montañas



 Ver Blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com

viernes, 4 de marzo de 2016

El Tiempo



El mundo de hoy está obsesionado con la rapidez. En esta época que nos tocó vivir, cada segundo es oro. Escuchamos la frase - El tiempo es dinero- en todos partes. El hombre moderno vive atrapado en una carrera feroz en contra del tiempo. Hoy, no hay tiempo para nada. Bueno, no hay tiempo para otra cosa que no sea trabajo y dinero. Esta frenética carrera nos ha distraído y nos ha hecho olvidar el verdadero sentido de las cosas. ¿Porque corremos? ¿Para dónde vamos con tanta prisa?
Antes de la Revolución Industrial, o mejor decir, antes de la Reforma, el tiempo no era lineal sino cíclico. En algún punto, apareció la historia. Antes existían historias, pero no –Historia- como algo progresivo. El pasado se volvía futuro y el futuro pasado. Predominaba la creencia que el tiempo era una constante repetición. El concepto lineal del tiempo implica que el tiempo es un recurso finito e irrecuperable. En Europa, sobre todo en los países de norte, la vida cotidiana, en la medida que fue adaptando el capitalismo, se fue convirtiendo en algo mucho más metódico y controlado. La gente trabajo más. Las grandes ciudades ahora tenían grandes relojes en los edificios públicos como en las iglesias donde se dictaba el ritmo del día con una precisión cada vez mayor. A los relojeros se les incrementaron los pedidos y la puntualidad se transformó en una virtud.
Anteriormente, la tradición impedía los cambios. Entonces, las personas vivían una vida muy similar a la vivida por sus abuelos. Ahora, no. Los jóvenes siempre viven algo nuevo. Ahora el pasado es un tiempo oscuro y remoto. El pasado es lo viejo y debemos dejarlo atrás. Nuestra mirada se posó en el futuro. Lo bueno está en el futuro. Quien se atreva a voltear al pasado se convertirá en una estatua de sal. El presente es simplemente un instrumento del futuro. Un puente, nunca un destino. Realmente, todo gira en torno al futuro. Y de cómo llegar a él lo más rápido posible. El presente ya no es el presente sino un estorbo hacia el anhelado porvenir.
En la modernidad, todo debe ser rápido y todos deben estar ocupados. La comida, el sexo, la diversión deben realizarse rápidamente. Las librerías están repletas de libros que enseñan a la gente a ser feliz en cincos pasos, bajar de peso en siete días, aprender un idioma en tres semanas y cocinar en dos minutos. La tecnología moderna nos permite viajar velozmente, comunicarnos velozmente y trabajar velozmente. La industria médica produce todo clase de medicamentos mágicos que su principal finalidad en curar en poco tiempo.
¿Hacia dónde nos lleva está carrera? Este modo de vivir que predomina en occidente ha desgastada la salud, la tranquilidad y la calidad de vida. A pesar de nuestros grandes logros técnicos, la humanidad ha sido víctima de su propio sistema. Dejamos de disfrutar el momento presente. Entre tantos avances tecnológicos, hemos olvidado vivir. Es importante reconocer que para vivir de verdad es necesario frenar. Hay que parar este tren neurótico y reflexionar con sensatez y quietud.
El tiempo es una ilusión. No existe. Es algo subjetivo y, por ende, mutable a voluntad. El tiempo es un instrumento de medida inventado por el hombre como una referencia. No es un absoluto. Es un engaño de la percepción.
El pasado no es otra cosa que un recuerdo. El futuro es una mera expectativa. Lo único genuino es el presente. El mañana siempre estará en el mañana. Y el ayer, en el ayer. La eternidad está en el instante. La felicidad está en el momento. La plenitud habita en el aquí y el ahora.
Tómalo con calma. Disfruta la vida. Tomate tu tiempo.

Gustavo Godoy
Articulo publicado por El diario El Tiempo el viernes 04 de marzo 2016