viernes, 18 de diciembre de 2015

El mágico poder de lo femenino

 

Según la mitología griega, la diosa Afrodita estaba  casada con el feo dios Hefestos ,sin embargo ,en realidad, amaba al belicoso  Ares, el dios de la guerra. Para los griegos, la hermosa diosa era la personificación del amor, la belleza, y el deseo.  Se identificaba en el planeta Venus y siempre estaba asociada al mar, las rosas, los cisnes  y las manzanas. La diosa era  hija del dios Zeus y la titán Dione.  En la Grecia antigua , Afrodita era adorada como una de las principales deidades del Monte Olimpo con templos y cultos por todo el Mediterráneo.

El poeta Homero cuenta en la Ilíada sobre la compleja  influencia de esta diosa en el mundo de los mortales.  En la celebración de la boda de la diosa Tetis y el mortal Peleo, Eris , la diosa de la discordia ,  no fue invitada. Sintiéndose ofendida, Eris  se presentó en la boda  para dejar una manzana de oro. La controversial fruta dorada  ostentaba  la inscripción: “Para la más bella”.  Como era de esperarse este detalle no paso desapercibido entre los invitados. Cargadas de rivalidad, Atenea,  Hera y Afrodita reclamaron la manzana para si y le  pidieron a Zeus que escogiera entre las tres diosas. Zeus evadiendo la responsabilidad  prefirió no escoger el personalmente , sino que designo la difícil tarea a un mortal . Finalmente, la  delicada encomienda  fue delegada al príncipe troyano Paris.  

Para persuadir a Paris, cada una de las diosas le ofreció un soborno y así pretender  comprar su decisión.  Atenea, la diosa del conocimiento,  el ofreció victoria en las batallas.  Hera, la diosa del hogar, le ofreció inmensas tierras.  Y por último, Afrodita le ofreció el amor la bella Helena, la esposa de Menelao, el rey de Esparta.

Finalmente, Paris escogió el amor de Helena, la mujer más bella del mundo, a pesar de las complicaciones que esto traería.  De las tres opiniones que le presento la vida, el joven Paris tomo el duro camino de luchar por amor. Su  temeraria elección fue el origen de la mítica y trágica  guerra de Troya.

La figura de la  Diosa es el mito  dominante en las sociedades agrícolas. Sin embargo, con el surgimiento de las sociedades pastorales y luego las sociedades urbanas  el dios guerrero creció en importancia y  paulatinamente reemplazo casi en su totalidad a la diosa. Este proceso es particularmente  demostrable sobre todo en el Medio Oriente con el desarrollo de las religiones abrahamicas como el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Lo femenino representa la madre tierra.  Es la fuerza vital que todo lo cuida y lo nutre.  Lo femenino  es el vehículo de la vida, el universo y la naturaleza.  Representa la compasión en nosotros. Lo femenino  está unido a la sensibilidad,  la dulzura y la empatía en el mundo. Por otro lado,  lo masculino representa la acción, el riesgo, la aventura, y la agresividad. Todo ser humano está conformado por ambos elementos.

Por lo general, la influencia de la mujer en el entorno , más que verse , se siente. Basta con entrar a una casa, para saber si una mujer habita o no en ella.  A diferencia  del hombre, la influencia de la mujer es atmosférica y  en cierta medida omnipresente.  La mujer pasa muchas veces a segundo plano en la historia y en la sociedad porque la visión patriarcal dominante  interpreta la realidad  con una terrible ceguera ante los  valores femeninos. Grandes mujeres siempre han existido, sin embargo, la sociedad falla en valorar su impacto debido al sesgo de la mentalidad masculina y las estructuras  patriarcales. La mujer moderna comete el error de querer competir con el hombre dentro de unas instituciones inherentemente patriarcales como el ejército, el gobierno y los negocios. En su lugar, la sociedad toda debería reestructurase adoptando  valores mucho más femeninos.  Sería una lástima que en la lucha por la igualdad las mujeres abandonen su natural femineidad para  adaptar los no tan nobles valores masculinos. La sociedad es la que debe cambiar, no la mujer.

Individualmente, cada mujer es diferente. Cada mujer es única. Y cada mujer es bella en su propio estilo. En las palabras de la escritora francesa Simone de Beauvoir , “La mujer no nace, se hace”.  No son  para entenderlas, sino para quererlas.  

 El mundo no tendría sentido sin el poderoso encanto de lo femenino. No existe nada más hermoso y  poderoso  que la enigmática  mirada , la dulce sonrisa , y el cuerpo desnudo de una mujer.  Ella siempre tan misteriosa y compleja.  Es probable que  una vida sin la mujer conllevaría al hombre a una existencia  mucho más  tranquilidad, feliz y sencilla.  Pero una vida sin la mujer ,no sería vida.

 Gustavo Godoy 

 Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 18  de Diciembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

 

viernes, 11 de diciembre de 2015

El escritor y el mundo exterior


Hamlet es probablemente la mejor pieza trágica del dramaturgo inglés William Shakespeare y sin dudas uno de las más profundas e impactantes. La trama trascurre en Dinamarca. El príncipe Hamlet recibe la visita del fantasma de su fallecido  padre (el rey) pidiéndole  que lo vengue de su asesino. El supuesto asesino del rey resultaría ser su propio hermano y tío del príncipe que no solo se coronó como el nuevo rey, sino también se ha casado con la reina viuda, la madre de Hamlet. 

El príncipe es un intelectual, un pensador. Debido a su formación protestante, el príncipe no cree en el purgatorio, ni en los fantasmas, sin embargo vio uno con sus propios ojos. No solo eso sino que también las afirmaciones del fantasma podrían tener fundamento, sin mencionar terribles inclinaciones. Sumergido en abstracciones, complejos pensamientos e intensos sentimientos, Hamlet solo ve contradicciones, paradojas e inconsistencias en la realidad que percibe. Ensimismado, la línea entre lo real y lo imaginario se va perdiendo paulatinamente en su interior. Duda y se pregunta: ¿Ser o no ser?

La obra termina en muerte. Al final, Hamlet nunca toma una decisión. Congelado debido a tanta intelectualidad, nunca actuó. Hamlet fue la víctima encadenada de su propia mente.

 Hoy, en la literatura y muchas veces en la realidad, el personaje del escritor típico presenta características en cierto modo muy similares a las de un Hamlet. El excéntrico y solitario escritor, entusiasta  consumidor de tabaco, alcohol,  drogas y café, inevitablemente asociado con la locura, la depresión y lo prohibido, de vida bohemia y opuesta a los valores burgueses, siempre está en quiebra económica por dedicarse exclusamente a su trabajo intelectual y artístico. Aunque la sociedad generalmente lo cree el portador de poderes sobrenaturales y una percepción superhumana, lo margina y rara vez lo comprende.

El escritor, al igual que otros aristócratas del espíritu, es el temerario creador de un mundo original. Para muchos, el peso de jugar a ser uno entre los  dioses es muy grande. Muchos, por la culpa,  por las dudas, por tanta responsabilidad o tanta libertad, convierten sus vidas en un infierno. Ernest Hemingway, Virginia Woolf, Edgar Allan Poe, y Jack London se refugiaron en el suicido anhelando consuelo eterno. Entre  los escritores, músicos, artistas e intelectuales, cuando su interior se vuelve demasiado oscuro y melancólico, es porque esa rica subjetividad que les permite crear maravillas se ha  transformado en un doloroso divorcio entre el alma y la realidad. 

La salida del infierno interior es abrirse al mundo exterior. Salir de  la reclusión permanente y construir puentes entre el ser y la circunstancia externa. Los escritores pueden hacer mucho bien al mundo si comparten sus ideas y sus opiniones  participando en la esfera pública para buscar el mejoramiento de las cosas.  

El rol público del escritor consiste en despertar consciencias y difundir modos distintos de pensar y actuar como una contribución al cambio social. El escritor público debe ser un intelectual que se dedica al estudio crítico de la sociedad. Un individuo de ideas, leal solo a su propia conciencia, critico de los poderosos y poseedor de una visión alternativa de la realidad.  No debe ser un erudito, su interés debe ser  la  actualidad; no  un  académico, sino periodístico. El interés está en desenmascarar  los mecanismos ocultos utilizados por las élites, cuestionar las falsas suposiciones colectivas y develar  los defectos de la sociedad. La misión es participar en una contienda a muerte contra los mitos, los dogmas, las supersticiones y las farsas sociales.

Más allá del valor estético que pueda tener la obra de los escritores, estos hombres y mujeres de letras tienen el deber moral de fomentar la reflexión crítica. El amor por el arte puede perfectamente acompañarse con la noble tarea de educar a la población, fomentar polémicas, ridiculizar los prejuicios, proponer debates y explicar ciertos fenómenos. Una palabra bien escrita tiene el poder de cambiar al mundo.



Gustavo Godoy 

 Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 11  de Diciembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

viernes, 4 de diciembre de 2015

La industria y el planeta


Algunos años después  de la revolución industrial,  el novelista y critico social Charles Dickens escribió  emotivas historias donde expuso los defectos de la sociedad victoriana. En el siglo XIX,  las grandes metrópolis europeas como Londres experimentaron  intensas y profundas transformaciones. Y  eso represento un proceso muy doloroso para muchos. En las novelas de Dickens, sus personajes principales, generalmente niños, con demasiada frecuencia  fueron víctimas de las gigantescas y hostiles ciudades. El urbanismo excesivo surgió de manera  explosiva como consecuencia del sistema industrial.  La desalentadora sensación de desarraigo y desorientación invadía a la mayor parte de la población.  Era una época donde imperaba  la desigualdad  y la cruel indiferencia. Este es el trasfondo permanente de las novelas del popular escritor inglés, Charles Dickens.
 Es cierto que la revolución industrial aporto muchos avances técnicos pero de la misma manera  también trajo consigo un importante atraso en lo social.  La obra de Dickens resalta ese lado más oscuro de esa revolución.
A diferencia del sofisticado personal que requiere el taller artesanal tradicional, el industrial con el uso de la maquina pudo contratar mano  de obra no calificada  a sueldos irrisorios. Ahora una persona con poco o ningún entrenamiento en la confección de textiles podía producir gran cantidad de piezas  solo siguiendo unas pocas  instrucciones simples.  Por otro lado, la superproducción le permitió al industrial  inundar el mercado con productos a muy bajo precio. Bajo esta nueva realidad económica y tecnológica, la actividad industrial se  centralizo en las grandes ciudades en prejudicio del campo. Al mismo tiempo,  el proceso de industrialización  beneficio principalmente a la minoría burguesa, pero significo la quiebra del  productor artesanal en los poblados pequeños y también significo serios estragos para la creciente y empobrecida masa urbana que representaba la mayoría de la población de entonces. Ahora el mercado laboral estaba distorsionado.  Y aunque el mercado de las mercancías  estaba abarrotado de productos económicos, la calidad y servicio sufrieron enteramente. En la actualidad, esta dinámica la podemos observar perfectamente cuando el pequeño sastre independiente se ve forzado a competir con los trajes hechos en las fábricas chinas. Estos trajes no tienen comparación con la calidad de los trajes y el servicio personalizado que puede ofrecer un sastre profesional pero al sastre le es  muy difícil competir con los precios chinos.  Lo más probable es que con el tiempo los chinos obliguen al sastre a salir del mercado.
Uno de los más grandes errores de nuestra época consiste en creer que gracias a la industrialización  el problema de la producción ha sido resulto.  Muchos reconocen las fallas del sistema industrial pero lo justifican porque creen en esa falsa idea  que con la industrialización se  logró solventar todas las necesidades materiales de la humanidad  y que si existe un problema radica únicamente en la distribución.
Como explica el economista británico  E.F Schumancher este error surge porque “el hombre no se siente como parte de la naturaleza sino más bien como una fuerza externa destinada a dominarla y conquistarla”.  El problema de la producción aún no ha sido resultado. El problema aún existe porque el sistema productivo mundial dependiente del consumo irresponsable del capital natural.  La industria se alimenta principalmente de recursos no renovables como el petróleo, los metales y los minerales. Y además la producción industrial genera grandes daños, muchísima basura y  demasiadas sustancias nocivas. Por esta razón,  esta asombrosa capacidad de producción que el hombre contemporáneo presume poseer  debido a la tecnología moderna es una vulgar ilusión. El capital proporcionado por la naturaleza es mucho mayor que el aporte real que hace el hombre. En otras palabras, estamos viviendo alegremente de un capital heredado y limitado que algún día se agotara y no de la renta que creamos con nuestro trabajo.
Las maravillosas  creaciones que ha producido el sistema industrial moderno conllevan también un alto costo que pocos se han molestado en  contabilizar.  Lamentablemente, nuestro balance nos dice que en la realidad cada día somos más pobres.   Los costos de nuestra irresponsabilidad lo ha pagado nuestro planeta. El deterioro de los suelos, de las aguas, de los bosques, de la flora, de la fauna, de  los cielos y del medio ambiente en general ha sido el precio que hemos pagado. Ya es hora que empecemos a reconocerlo para comenzar a cambiar.
La solución al problema de la producción y al desequilibro social no la encontraremos en el modelo actual.  Este modelo es la causa de la crisis y no ofrece una solución sustentable. Es en la gran producción en masa centralizada donde  yace el error principal.  Por otro lado, la pequeña producción por  las masas de manera  descentralizada  con la implementación una tecnología apropiada y ambientalmente  saludable significaría un bálsamo para la sociedad y para el planeta.  Para curar a la humanidad y sanar a nuestro  planeta Tierra, debemos primeramente cambiar el sistema.



 Gustavo Godoy 

 Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 04  de Diciembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas