lunes, 17 de diciembre de 2018

El amor en los tiempos del cólera





El amor en los tiempos del cólera (1985), del escritor colombiano Gabriel García Márquez, es una novela dedicada al amor. Es una exploración profunda del tiempo, la memoria,  la espera, la muerte, la familia, la vejez y las contrariedades de los amores difíciles.  Según el autor, todo comenzó con una imagen, la imagen de dos viejitos bailando sobre un bote que navegaba plácidamente por un bello río tropical. Para los detalles del relato, el escritor se inspiró mayormente en la relación de sus padres, que entrevistó con la curiosidad de un reportero.     

La trama se desarrolla en una época llena de adversidades. A principios del siglo pasado, en una región costera del mar caribe donde  cundía la enfermedad del cólera, pero sobre todo los prejuicios  y los amores imposibles.  Florentino Ariza, un joven pobre e ingenuo,   después de una mirada fugaz, se enamora perdidamente  de Fermina Daza, una joven altiva y orgullosa.  Nunca llegaron a estar solos. Nunca se tocaron ni besaron. Solo se llegaron a enviar algunas cartas. Secretamente. Por un breve momento ambos experimentaron un enamoramiento muy intenso pero esto duró muy poco. Porque al poco tiempo, después de un viaje que realizó, ella perdió su amor por él.  Luego, Fermina aceptó casarse  con un importante doctor,  y    eventualmente lo aprendió a amar  (a su peculiar manera, claro). Una decisión que tenía mucho sentido según las creencias y los valores de la época y de su entorno familiar.  En los ojos de ella,  el amorío con Florentino nació de una efímera curiosidad adolescente destinada al fracaso. Sin embargo, para él sería un amor que duraría toda una vida.

El tiempo pasó y ambos  (Florentino y Fermina) construyeron vidas por separado. El doctor Juvenal Urbina y Fermina Daza vivieron un matrimonio tradicional ajustado a las normas religiosas y sociales de aquellos tiempos conservadores. Era una relación basada en la estabilidad y las costumbres. Florentino Ariza, por otro lado, vivió una existencia muy diferente, siempre  fiel a su amor platónico, pero llenando el vacío dejado por este con innumerables aventuras de cama, aventuras que anotaba siempre en un cuaderno.  Sobrevivió a los años sin su amada con trabajo y lujuria. Sin embargo, Florentino nunca dejó de pensar en Ferrmina,  ni nunca dejó de quererla.

Después que  el marido de Fermina murió, Florentino comenzó a pretender a la viuda. Ella sin dudarlo lo rechazó. Habían pasado más de 50 años desde aquel breve  idilio juvenil. Un amor no correspondido que creció en él  a distancia, sin hablarse, sin verse, sin tocarse. Pero tan intenso y real como  el más lindo de los amores. Para Fermina los avances de Florentino eran una mera impertinencia. Sencillamente, no era el momento. Por un lado estaba el luto, que como mujer de buenas costumbres debía respetar. Y, por el otro, la edad hacía (creía ella) que un amor como el propuesto por Florentino pareciera una ridiculez. ¡Estaban demasiados viejos para esas cosas! Una idea absurda por supuesto. El amor no tiene edad ni buen momento. Es siempre y para siempre.  Renunciar al amor es renunciar a la vida. Y, además, Florentino era muy “terco”.

Claro que esta historia de amor tiene un final feliz. Con el tiempo, la fuerza de los sentimientos de Florentino lograron finalmente  ablandar el corazón amurallado de Fermina. Ella al final decidió entregarse al sutil encanto de aquel amor tardío.  ¡Ah! definitivamente, se debe reconocer que esta obra posee una mágica sumamente seductora,  y  despierta en nosotros una fuente inagotable de emociones. La nostalgia de las oportunidades perdidas, la obstinación de un querer que se resiste al desgaste de los años, los miedos de una mente orgullosa, la esperanza de que el amor todo lo puede,  el triunfo final e imparable de la paciencia y la ilusión, la gran celebración del amor verdadero. Y ahí queda para siempre  esa escena inolvidable. La de  Florentino y Fermina finalmente después de tantos años bailando de amor sobre el río Magdalena.  La heroica victoria de un amor infinito que logró vencer  todas  las adversidades.   

Ahora bien, la gran pregunta que nos plantea la novela: ¿Puede un amor no correspondido  perdurar más de 50 años sin ser destruido por el tiempo o el desconsuelo?… Sí, lo creo. Y, en algunos casos, es simplemente inevitable. No hay remedio. Algunos amores son para toda la vida. Son eternos.

Gustavo Godoy


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