La incomprensión es normal, cuando el otro no quiere entender. Lo especial es lo raro. Y lo raro es inferior, si se desprecia lo singular. La simplificación de los estándares reduce al mundo a una misma superficialidad. Se toma un valor. Y se crea una jerarquía que va del todo a la nada. El todo se convierte en el ideal. Y la nada se convierte, bueno, en nada.
El estatus es para el hombre lo que la belleza es para la mujer. ¿Qué es el estatus? ¿Qué es la belleza? Un estándar validado por un grupo. Un criterio avalado por los demás. El estatus se define en popularidad y dinero. La belleza convencional es definida por las revistas. En el primer caso, apareces en Forbes. En el segundo caso, apareces en People. Este sistema de categorización no es necesariamente malo. Después de todo, es una referencia. Además, para los afortunados en la cumbre, es sumamente ventajoso. El ganador lo toma todo. El vencedor obtiene todo el botín. El resto disfruta las sobras.
El problema con este sistema es que menosprecia lo interesante. El sistema actual mide un valor comparativo usando una sola dimensión del ser como criterio total de juicio. El valor del individuo interesante es intrínseco y complejo. Y se caracteriza por la multiplicidad de capas y dimensiones. En este caso, el dinero y la belleza son factores importantes. Pero no son los únicos factores para determinar el valor personal de alguien. Existen otros elementos menos aparentes y menos evidentes que complementan a la persona y/o compensan las supuestas deficiencias en otros campos. Es decir, el valor que una persona tiene para aportar va más allá de una cuenta bancaria o un bello perfil.
El valor real de una persona no siempre es reconocido por el “sistema”. De hecho, se trata de un sistema bastante torpe y engañoso. En efecto, un puesto relativamente bajo en la jerarquía oficial no siempre significa que la persona en cuestión sea indeseable. En muchos casos, no hay nada “malo” con el sujeto como tal. Con frecuencia, se debe a la presencia de un tipo de complejidad y sofisticación que elude a un sistema simplón y limitado. Mejor dicho, el interesante necesita del curioso. Una mente curiosa, abierta y generosa cuenta con la sensibilidad necesaria para apreciar las sutilezas de un individuo profundo, complejo y contradictorio.
La satisfacción de una vida entera requiere de todo un paquete de atributos. Claro que sí se requiere dinero y belleza. Sin embargo, el dinero no siempre compra el gusto. Y la belleza física no siempre es un reflejo de la interna.
La vida, en el fondo, es la creación de un mundo propio. Se requieren medios materiales, pero lo intangible es vital. ¿Por qué? Porque se vive más en la imaginación que en la realidad. Una mente interesante puede transformar una casa en un castillo y un paseo por el bosque en una épica aventura. Por otro lado, una mente mediocre crea el efecto opuesto. Un paraíso puede parecer un infierno para el inconforme. Y lo extraordinario e increíble pueden convertirse en un tedio por un insatisfecho de vocación.
Se necesita más que un proveedor. Y más que una cara bonita para vivir una vida soñada. Por encima de todo, se requiere de una buena disposición del alma. Cultivar el carácter. Grandes capacidades, buenos deseos, nobles valores y elevados pensamientos. La sinceridad, la honestidad, la creatividad, la cultura, la fidelidad, la sensatez, la comprensión, la tolerancia, la bondad, la generosidad, la paciencia…
¿Qué tipo de vida queremos vivir? ¿Qué valores queremos defender? ¿Qué tipo de personas queremos a nuestro lado? Lo que es bueno para la mayoría no siempre es bueno para nosotros. La felicidad es un proyecto muy personal. Se confecciona a la medida.
La “normalidad” no siempre es el consejero más sabio. Y el más noble y apto entre nosotros no siempre es elegido rey. La sociedad tiene muchos puntos ciegos. ¿Cuántos genios han sido subestimados por su generación? ¿Cuántas mujeres valiosas ha sido quemadas en la hoguera?
La estupidez humana no tiene límites. Es infinita. He ahí el problema. La estupidez normalmente gana por mayoría. Por ende, colocan a sus elementos más representativos en los puestos de mayor importancia y, desde ahí, logran imponer las normas que rigen a la sociedad toda.
El destino del interesante soñador (en el entorno equivocado) es la incomprensión y la soledad. Lo que no siempre es malo. Una cárcel puede ser un oasis, si allá afuera todo es cuadrado y sepia.
Gustavo Godoy
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