viernes, 19 de enero de 2024

David y Goliat



Las lecciones aprendidas de las historias que nos cuentan son nuestros guías en la toma de decisiones vitales. Por ejemplo, ¿cómo superamos una adversidad?

Supongo que antes de responder a esta primera pregunta, debemos hacernos otra.  Por ejemplo, ¿por qué debemos superar esa adversidad?

La primera se refiere a las estrategias y a las tácticas. La segunda se refiere a nuestras motivaciones. ¿Por qué lo haríamos? ¿Cómo lo haríamos?

Hay distintas razones por las que la gente hace lo que hace. Algunos buscan satisfacer su ego o sus necesidades. Otros quieren desarrollar su personalidad. Y otros se dedican a servir a los demás. Los motivos pueden ser egoístas, altruistas o ambos. La forma de superar los obstáculos depende de cada situación. Hay que elegir la estrategia y la táctica más adecuadas para cada caso.

Por ejemplo, un estudiante de medicina para aprender a curar las enfermedades tiene que estudiar mucho, hacer prácticas, pasar exámenes, competir con otros candidatos, etc. La estrategia de ser perseverante, disciplinada y proactiva. Su táctica es organizar su tiempo, buscar apoyo de sus profesores y compañeros, y aprovechar todas las oportunidades de aprendizaje.

¿Y la fe? También. Lo más razonable es tener una fe que se basa en la razón y que persigue un ideal moral.

¿Es posible vencer el reto? ¿Tengo la habilidad y el talento? ¿Lo hago por una causa noble? ¿Mi acción contribuirá a un bien?  

Solo quien se atreve a enfrentar el peligro por una causa noble puede llamarse valiente. El héroe es quien vence el miedo y la cobardía. Pero no basta con ser audaz, también hay que ser prudente. Quien actúa sin pensar, por impulso o por orgullo, no demuestra valor, sino temeridad. El valor es una virtud que se cultiva con sabiduría. Porque quien se lanza de un edificio creyendo volar como Superman no es valiente. Está loco. El optimismo iluso es un delirio.

La interpretación clásica de la historia de David y Goliat es que el pequeño puede ganarle al grande, si tiene fe en Dios: La fe lo puede todo. Es una historia de fe, esperanza y superación.

El problema es que bien sabemos que la fe no es una garantía de victoria. De ser así, el Papa sería el campeón mundial de boxeo. Es decir, “Dios ayuda al que madruga”. Se requiere de esfuerzo, trabajo y acción.

Si aceptamos que solo la fe en Dios nos garantiza el triunfo en las contiendas, podríamos llegar a cometer muchas locuras. El escuchar esta interpretación en la homilía de una misa nos hace sentir muy bien. Pero obviamente se trata de una versión simplista y superficial. En el mejor de los casos, incompleta.

Claro que no fue una lucha tan desigual, como muchos creyeron. David tenía más que fe a su favor. Tenía la juventud, la agilidad, la inteligencia y la destreza de quien sabe usar la honda con maestría. La honda, esa arma tan poderosa y temible, capaz de lanzar una piedra con la fuerza de un rayo. Goliat, en cambio, solo tenía su enorme estatura y su fuerza bruta. Nada más. David lo sorprendió con su atrevimiento y su confianza. Porque Goliat lo menospreciaba. Porque no esperaba que un muchacho tan pequeño y delgado le hiciera frente. La inteligencia y la habilidad, unidas a su fe y a sus razones, le dieron la victoria inesperada. Inesperada para los que lo miraban con desdén. David sabía lo que hacía desde el principio. Sabía de lo que era capaz. No le importó que los demás lo subestimaran.

No podemos confiar ciegamente en la fe, ni tampoco podemos ignorarla. No podemos actuar solo por impulsos, ni tampoco podemos renunciar a nuestros sueños. No podemos subestimar a nuestros enemigos, ni tampoco podemos sobreestimar nuestras fuerzas. No podemos olvidar nuestros valores, ni tampoco podemos imponerlos a los demás. No podemos asumir que todo saldrá bien, ni tampoco podemos temer que todo saldrá mal.

La historia de David y Goliat nos enseña que la adversidad se puede superar, pero también que hay que ser hábiles y valientes. Nos enseña que la fe es importante, pero también que hay que ser inteligentes. Nos enseña que el éxito es posible, pero también que incluye el riesgo de fracaso. Nos enseña que la vida es una aventura, pero también un desafío. La fe hace falta. Pero la prudencia, también.

Gustavo Godoy

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